REGRESÓ A BASILEA
LA FERIA DE LOS SUPERLATIVOS




“Los Juegos Olímpicos del Arte”, “la fiesta del punto rojo”, “Arte grande a grandes precios”...
Agencias de noticias, diarios y televisiones del mundo entero compitieron en una llamativa orgía de superlativos para hablar de la feria de Basilea, que se celebró hasta hoy 19 de junio. Se llega a decir que “comprar Arte es sexy”, como publica otro prestigioso rotativo cuyo enviado especial tampoco pudo escapar a las dosis masivas de optimismo que reparte el departamento de imagen del certamen.

Fuente texto: noticiasarteseleccion.com

EL PABELLÓN ESPAÑOL EN VENECIA
LLEGA “AL LÍMITE DE LA IDIOTEZ”



Así lo cree Fernando Castro Flórez, profesor universitario, crítico de Arte y miembro del Patronato del Museo Reina Sofía de Madrid. Castro Flórez utiliza expresiones como “desastre”, “frivolidad” y “delirio” para referirse a la obra encargada a Dora García para representar a España en la Bienal. La artista llama a su trabajo ‘Lo Inadecuado’ y Castro Flórez cree que “el título es de una precisión casi aterradora”.

Fuente: noticiasarteselección.com

DOISNEAU, FOTÓGRAFO DE HISTORIAS ETERNAS


La gran muestra en Recoleta incluye fotos de los suburbios de París pasando por la lucha de la Resistencia, los trabajadores de oficios duros hasta su famosa serie de besos.


Por Marina Oybin

Una vez que uno ve Simplemente Doisneau, en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, siente que es más que una muestra fotográfica. El mundo Doisneau desata historias: los personajes salen de las fotos, se meten en los poros y en los ojos hasta arrancar lágrimas o sonrisas. Y eso es algo que no pasa frecuentemente.
 Cuando llego al Centro Cultural para entrevistar a Agnes de Gouvion Saint-Cyr, curadora de la muestra y especialista en la obra de Doisneau (con quien tuvo una fuerte amistad), Francine Deroudille, una de las hijas de Doisneau, y encargada de su obra, está en la sala. La invito a sumarse a la entrevista.
 Son 139 fotografías en pequeño formato; algunas de ellas hubiera sido preferible presentarlas en formato más grande. La exposición pone el foco en los cambios que experimentaron tras la guerra los suburbios parisinos, donde vivió Doisneau. París y los suburbios fueron su gran obsesión. Ahí está ese inolvidable chico mariposa. Y los hombres y mujeres que trabajan de noche, los empleados de los cafés, botes, clubes nocturnos, prostitutas y vagabundos. “Le interesaba fotografiar el mundo nocturno, pero no tenía un interés en ese mundo. Le atraía más, y tenía un gran respeto, por la gente con trabajos duros, que se levanta de madrugada: el mundo que le gustaba era el del mercado de Les Halles”, recuerda Saint-Cyr. Y agrega: “Cuando llevaba a la agencia sus fotos de los suburbios, sus colegas le decían que eso no le interesaba a nadie. Sin embargo, siguió desobedeciendo, siempre con gran amabilidad”.
Su interés por los temas sociales y los sectores populares se evidencia, por ejemplo, en un collage que se exhibe en sala: la pertenencia de clase de las distintas familias determina la disposición espacial en un edifico de departamentos. Cada ventana es una foto de un interior al que Doisneau nos invita a espiar. Uno se encuentra con los inquilinos en su intimidad: Monsieur Dassonville con su pato; el señor Salkhazanoff y sus tres bebés; Claudio, el estibador, recostado en su camita, mirando las fotos y los dibujos de las mujeres desnudas que empapelan las paredes de su habitación (excelente fotografía), y otras de los conciernes (los encargados de edificios).
Algunas imágenes de exteriores parecen pinturas: “Los reflejos de la Bastilla” es como una ciudad fantástica en clave gótica, y “El Sena”, un inolvidable paisaje romántico. Hay también fotos que acercan al modo en que trabajaba las series en secuencias: como si fueran escenas de un film. Hay dos trabajos en los que captura, sin ser visto, la mirada del espectador. Una, ante La Gioconda; la otra, ante una pintura de un desnudo femenino en la vidriera de un anticuario: y logra un desfile inagotable de expresiones que van de la sonrisa hasta la indignación. 
Las fotografías de Doisneau son hermosísimas y al tiempo melancólicas. Quedan grabadas. Es curioso: los personajes, esos que se meten por los poros, se vuelven tan cercanos que uno siente que conoce a “la mimosa”, a Monsieur Garofino, ahí caminando en el muelle de la Râpée, o al atractivo dependiente de Gabrillargues, manchado de carbón, que toma una copa en la barra del bar.
 En 1939 se alistó en la Resistencia francesa (hasta 1940 cuando le dieron la baja). Y en el verano de 1944 en París, hizo un fotoreportaje de la resistencia (“El descanso del FFI”). Sus fotografías sobre la ocupación y liberación de París se hicieron mundialmente conocidas. En sus fotos de postguerra, se percibe con fuerza la urgencia por mostrar un mundo que se termina. Esa premura marca la obra de Doisneau: “Una vez me dijo que no sabía si era preferible fotografiar o actuar”, dice la curadora. Descontando que las películas eran un bien muy escaso y preciado, hay que recordar que durante la guerra para fotografiar era necesario, primero, pedir autorización a los alemanes, y, luego, dejar que el material fuera sometido a la censura. Doisneau, como muchos fotógrafos, no aceptó.
Con su formación de grabador y litógrafo, se dedicó a falsificar documentos. “Hizo aún más: un día llegó a casa un judío que estaba huyendo y le pidió que le hiciera los documentos en seguida: al hombre le estaban pisando los talones. Pero mi padre no podía hacerlo tan rápido: tenía que preparar sellos, dejar secar la tinta … Le dijo: hay una sola solución: voy a darle mi documento cambiándole la foto. Ese hombre durante la guerra se llamó Robert Doisneau”, cuenta su hija. Y sigue: “Muchos de los que participaron en esa red de resistencia, desde luego, no se conocían entre sí. Ya cuando terminó la guerra, mi padre se dedicó a fotografiar a todos los impresores clandestinos: decía que eran los héroes anónimos de la guerra”. 
En sala, está también la famosísima fotografía El beso del Hôtel de Ville (París, 1951) de su serie de “Besos”, fotos que son puestas en escena hechas a pedido de la revista Life, para mostrar que en París los enamorados no andaban tímidamente. Y hubo besos en la Municipalidad, en la Ópera, en la estación de Saint Lazare, y la lista sigue. Doisneau llevó a una pareja amiga suya, y su cámara los transformó en protagonistas de una inolvidable historia de amor.
“Descontando a los que quisieron aprovecharse, es extraño que tanta gente haya pensado que era la que estaba en esa fotografía. Es algo que sorprende”, les comento a la curadora y Francine Deroudille. “Hubo muuuuucha gente (risas): todos habían sido modelos de la foto. En un momento teníamos miles de llamadas. Todos querían dinero, pero yo creo que también había gente sincera: todo el mundo quería vivir un momento como ese”, recuerda la hija del fotógrafo.
Hombre extremadamente discreto, Doisneau decía que “detestaba pisotear los jardines secretos”. Y así y todo, sin pisotearlos, auscultó a quienes pasaron delante de su cámara. Doisneau, el que siempre se definió como un cazador clandestino de lo efímero, y estaba orgullo de ser un fotógrafo de prensa (y de ser uno de los primeros en tener su credencial de fotoperiodista). Ese hombre desató historias eternas.

FICHA

Simplemente Doisneau
Lugar: Centro Cultural Recoleta, Junín 1930
Fecha: hasta 26 de junio
Horario: lunes a viernes de 14 a 21; sabados, domingos y feriados de 10 a 21.
Entrada: gratis


Fuente: Revista Ñ Clarín

LA UNESCO ALERTA SOBRE EL PELIGRO
QUE CORREN LAS PINTURAS RUPESTRES
EN TODO EL MUNDO


Bisonte de la Cueva de Altamira, España.

 
El turismo, la minería, las obras públicas y la guerra son los principales enemigos de las pinturas rupestres, según ha denunciado la UNESCO en un encuentro científico celebrado en España. Nuria Sanz, responsable del Programa de Prehistoria y Patrimonio de la institución dijo esta semana que “ninguna manifestación artística se está destruyendo a la velocidad que lo hace el Arte rupestre", a pesar de que “ninguna otra ha perdurado tanto en el tiempo”.
La UNESCO está preocupada por "la destrucción sistemática del Arte rupestre”, que no solo afecta a las propias manifestaciones artísticas. También se destruye el paisaje que las rodea y las culturas indígenas que aún en el siglo XXI practican ritos similares a los de sus antepasados en relación con esas pinturas.
"Tenemos mucha suerte de tener tanto Arte rupestre, pero el desarrollo avanza a una velocidad que resulta incompatible con su conservación", aseguró la alta funcionaria, que ha puesto sobre la mesa ejemplos alarmantes de lo que denuncia.

Fuente: noticiasarteseleccion.com



TORRES GARCÍA:
DE LAS VANGUARDIAS EUROPEAS
A CREAR UNA RIOPLATENSE


Dos muestras simultáneas en el museo de la Universidad Tres de Febrero sobre quien fue el mayor artista uruguayo, creador de un estilo de avanzada y latinoamericano.


Dos muestras simultáneas de Joaquín Torres García que llegan al alma y al cuerpo. Eso es lo que propone “Torres García, Utopía y tradición”, en el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (MUNTREF).
Queda muy claro: Joaquín Torres García (Montevideo, 1874-1949) tuvo una vida a puro viaje y arte. A los 17, emigró a Cataluña, donde tuvo un papel fundamental en la vida artística, metiéndose en el movimiento noucentista catalán (que retornó al clasicismo recuperando la tradición mediterránea). En 1917, fue a Nueva York, y quedó fascinado con la city. Luego vendrían Italia y París, siempre en contacto con las vanguardias. A fines de 1932, viajó con su familia a Madrid y terminó sus textos teóricos sobre el arte constructivo.
Ya de vuelta en Montevideo, creó la Escuela del Sur, donde desplegó el arte constructivo, que buscó diferenciarse de los ismos eurocentristas de las vanguardias del norte, retomando la cosmología prehispánica como fundamento filosófico de su simbolismo.
“La ciudad y los signos”, con curaduría de Gabriel Peluffo Linari, reúne medio centenar de obras del artista uruguayo, y Norte en el Sur. “El legado de Joaquín Torres García”, con curaduría de Laura Malosetti Costa, incluye trabajos de los artistas que pasaron por la Escuela del Sur. Salen por primera vez de Uruguay para hacer pie en nuestras pampas los libros que se exhiben en las vitrinas. En ellos, el artista desarrolló su teoría constructiva, al tiempo que diseñó tapas, tipografía e ilustraciones.
Las pinturas, dibujos, tintas y acuarelas de Torres García permiten descubrir que ya en sus inicios está presente la propuesta constructiva: en las pinturas de las ciudades que amó, como Nueva York, aparece la imagen fragmentada, como si todo se moviera a ritmo vertiginoso. Además, ubica los elementos en un mismo plano, y trabaja ya sobre las bases del universalismo constructivo, con los principios de proporción y unidad: un sello del artista. Son trabajos lineales y de una figuración esquemática, con su característica paleta bien acotada: a veces terrosa, a veces de colores primarios.
Torres García elaboró un sistema estético filosófico: el universalismo constructivo. “Denominó arte constructivo (1930-1949), a un modo de producción simbólica que partiendo de ciertas condiciones de espacio y de tiempo contemporáneas, pretendió volver a encontrarse con el saber oculto de las grandes tradiciones culturales de la humanidad. En ese proceso, la ciudad como laboratorio del sentido ocupó el lugar central de su experiencia estética y de su elaboración conceptual”, escribe en el catálogo Linari.
La forma más intensa de entender el pensamiento del artista es a través de sus propias reflexiones. Decía: “Una imagen esquemática, que sea la idea gráfica de una cosa, será, para nosotros, un documento precioso”.
Cuando vaya a la muestra no deje de ver “Hombre universal” (tinta, 1938), una obra que condensa sus intereses. Reúne símbolos de la tradición cristiana (como el pez), representaciones de máscaras de la cultura precolombina, runas, pasando por elementos de la arquitectura clásica hasta otros de la cultura contemporánea, como una mágica escalera que une cielo y tierra.


HOMBRE UNIVERSAL. LA TINTA QUE CONDENSA SU ESTILO.

Agenda

Dónde: Valentín Gómez 4838, Caseros.

Cuándo: martes a domingo, 11 a 20 hs.

Hasta: 31 de julio.


Fuente: Revista Ñ Clarín

UNA LECTURA POLÉMICA


En las obras a las que le dio relevancia como en sus escritos, Pettoruti construyó su imagen de artista cubo-futurista. Los curadores lo ponen en discusión.



LA GRAN COPA. Este óleo sobre tela forma parte de la exposición Pettoruti y el arte abstracto, 1914-1949.

POR MERCEDES PÉREZ BERGLIAFFA

Ahora las formas juegan, se superponen y transparentan. Ahora los motivos (una mesa situada en un interior, una copa) son sólo excusas para pintar, y no aspiraciones. Aquí, en este segundo piso del Malba –una sala mediana y amarilla– se reúnen la Dinámica del viento, la Cittá-pasee, Le ombre (La sombra), y varios paisajes. Es en estas obras, dentro de este espacio, cuando uno siente que la búsqueda de la luz estructura, define los movimientos que nos rodean y que son expulsados desde las pinturas. Porque los cuadros exponen dinámicas, líneas de fuerza; muestran las posibilidades que brinda la investigación plástica en torno a la forma y al valor, la excitación del pintor ante el descubrimiento de las estructuras puras y su alegría. Y hay que decirlo: contemplar estas obras genera asombro. Porque, sí, se trata de Pettoruti, el gran artista que todos conocemos; pero ninguno de estos trabajos es el que uno esperaba encontrar. Entonces, al entrar en la exhibición, caen los presupuestos y una ola fresca, original, inunda la vista, el cuerpo y la percepción. Devora la mirada.
Se trata de Pettoruti y el arte abstracto, 1914-1939, la muestra que se realiza en el Malba actualmente y que tiene como objetivo comunicar una visión distinta, renovada, de la obra del artista. ¿Encargados del asunto? La curadora Patricia Artundo y su colega Marcelo Pacheco, curador en jefe del museo.
“Ya hacía varios años que estábamos tras este proyecto”, comenta Pacheco, “que trata sobre el Pettoruti menos conocido. Y en realidad, existe muy poca obra suya de este tipo y, además, mucha de esa producción quedó en Europa, como por ejemplo, en la colección Sartoris, que fue una de las más famosas de la región durante el siglo pasado (aunque luego los descendientes de Sartoris se deshicieron de los Pettorutis). Pasó que cuando el artista vivía allá, había regalado o vendido estas obras. Pero fue a partir de los 70 –el momento en que volvieron a circular– cuando estos trabajos aparecieron en remates internacionales, como obras sueltas.”
 “La exposición plantea un reencuentro con Pettoruti”, explica por su parte Artundo, “del que proponemos verlo desde otro lugar, no tan sólo relacionándolo con el cubismo o el futurismo, como en general se hace, sino sobre todo con la abstracción. Para eso trajimos a esta exhibición muchas obras que hace tiempo que no se ven en la Argentina –como por ejemplo Espanzione-violenta (Expansión- violencia)– que estaba en Italia y que pertenece a una colección privada.”
Pero este conjunto más bien pequeño de obras –sólo treinta y siete– no se exhiben por conmemoración, renacimiento o recuerdo, sino que todo el trabajo curatorial está basado en una hipótesis. Dice de ella el curador del Malba: “Lo que nos interesa postular es que Pettoruti se construyó como artista vanguardista a partir de su imagen como pintor cubista de tipo picassiano. De hecho, los textos que se han escrito sobre él o los que él mismo escribía en los que se encargó muy bien de dejar un testimonio claro –especialmente en su autobiografía que es tendenciosa y que hay que leer con cuidado–, insisten sobre este punto. Esta fue una decisión del propio Pettoruti sobre cómo él decidió mostrarse. Tenía esto muy definido; por eso, la obra que se puede ver ahora en el museo no fue nunca mostrada por el artista durante los años 30 y 40, salvo en el año 24, cuando hizo esa famosa exposición-escándalo”. Pacheco se refiere a la muestra que Pettoruti realizó en la galería Witcomb de Buenos Aires, en la que expuso ochenta y seis obras que provocaron reacciones extremas: la leyenda dice que el público las escupía.
“Luego de esa muestra en nuestro país pasaron a identificar a Pettoruti como un artista cubista o futurista; y él, en ese momento, sacó provecho de la situación porque se había dado cuenta de que Picasso era el líder artístico a nivel mundial. Por lo que ese encasillamiento, a Pettoruti, como diseñador de su carrera de artista, le convenía”, detalla Pacheco. “En este sentido era, también, un estratega.”
Tal como lo comenta el curador, la obra del pintor no termina en sólo dos movimientos artísticos: abarca mucho más. Lo que ella comprende, cómo y desde dónde, es lo que esta muestra propone analizar, estableciendo como marco de fondo, abarcativo, a la abstracción. Porque Pettoruti, antes de diseñar su carrera y de encasillarla a conveniencia, se definió en los últimos quince años de vida como “pintor abstracto”, retomando un hilo que había dejado atrás hacía mucho tiempo, con sus dibujos y pinturas abstractos de los años italianos (1913-1924).
Las obras que se exponen en la sala son divertidas. Son formas orgánicas, libres, relacionadas entre sí, que pertenecen a momentos de la producción del artista muy diferentes. Hay que observar que en la trayectoria del pintor, a pesar del paso de los años, los motivos persisten: por ejemplo, pintó el motivo de la copa una, y otra y otra vez, en diferentes momentos. Si usted va a la exhibición, fíjese, por ejemplo, en Copa llena, de 1928; Copa sobre la mesa, de 1930, Copa llena, de 1939, La gran copa, de 1949 y la espectacular Copa armónica II, de 1937. Son cinco maneras de observar, reflexionar y analizar el mismo motivo, pero con resoluciones muy diversas.
“Nunca hemos visto el espíritu con los ojos y, no obstante, sentimos su permanencia”, escribió Pettoruti en 1936. Y algo de esto pesa en la exposición; muchos de los trabajos son exquisitos, inusuales, y hasta poco terrenales (especies de ganchos divinos con la capacidad de sumergirnos de lleno en otra dimensión de la vida, de la realidad). Quizás la respuesta a estos dilemas la puede responder el propio Pettoruti: “¿O acaso las percepciones del artista no son infinitamente superiores a las descripciones más fieles de la realidad?”

FICHA
Pettoruti y el arte abstracto, 1914-1949

Lugar: MALBA, Av. Figueroa Alcorta 3415.
Fecha: hasta el 27 de junio.
Horario: lunes a jueves 12 a 20 hs; martes cerrado.
Entrada: $ 22. Jub y est.: $ 11.


Fuente: Revista Ñ Clarín.

BENEGAS LYNCH RECUERDA A BORGES


Alberto Benegas Lynch (h), intelectual y pensador de fuste, escribe y recuerda a Jorge Luis Borges con notable agudeza y su proverbial pluma.  A un cuarto de Siglo de la muerte del insigne escritor, bien vale recordarlo y homenajearlo bajo el enfoque de este reconocido economista y catedrático de la libertad.


MI RECUERDO DE BORGES

Por Alberto Benegas Lynch (h)
Diario de América

Cuando era rector de la Escuela Superior de Economía y Administración (ESEADE) los alumnos me pidieron tenerlo a Borges entre los invitados. Intenté el cometido por varios caminos indirectos sin éxito, incluso almorcé en su momento con mi pariente Adolfo Bioy Casares con quien en aquel entonces éramos miembros de la Comisión de Cultura del Jockey Club de Buenos Aires, pero me dijo que “Georgie se está poniendo muy difícil de modo que prefiero no intervenir en este asunto”. Finalmente decidí llamarla por teléfono a la famosa Fanny (Epifanía Uveda de Robledo) quien actuaba como ama de llaves en la casa de Borges desde hacía más de un cuarto de siglo. Ella me facilitó todo para que Borges fuera a hablar a ESEADE y arregló los honorarios conmigo.
La velada fue muy estimulante y repleta de ironías y ocurrencias típicamente borgeanas todo lo cual se encuentra en la filmación de ese día en los archivos de esa casa de estudios, acto al que también nos acompañó por unos instantes Adolfito antes de ir a la regular sesión de masajes para aliviar su dolor de espalda. Cuando nos dirigíamos al aula Borges me preguntó “¿Dónde estamos Benegas Lynch?” y cuando le informé que en el ascensor me dijo “¿por qué ascensor y no descensor?”.
Cuando lo dejé en su departamento en la calle Maipú me invitó a pasar y nos quedamos conversando un buen rato atendidos por Fanny que nos sirvió una taza de té que al rato repitió con la mejor buena voluntad. Hablamos de los esfuerzos para difundir las ideas liberales y las dificultades para lograr los objetivos de la necesaria comprensión de la sociedad abierta. Se interesó por la marcha de mis cátedras y especialmente por la reacción de los estudiantes. Volvió a sacar el intrincado tema del arte objetivo o subjetivo que habíamos tocado en el automóvil cuando lo buscamos con María, mi mujer, ocasión en la que al intercalar la relación entre el arte y la religión señaló que la referencia religiosa más sublime que había escuchado era que “el sol es la sombra de Dios”.
Sé que María Kodama ha tenido serias desavenencias con Fanny (y con algunos allegados y allegadas a Borges) pero no quiero entrar en esos temas, sólo subrayo que con María tenemos una muy buena relación y ella me invitó a exponer en el primer homenaje a Borges que le rindió la Fundación que lleva su nombre junto al sustancioso y extrovertido español José María Álvarez y a otros escritores. Mi tema fue “Spencer y el poder: una preocupación borgeana” lo cual fue muy publicitado en los medios argentinos (a veces anunciado equivocadamente como Spenser, por Edmund, el poeta del siglo xvi, en lugar de aludir a Herbert Spencer el filósofo decimonónico anti-estatista por excelencia). Con Maria Kodama nos hemos reunido en muy diversas oportunidades solos y con amigos comunes pero siempre con resultados muy gratificantes.
Son muchas las cosas de Borges que me atraen. Sus elucubraciones en torno a silogismos dilemáticos me fascinan, por ejemplo, aquel examen de un candidato a mago que se le pide que adivine si será aprobado y a partir de allí como el consiguiente embrollo que se desata no tiene solución. Por ejemplo, su cita de Josiah Royce sobre la imposibilidad de construir un mapa completo de Inglaterra ya que debe incluir a quien lo fabrica con su mapa y así sucesivamente al infinito. Por ejemplo, la contradicción de quienes haciendo alarde de bondad sostienen que renuncian a todo, lo cual incluye la renuncia a renunciar que significa que en verdad no renuncian a nada.
He recurrido muchas veces a Borges para ilustrar la falacia ad hominem, es decir quien pretende argumentar aludiendo a una característica personal de su contendiente en lugar de contestar el razonamiento. En este sentido, Borges cuenta en “Arte de injuriar” que “A un caballero, en una discusión teleológica o literaria, le arrojaron en la cara un vaso de vino. El agredido no se inmutó y dijo al ofensor: ésto señor, es una digresión; espero su argumento” y la importancia de saber conversar a la que alude Borges quien ilustra la idea con la actitud hospitalaria y receptiva de Macedonio Fernández que siempre terminaba sus consideraciones “con puntos suspensivos para que retome el contertulio”, a diferencia de Leopoldo Lugones que “era asertivo, terminaba las frases con un punto y aparte; para seguir hablando con él había que cambiar el tema”.
Siempre me ha parecido magnífico el modo en que Borges comienza “La biblioteca de Babel”: “El universo (que otros llaman la biblioteca)…”. Una afirmación que encierra el secreto de toda biblioteca bien formada que representa un fragmento de la cultura universal, una porción de los amigos del conocimiento, un segmento de los alimentos más preciados del alma.

A mis alumnos les he citado frecuentemente el cuento borgeano de “Funes el memorioso” para destacar la devastadora costumbre de estudiar de memoria y la incapacidad de conceptualizar y de relacionar ideas. Recordemos que Funes, con su memoria colosal después del accidente, no entendía porque se le decía perro tanto a un can de frente a las cuatro de la tarde como a ese animal a las tres y de perfil.
Es casi infinito el jugo que puede sacarse de los cuentos de Borges (un periodista distraído una vez le preguntó cuál era la mejor novela que publicó, a lo que el escritor naturalmente respondió: “nunca escribí una novela”). Las anécdotas son múltiples: en una ocasión, al morir su madre, una persona, en el velorio, exclamó que había sido una lástima que no hubiera llegado a los cien años que estuvo cerca de cumplir, a lo que Borges respondió “se nota señora que usted es una gran partidaria del sistema decimal”. Con motivo del fútbol en una ocasión se preguntó en voz alta la razón por la que ventidós jugadores se peleaban por una pelota: “sería mejor que le dieran una a cada uno”. Un joven se le acercó en la calle y con gran euforia le entrega un libro de producción propia y Borges le pregunta por el título a lo que el peatón responde Con la patria adentro, entonces el escritor que siempre rechazó toda manifestación de patrioterismo exclamó “¡qué incomodidad amigo, qué incomodidad!”. En otra ocasión se arrima una joven entusiasta que afirma casi a los alaridos “Maestro, usted será inmortal” a lo que Borges respondió “no hay porque ser tan pesimista hija” y cuando Galtieri era presidente argentino le dijo que una de sus mayores ambiciones era parecerse a Perón: Borges (seguramente conteniendo sus primeros impulsos) replicó lo más educadamente que pudo, “es imposible imponerse una aspiración más modesta”. Poco antes, en esa misma época militar, se convocó a una reunión de “la cultura” a la que lo habían invitado reiteradamente por varios canales y a la salida los periodistas le consultaron sobre el cónclave a lo que Borges contestó con parquedad y con un indisimulado tono descalificador: “no conocía a nadie”. A poco de finiquitada la inaudita guerra de las Malvinas, Borges publicó un conmovedor poema donde tiene lugar un diálogo entre un soldado inglés y uno argentino que pone de manifiesto la insensatez de aquella guerra iniciada por Galtieri al invadir las mencionadas islas (tantas personas perdieron el juicio en esa guerra que un miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Argentina sugirió se lo expulsara al premio Nobel en Economía F. A. Hayek como miembro correspondiente de la corporación debido a que declaró con gran prudencia y ponderación que “si todos los gobiernos invaden territorios que estiman les pertenecen, el globo terráqueo se convertirá en un incendio mayor del que ya es”…afortunadamente aquella absurda e insólita moción no prosperó).

Borges tenía una especial aversión por todas las manifestaciones de los abusos del poder político por eso, en el caso argentino, sostuvo en reiteradas ocasiones (reproducido en El diccionario de Borges compilado por Carlos R. Storni): “Pienso en Perón con horror, como pienso en Rosas con horror” y por eso escribió en “Nuestro pobre individualismo” que “El más urgente de los problemas de nuestra época (ya denunciado con profética lucidez por el casi olvidado Spencer) es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo” y en el mismo ensayo concluye que “el Estado es una inconcebible abstracción”.
Pronostica Borges (lo cual queda consignado en el antedicho diccionario) que “Vendrán otros tiempos en que seremos ciudadanos del mundo como decían los estoicos y desaparecerán las fronteras como algo absurdo” y en “Utopía de un hombre que estaba cansado” se pregunta y responde “¿Qué sucedió con los gobiernos? Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más compleja que este resumen”.
Borges nos arranca la angustia del absurdo perfeccionismo al intentar la administración de la pluma en el oficio de escribir cuando al citarlo a Alfonso Reyes dice que “como no hay texto perfecto, si no publicamos nos pasaríamos la vida corrigiendo borradores” ya que un texto terminado “es fruto del mero cansancio o de la religión”.
Y para los figurones siempre vacíos que buscan afanosamente la foto, escribió Borges en El hacedor: “Ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien para que no se descubriera su condición de nadie” y también, en otro tramo de esa colección, subrayaba la trascendencia de la teoría al sostener que “La práctica deficiente importa menos que la sana teoría”. Se solía mofar de la xenofobia y los nacionalismos, así definió al germanófilo en la segunda guerra, no aquel que había abordado a Kant ni había estudiado a Hoelderin o a Schopenhauer sino quien simplemente  era “anglófobo” que “ignora con perfección a Alemania, pero se resigna al entusiasmo por un país que combate a Inglaterra” y, para colmo de males, era antisemita. En el ensayo anteriormente mencionado sobre el individualismo enfatiza que “el nacionalismo quiere embelesarnos con la visión de un Estado infinitamente molesto”.
Sus muy conocidos símbolos revelan distintas facetas del mundo interior. Los laberintos ponen de manifiesto el importante sentido de la perplejidad y el asombro como condición necesaria para el conocimiento y el sentido indispensable de humildad frente a la propia ignorancia. Los espejos -cuando se mira en profundidad la propia imagen- “atenúa nuestra vanidad” y, simultáneamente permite ver que “somos el mismo y somos otros” en el contexto de las variaciones que operan en el yo a través del tiempo. Los sueños como anhelos y como fantasía. La manía borgeana por los tiempos circulares si se partiera de la premisa que todo es materia y el universo finito, lo cual conduce a permutaciones repetitivas (noción que, entre otros textos, la adopta en “La biblioteca total”, en conformidad con una conjetura que comenta Lewis Carroll dado “el número limitado de palabras que comprende un idioma, lo es asimismo el de sus combinaciones posibles o sea el de los libros”). Y, por último, el color amarillo del tigre como su primer recuerdo “no físicamente, sino emocionalmente” que se une al color que frecuentemente veía en su ceguera.
Ante todo, Borges se caracterizó por su independencia de criterio y su coraje para navegar contra la corriente  de la opinión dominante y detestaba “al hombre ladino que anhela estar de parte de los que vencen” tal como escribió en la antes menciona nota sobre los germanófilos…“a un caballero solo le interesan las causas perdidas” recordó con humor nuestro personaje en el reportaje conducido por Fernando Sorrentino.
En el prólogo a unas pocas de las obras de Giovanni Papini (otro cuentista y ensayista extraordinario con una prodigiosa imaginación) dice Borges: “no se si soy un buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector”.
Edwin Williamson, Victoria Ocampo, Rodríguez Monegal, Norman Thomas di Giovanni, María Esther Vázquez, Alicia Jurado y tantísimos otros han escrito sobre Borges y otros tantos lo han entrevistado (apunto al margen que le dijo a Osvaldo Ferrari que “cuando uno llega a los ochenta y cuatro años uno ya es, de algún modo, póstumo”) y una cantidad notable de tesis doctorales producidas en todos los rincones del orbe sobre este firme patrocinador del cosmopolitismo. De cualquier manera, no por reiterado es menos cierto y necesario decir que este autor constituye una invitación portentosa y renovada a la pregunta y al cuestionamiento creador.

diariodeamerica.com

Fuente: prensapopular.com.ar