La notable colección de moluscos y bivalvos del Museo Rivadavia
DISEÑO. EL NAUTILUS , CUYO IMPACTANTE MORFOLOGIA NATURAL HA SIDO TOMADA COMO MODELO DE TODO TIPO DE OBRAS, ENTRE ELLAS PARTE DE LAS BARANDAS DEL PROPIO MUSEO DE CIENCIAS.
El lugar está abierto cinco horas por día. Pero si uno fuera a mirar detenidamente los cientos de piezas que componen esa maravillosa colección, varias semanas no serían suficientes. Se trata de la sala del Museo Argentino de Ciencias Naturales que reúne a las más impactante y monumental colección de caracoles, moluscos y bivalvos del país y del mundo que puedan verse en un solo lugar. Y para sorpresa de los que aún no la descubrieron, está a pasos del Parque Centenario.
El nombre técnico del sector es Sala de Malacología, aunque se la conozca por el más llano, simplificado e incorrecto “salón de los caracoles”. Allí, en atractivas y bien iluminadas vitrinas aparecen caracoles terrestres y marinos, bivalvos de agua dulce y de mar y moluscos traídos de los lugares más remotos.
Entonces, caminando y observando las vitrinas, uno empieza sentirse como una especie de Jacques Cousteau, el investigador y navegante francés que con su barco, el Calypso, se dedicaba a recorrer los mares del planeta para saber más del mundo subacuático.
Así se puede descubrir, por ejemplo, a ejemplares de la Lambis chiragra y de la Tibia delicatula, dos tipos de caracoles marinos de la cuenca indo-pacífica. O tal vez sorprenderse con la forma del Strombus Goliat (de la zona caribeana-brasileira) y del Haliotis rufescens, llegado desde el área cercana a Oregón y California. Se trata de “diseños” naturales que pueden deslumbrar al más creativo de los diseñadores artísticos.
Por supuesto que la gran sala tiene sus primeras figuras, igual que las tiene cualquier escenario que ofrezca un gran espectáculo. Uno de ellos está en el sector dedicado a los cefalópodos. Se trata del Nautilus, también llegado desde la zona Indo-Pacífico. Puede habitar en profundidades de hasta 500 metros. Su atractiva imagen tiene tal simbolismo que cuando los artesanos diseñaron las barandas de hierro del edificio, utilizaron el perfil de un Nautilus seccionado como elemento decorativo.
Pero aunque el Nautilus convoque miradas, la vedette del lugar tiene otro nombre. Se llama Tridacna gigas y es el caparazón de uno de los moluscos vivientes más grandes del mundo. Algunas superan hasta los 300 kilos. La almeja gigante que está en el Museo tiene dos grandes valvas (cada una pesa cerca de cien kilos) y se estima que el molusco que la habitaba rondaba los ochenta. Colocada sobre un soporte de hierro preparado especialmente, esta maravilla de nácar está al alcance de la mano en un rincón de la sala. Dicen que allí se pueden llegar a formar perlas del tamaño de una pelota de ping pong. También cuentan que muchas de estas valvas se suelen usar como pilas bautismales en algunas iglesias.
Lo más importante del lugar es que el espectáculo comienza cuando uno llega. Y la “sala de los caracoles” es sólo una de las varias e interesantes exhibiciones que hay en el museo vecino al Parque Centenario, cuyas colecciones superan las tres millones de piezas. Entre ellas están la réplica de una cabeza del impactante Tiranosaurio Rex, el esqueleto de un Velociraptor como aquellos que popularizó Steven Spielberg en sus películas, o la monumental vértebra de uno de esos gigantes hallados en la Patagonia. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com
EL NAUTILUS EN EL DISEÑO DE LAS BARANDAS DEL MUSEO DE CIENCIAS NATURSALES "BERNARDINO RIVADAVIA"
FOTO PEDRO L. BALIÑA