PEDRO BALIÑA
EN LA BIBLIOTECA DEL JOCKEY CLUB



El magnífico busto de Carlos Pellegrini, hecho en mármol blanco por el escultor francés Coutan, parece controlar el Sala de Lectura que lleva su nombre.

La sede social del Jockey Club, ubicada en Avenida Alvear 1345 –antigua residencia de doña Concepción Unzué de Casares– fue adaptada para sus nuevas funciones por el estudio de los arquitectos Acevedo, Becú y Moreno. En esa tarea de reciclaje, que concluyó en 1968, mucho se tuvo que trabajar para instalar en el segundo piso la Biblioteca y la Sala de Lectura. Al primero de esos ámbitos se le proveyó de una elegante iluminación, con artísticas arañas, lámparas individuales en las mesas de lectura y otras de pie adjuntas a cómodos sillones. En cuanto a la denominada tradicionalmente “Sala de Lectura” –donde se solían leer los diarios y revistas ya desde los lejanos tiempos de la sede de la calle Florida–, la altura de su techo representó un problema que se solucionó creando uno falso y más bajo, con una gran abertura central provista con tubos de neón cuya luz caía, a través de un parrilla plástica, directamente sobre la gran mesa donde se desplegaban las colecciones de los periódicos. En 1999, un inesperado accidente –el desprendimiento de parte de ese falso techo– permitió descubrir el techo original, que ostentaba ricas ménsulas y molduras.

Es ésta la única obra para la cual posó Pellegrini y su autor hizo también el monumento que lo recuerda en la plazoleta que está justo frente a la sede del Club y que fuera "levantado por la gratitud nacional". Amén de Presidente de la República Argentina, Carlos Pellegrini fue el principal impulsor de la creación del Jockey Club y su primer Presidente.

Las autoridades de la institución resolvieron que debía rescatarse ese ornato incomparable devolviéndole el aspecto que había tenido en el pasado. Se procedió por lo tanto a su cuidadosa restauración. Una vez concluido ese proceso, llegó el momento decisivo de resolver cómo se solucionaría la cuestión que planteaba iluminar, de manera adecuada, ese salón que había adquirido de repente nuevas proporciones, y fue en ese momento cuando entró tallar la personalidad, la imaginación y la experiencia de un maestro en la materia: Pedro Baliña. Muchas horas pasó Baliña estudiando diversas posibilidades, comentándolas, discutiéndolas, haciendo pruebas, desechando algunas ideas, volviendo sobre otras, hasta que por fin presentó un plan que, por la minuciosidad de su diseño, y por tener en cuenta los más diversos y variados detalles, fue aprobado de inmediato por las autoridades de la institución.

La iluminación, halógena y regulada, baja desde modernos artefactos embutidos en el cielorraso.Los artefactos perimetrales, se instalaron para poner en valor los colores y calidades de las lindas encuadernaciones de los libros de los estantes.Cada socio que lee sentado alrededor de la gran mesa de lectura, puede regular individualmente la luz que le baja desde el cielorraso según sus propias necesidades lumínicas mediante un control ubicado bajo la tapa de la mesa. Esos controles, por ondas de radio activan reguladores embutidos en el cielorraso junto a cada artefacto, que a su vez suben o bajan individualmente la intensidad de la iluminación sobre cada uno de los diez puestos de lectura.

Ante todo, Baliña –que se encargó de dirigir personalmente las obras – tuvo en cuenta los distintos niveles de altura que presentaba el techo: el del cerramiento superior y el del cornisamento más bajo, sobre el que se elevan las grandes ménsulas. En el primer caso compuso un centro con numerosos focos de luz que inciden sobre el centro del salón, graduables en cuanto a la intensidad de la luz desde dispositivos instalados delante de cada uno de las sillas que rodean la gran mesa central. En cuanto a la moldurada cornisa, dispuso todo a lo largo de ella un perímetro lineal de spots que iluminan las estanterías y los libros, consiguiendo así un gran efecto dramático. También consideró los sillones que se encuentran ubicados en los ángulos de ese ámbito, dirigiendo sobre ellos haces de luz individuales.

En las vitrinas de los costados del busto de Carlos Pellegrini, se hacen exposiciones temporarias temáticas de libros singulares, documentos históricos, incunables, grabados antiguos, etc. Se les puso a dichas vitrinas una iluminación cálida, dada con tubos de origen alemán, que generan poca temperatura, con muy bajo consumo y larguísima vida útil promedio, por lo que no dañan el valioso material expuesto y se reducen drásticamente también los riesgos de incendios.

No quedó al margen de su plan la iluminación de las vitrinas para exposiciones, resuelta con luces ocultas para los ojos de los espectadores, ni el busto de Carlos Pellegrini que preside el salón, iluminado con un foco dirigido especialmente hacia él. En fin, la suya fue una tarea compleja y a la vez completa. Una excelente muestra de profesionalidad y buen gusto, sin dejar de mencionar el gran impacto visual logrado gracias a su inteligente planificación integral. Los resultados están a la vista, porque aún hoy, su labor sigue “iluminando” la tradicional sala de lectura de la Biblioteca del Jockey Club.

Roberto D. Müller
Director de la Biblioteca del Jockey Club,
Buenos Aires

Se les puso a las vitrinas de exposiciones temporarias una iluminación cálida, dada con tubos de origen alemán, que generan poca temperatura, con muy bajo consumo y larguísima vida útil promedio, por lo que no dañan el valioso material expuesto y se reducen drásticamente también los riesgos de incendios.

El monumento a Carlos Pellegrini, puede verse en la plazoleta que lleva el nombre del brillante hombre público, justo enfrente a la sede del Jockey Club. Fue también hecho por el escultor Jules Félix Coutan con mármol de Carrara y bronce e inaugurado el 12 de septiembre de 1914. Una leyenda reza "Levantado por la gratitud nacional". Jules Félix Coutan,1848-1938, nació en París, donde recibió premios e intervino en la Exposición Internacional de 1889, con la gran fuente central del Campo de Marte; y en la Exposición de 1900 fue galardonado con el gran premio. Fue autor además de obras importantes en Argentina, tales como las correspondientes a la Biblioteca Nacional de Buenos Aires: "Eros", "La vendedora de pan" y la "Caligrafía".


ALGUNOS SISTEMAS LUMÍNICOS PROYECTADOS








De arriba hacia abajo y de izquierda a derecha: 1.- Vista de una parte del living del departamento de la calle Mariscal Ramón Castilla de la Sra. Inés María Pereda de Sánchez Elía, decoradora del grupo de Quintus. 2.- Proyecté y dirigí la nueva iluminación exterior para poner en valor la arquitectura de las magníficas instalaciones que diseñaran los Arquitectos Miguel y Guillermo R. Madero para el Golf del Jockey Club en San Isidro y su entorno inmediato. También proyecté y dirigí la iluminación de la avenida de acceso al nuevo campo de deportes de socios del Jockey Club Argentino, en San Isidro, Prov. de Buenos Aires. 3.- La escalera de acceso al interesante edificio de estilo Secesión Vienesa (Art Nouveau) sede de la Jefatura del Regimiento de Granaderos a Caballo "General San Martín", que fue tecnológicamente innovador a principios del siglo XX, en plena presidencia del Dr. José Figueroa Alcorta, cuando se lo construyó e inauguró. 4.- Palacio Unzué de Casares, actualmente sede social del Jockey Club en Avenida Alvear 1345, Buenos Aires. La casa, en su estado actual, es el resultado de la integración de dos mansiones: la que tiene su ingreso por Avenida Alvear, proyectada por el Arquitecto Juan A. Buschiazzo (Italia, 1846 - Buenos Aires, 1917) para Concepción Unzué de Casares a principios del siglo XX y que fue reciclada y adaptada para el uso societario por el Estudio de los famosos Arquitectos Acevedo, Becú y Moreno e inaugurada en 1968, y otra con frente sobre la calle Cerrito 1446, la casa Sánchez Elía-Álzaga, que fue adquirida por el Jockey Club en 1981. Por sus estilos, ambas son muestras destacadas de la arquitectura ecléctica que estuvo tan en boga en nuestra ciudad a partir de los últimos años del siglo XIX. 5.- El frente del petit hotel de Talcahuano 1234, hecho en 1928 por el Arquitecto Alejandro Bustillo.Se hizo en él Casa F.O.A. de 1986. Los descendientes de Otto Bemberg y Sofía B. de Bemberg lo donaron al C.E.M.I.C. y tiene hoy su sede ahí la Fundación Norberto Quirno. Se diseñó el nuevo sistema lumínico y se dirigieron los trabajos necesarios para instalarlo. 6.- Palacio Bosch, sede de la residencia de la Embajada de los Estados Unidos de América en Buenos Aires. Se iluminaron el Salón Francés, el Comedor Principal y el Comedor Privado de los Embajadores. Capitalizando la enorme altura de techos, se colocaron artefactos con lámparas halógenas de haces cerrados que abren al llegar a las obras de arte. Hubo que colocar transformadores electrónicos lo más disimulados posible entre las hojas en relieve de la boiserie dorada a la hoja. 7.- Restaurante Cabaña Las Lilas, en Puerto Madero, Buenos Aires. Sobre la pared del fondo, uno de los cuadros del pintor Nicolás García Uriburu que se pusieron en valor: se restauraron, se les hicieron bastidores nuevos de cedro, debido a su gran tamaño y peso, se colgaron con cables de acero multifilamento y se iluminaron con lámparas halógenas AR 70, con bulbo apantallado, que ponen sus colores al máximo de sus posibilidades, permitiendo además una correcta visualización desde grandes distancias debido a la excelente definición de imagen. 8.- La casa de Rufino de Elizalde hecha por el Arq. Alejandro Bustillo para la escritora Victoria Ocampo en 1929, con el espíritu de Le Corbusier. La compró Amalia Lacroze de Fortabat para sede del Fondo Nacional de las Artes cuando era su presidenta. Aggiorné su iluminación interior, sobre todo la general y la específica de obras de arte cuando tenían la casa el publicista Francisco "Nono" Pugliese y la ex-modelo Claudia Sánchez, la célebre pareja de los avisos de LM, que despejaron a la casa de pesados ornatos que se le habían agregado sin criterio y le restituyeron un aspecto muy similar al que la casa tenía en época de Victoria Ocampo. Pasaron por y se hospedaron en ella personalidades mundiales de las artes, las letras y la cultura. Tiene espacios interiores muy interesantes y unos 800 metros cubiertos. 9.- Proyecté un sistema de iluminación para poner en valor los 10 vitrales, el altar mayor, el atrio y el campanario de la capilla de Jardín de Paz, primer cementerio privado de la República Argentina, y dirigí los trabajos necesarios para su instalación. La planta de la capilla de Jardín de Paz, es la paloma que representa al Espíritu Santo: en la cabeza está el altar, en las alas, están el coro y una zona simétrica que lo equilibra, y la cola, en forma de abanico, forma el atrio. 10.- Proyecté y dirigí la instalación del nuevo sistema de iluminación para la Sala de Lectura "Carlos Pellegrini" de la Biblioteca del Jockey Club Argentino en su sede social de la Avenida Alvear 1345, Buenos Aires, hice la iluminación de los cuadros de la zona de la escalera principal que va al primer piso - el de Napoleón al frente de sus tropas en la invasión a Rusia hecho por Francois Flameng, el retrato del Arq. Roberto Vasquez Mansilla hecho por Juan Lascano y el gigantesco cuadro que representa a una reina de Castilla cuando se casa en Venecia con un príncipe local - y para el jardín posterior, parte del cual se ve en esta foto. 11.- Algunas piezas arqueológicas griegas y romanas de la importante colección de Inés M. Pereda de Sánchez Elía.



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Ver, no ve cualquier ojo. Un ojo sensible, atento, curioso, muy interesado en ver y, además entrenado, suele ver más que el común de los ojos. Y ésto tiene vital importancia a la hora de poner en valor obras de arte. El ojo de un artista, sea un gran fotógrafo o no, suele tener más condiciones, más aptitud para ver y descubrir donde otros no ven ni descubren. Es un ojo que "sabe ver".


LA INSTITUTRIZ DE VICTORITA OCAMPO



La institutriz de Victorita Ocampo

Por Laura Ramos

Antes de empezar cada clase, Mademoiselle Alexandrine Bennemason hacía la señal de la cruz y obligaba a sus discípulas Victoria y Angélica Ocampo a rezar un padrenuestro. Les leía en francés un libro aburridísimo, La morale pratique, que les provocaba bostezos. Pero en ocasiones se sacaba los anteojos para restregarse los ojos y les recitaba unos versos de Racine y de Corneille que las fascinaba: “Del horror de una profunda noche…”. Las desobediencias y “contestaciones” de Victorita pronto obligaron a Mademoiselle a aplicarle penitencias. A menudo la amenazaba con dejarle colocado sobre la cabeza un bonete, que confeccionaba con un diario viejo, durante toda la clase. La segunda opción era más penosa: mantenerse de pie, con los brazos en cruz y un libro en cada mano. Cierta vez Mademoiselle perdió la compostura y retorció las fábulas de La Fontaine con una fuerza tan rabiosa que partió la dura tapa del volumen en dos pedazos. La profesora de piano se llamaba Berta Krauss, una temible dinamarquesa. Llevaba una esclavina de piel que parecía de carnero sucio y un prendedor del que colgaba una manito de coral. Era tan severa y brusca que en una ocasión hizo caer a su discípula del taburete giratorio de un empujón; una tarde la pellizcó. En verano llegaba a Villa Ocampo, la quinta de las tías que luego Victoria heredó, desde la estación San Isidro, montada en un break. Su alumna “la esperaba al pie de la escalera como un monaguillo dispuesto a decir misa” ( Autobiografía , Victoria Ocampo). Pronto les habló de la existencia de sus compositores predilectos: Grieg y Kuhlau, que ella pronunciaba Kulo. El nombre de Kuhlau las convulsionaba de una risa que debían sofocar, y que quedó ligado al de Miss Krauss para siempre en la familia. Una noche de 1905, bajo una tormenta de nieve invernal, un trineo tirado por caballos trajo a Mademoiselle O. a la mansión a Nabokov de Vyra. Vladimir tenía seis años y su hermano Sergey cinco. En la estación la esperaba el cochero Zahar, un hombre corpulento que hacía oír el húmedo chasquido del látigo sobre los dos caballos negros, Zoyka y Zinka, antes de dejarse engullir por la estepa. “Y me encontré allí, abandonada, como la condesa Karenina”, protestó ante sus alumnos luego de que una lámpara de petróleo la condujera al brillante salón de la casa cubierta de nieve. Su vocabulario ruso estaba formado por una sola palabra: “¿dónde?” (transcripción fonética: giddy-eh ), la misma solitaria palabra que se llevó de regreso a Suiza siete años después. Al día siguiente de su llegada los niños la dejaron resoplando en la escalera de entrada y se escaparon por el camino hacia el pueblo. Recorrieron tres kilómetros hasta que Dmitri, provisto de una lámpara, los alcanzó. “Giddy-eh?” gritaba frenéticamente Mademoiselle O desde el porche. Pero les leía, sin el menor tropiezo ni vacilación, El Conde de Montecristo, Los miserables , en un francés lustroso y magnífico que les purificó la sangre. Vladimir, ya en el exilio, fue a visitarla a Lausana, convertida en una especie de colonia de ancianas institutrices que competían en recuerdos y nostalgias. “En nuestro propio pasado siempre nos encontramos como en casa”, dice Nabokov para explicar el amor póstumo de aquellas damas por países remotos y recuerdos falsos. “Ah –suspiraba–, aquellos días felices en el chäteau ” “¡Y aquella vez que tú y Sergey me dejasteis perdida y gritando en la espesura del bosque!” “¡Los azotes que os di!”. Nunca los había azotado, y tampoco había sido feliz. En la mesa familiar, si creía que la habían situado muy cerca de los parientes pobres, la ofensa que sentía le hacía torcer el gesto en una sonrisa pretendidamente irónica, que culminaba con un “perdóneme, estaba perdida en mis tristes pensamientos” a su interlocutor. “No os preocupéis por mí”, decía con su vocecita cuando se le escapaba una lágrima de pesar, y seguía comiendo hasta que las no secadas lágrimas la cegaban. “La conversación general había girado, por ejemplo, en torno al tema del buque de guerra que comandaba mi tío, y ella había percibido en esto una malévola indirecta contra su Suiza natal, que carecía de Armada” ( Habla, memoria , Nabokov). La derribó por completo la llegada de un enérgico, saludable preceptor ruso de opiniones políticas radicales que ignoraba el francés. Al escribir sobre su gobernanta muchos años más tarde, luego de haberse convertido, él también, en un extranjero en tierras extrañas, Nabokov describió así su suprema desgracia: “Ser una extranjera, náufraga, sin un céntimo, enferma, en pos de la bendita tierra donde por fin sería entendida” pero donde, en realidad, “se subvaloraba la vocecita de ruiseñor que salía de su cuerpo de elefante”. Si hay un tratado sobre institutrices ese es Agnes Grey (Anne Brontë, 1847), un tratado pornocalvinista que suscribe la idea de Karl Marx sobre la historia de la humanidad como historia de la lucha de clases, ( Manifiesto Comunista , 1848). Pero esa historia se las contaré el próximo domingo.


Fuente: clarin.com


MIENTRAS TANTO
¿MUSEOS O ESPACIOS VERDES?




Auspiciado por el multimillonario Bernard Arnault, el célebre arquitecto estadounidense Frank Gehry, creador, entre muchas otras grandes obras, del Guggenheim de Bilbao, construye en el Bois de Boulogne de París, un edificio de cristal para el Museo de Arte Contemporáneo Louis Vuitton. Aquí, Gehry con la maqueta del nuevo Museo, cuando se lo presentó.

Juana Libedinsky

PARIS.- Cuando la compañera de viaje tiene un año y medio, la queja que reflejan los diarios de que en la Ciudad Luz hay "demasiados museos y demasiado poco espacio verde" deja de parecer un comentario de parisinos sofisticados que quieren escandalizar y se torna un problema cotidiano casi creíble. El tema, sin embargo, no parecería ser tanto que no haya espacios verdes, como que, en las plazas céntricas, pisar el pasto en primavera está prohibidísimo en casi todos lados. ¿Si ve a la distancia una masa humana compacta en un espacio mínimo, uno piensa que es una manifestación o quizá una performance? Error, son padres con niños en los pocos metros cuadrados en los que se puede aprovechar el césped. Una de las pocas excepciones es el Bois de Boulogne, donde se libra la última batalla. Resulta que Bernard Arnault, dueño del grupo LVMH, está construyendo en el "bois" un museo de 143 millones de dólares diseñado por Frank Ghery para albergar su colección de arte contemporáneo. Las tierras son fiscales, pero el compromiso es que en 55 años el edificio será cedido a la comuna sin cargo. La mitad ya está lista, pero la obra fue parada por acción de unos vecinos. El argumento es técnico, pero aseguran que buscan evitar que se saque más espacio verde a la ciudad aunque sea para el arte. Por ahora el poder político y judicial han tomado visiones opuestas y no se prevé una resolución rápida. Pocos años atrás, el gran rival de Arnault, François Pinault, cansado de las trabas que le pusieron cuando quiso construir en las afueras de París un museo para su propia célebre colección de arte, finalmente se la llevó a Venecia, donde es un gran atractivo turístico. ¿Un antecedente para esta situación? Quizás Arnault ya lo esté teniendo en cuenta.


Fuente texto: lanacion.com


EL RELATO DEL TIEMPO



Javier Marías y el poder devastador de la literatura

............................................................................................ JAVIER MARÍAS
Claudio Magris - Corriere Della Sera


ROMA.- En la lengua de los Chamacocos, un pueblo indígena del Paraguay, para negar el verbo en tiempo presente se usa el futuro, que pertenece al modo "no indicativo". Para decir "él no ama", se dice "él amará". Con ello no se quiere afirmar la certeza o la probabilidad o la esperanza de que algo suceda más tarde (en el ejemplo citado, "que él mañana se enamore"), sino más bien señalar una negación, una ausencia. Diciendo "él amará", además, se puede entender que no ama. Esto bastaría quizá para proponer al chamacoco como lengua oficial del Reino de Redonda y, como duque del mismo reino ("duque de segunda mano", reza el título que elegí para mí), me reservo el derecho de hacer esa propuesta. Creo que a nuestro soberano, Javier Marías, rey de Redonda y uno de los grandes escritores del mundo, tal propuesta no le disgustará. Como todo auténtico poeta, Marías es inexplicable incluso para sí mismo. Cercano a la tragedia, a la piedad, a la violencia cruda, pero también rico de ironía, en la escritura y en la vida, como lo demuestra su bizarro Reino de Redonda, una islita deshabitada en el Mar de las Antillas, en la que Glasworthy, un escritor aventurero, se proclamó rey hacia fines del siglo XIX, y cuyo título, a través de surreales y complejas sucesiones, llegó hasta Marías mismo, quien constituyó una Cámara de Pares del Reino, cuyo número crece por cooptación entre sus miembros, y entre los cuales se encuentran Coetzee, Munro, Steiner, Eco, Kundera y Almodóvar. También el humorismo, la sonrisa fraternal y afectuosa forman parte de la gama de sentimientos de un autor como Marías, para quien -como para su amadísimo Shakespeare, de quien extrae a menudo el título de sus novelas- la vida es al mismo tiempo una fábula narrada por un idiota, como en Macbeth , o la belleza de Julieta, que enseña cómo se encienden las antorchas. En Marías -que acaba de lanzar una nueva novela, Los enamoramientos - la escritura nace sin un diseño preciso: "Carezco por completo de una visión de futuro. No sólo no sé lo que quiero escribir y adónde quiero llegar... No sé siquiera cuando comienzo una novela ni cuál será el tema ni qué sucederá ni quiénes serán los personajes. Y ni hablar de cómo terminará". Con esta poética -que siento mía, mucho más que otras-, Marías cuenta aquello que hubiera podido suceder y nunca sucedió. Como para Musil, también para él, la historia, individual y colectiva, está hecha de potencialidades concretas y no quiméricas, es decir, de aquello que es posible en una determinada situación y, como tal, forma parte de la vida y del mundo. Tu rostro mañana -obra de fuerza extraordinaria- es el título de su reciente trilogía, pero podría ser también el título ideal de su narrativa en general, que comprende textos inolvidables, como Mañana en la batalla piensa en mí , Corazón tan blanco (probablemente su obra maestra), Negra espalda del tiempo , además de agudos ensayos, en los que la amable y morosa racionalidad de pronto se quiebra como la superficie del mar, cuando los remolinos abren lugar a los abismos, sin que por ello se turbe la responsable lógica del discurso. Javier Marías es un maestro original de la narración del tiempo, tal como tantos predecesores excepcionales: Proust, pero sobre todo Faulkner y Sterne, sus preferidos. Narrar el tiempo significa contar el modo en que éste se deshilvana a partir de una bruma capaz de tomar, como las nubes, la forma de las realidades más diversas. El tiempo, transcurriendo, se transforma en el rostro y en los sentimientos de los hombres, se coagula en los eventos individuales y colectivos, en un proceso en que todo se condensa y se disuelve, sin que nada se pierda. La red que el narrador echa en la crecida aferra de todo, aun cuando después lo deja hundirse con piedad en el magma informe de la vida, porque para los hombres no siempre es bueno que emerja la verdad. En la escritura, el pasado inestable y cambiante se transforma y asume una dimensión cronológica distinta. Marías es un poeta de lo grande y de lo mínimo, de la historia y de los matices del corazón, de las pasiones, intrigas, aventuras, del misterio, de los objetos y fantasmas. A menudo enfoca en cámara lenta la existencia en escenas amplificadas, para después difuminar esa existencia en una sombra humanísima y protectora. A Marías también le fascinan, si bien con horror, el mal violento e impalpable, el mal individual y colectivo, la traición y la delación, los crímenes cometidos por los Estados y por las leyes, el mal opaco que la vida absorbe, olvida e integra en lo cotidiano, como el delito de Ranz en Corazón tan blanco , o la indiferencia que rodea a la mujer muerta en Mañana en la batalla piensa en mí , o las atrocidades de la guerra de España y de los servicios secretos, evocados en el último volumen de la trilogía Tu rostro mañana , en que acciones tenebrosas se entrecruzan con una de las más bellas historias de amor y de muerte. ¿Es un bien o es un mal conocer el rostro en el mañana, el de uno mismo y el de las personas queridas que forman parte de nosotros, que son parte de nuestro propio rostro? ¿La verdad nos hace libres, como dice el Evangelio, tan amado por Freud? ¿O bien, petrifica como la mirada de la Medusa, es insostenible como el rostro de Dios, que quien lo ve, muere? Marías es un gran narrador de las verdades y de los secretos, de la imposibilidad y de la necesidad de ignorar. Su gran compatriota barroco, Gracián, debe de haberle enseñado que la verdad es una sangría del corazón. Narrar deforma y altera los hechos, los crea y los niega al mismo tiempo. El escritor y el lector son también espías. Inventar la vida como hacen los escritores -dice Marías- significa "hallar", descubrir la vida misma, en el sentido del verbo latín invenire . La escritura hace algo más: descubre también la ausencia, aquello que se ha perdido, las omisiones y los deseos insatisfechos de una existencia, los proyectos frustrados, descubre aquello que fuimos y aquello que no fuimos. Sólo el relato puede representar este lado cóncavo de la vida, estas alternativas de la realidad en indicativo, o incluso de la totalidad de la existencia. Porque nosotros somos lo que hicimos, pero también lo que hubiésemos querido hacer, aquello que quizá por pura casualidad no hicimos pero que estábamos dispuestos a hacer, aquello que pensamos y deseamos sin confesárnoslo, lo que olvidamos o fingimos haber olvidado. Esta es la verdad de la escritura, pero también su potencia devastadora, porque obliga a hacer las cuentas con la totalidad de aquello que somos, cuyo peso es casi siempre insoportable. Marías no está casado, pero es un gran poeta del matrimonio, la relación existencial por excelencia entre las personas y por ello profundamente peligrosa: vida convivida, que es un confesionario y al mismo tiempo una elusión, un decirse todo, junto a la dificultad y a la tentativa de no decirlo, con pasión, riesgo y culpa; una complicidad y una rivalidad que giran en torno al decir y el no decir. La vida, para Marías, es fidelidad y traición. No la banal traición erótica o sentimental, sino la traición permanente de los amigos, amantes, padres, hermanos, amores, credos; traición de la propia infancia y del pasado, que se suprimen con el tiempo, al alejarse de ellos. La literatura, al indagar y a veces al revelar el secreto, tiene una función potencialmente profanadora. Narra el secreto, pero lo narra tarde, en un momento quizás equivocado, poniendo en movimiento mecanismos destructivos. Cada narración puede desencadenar consecuencias incalculables. En el último volumen de la trilogía, Valerie muere porque descubre lo que su accionar ha provocado a lo largo del tiempo. La literatura es entonces la lucha contra el olvido y a favor del olvido, ya sea en el plano individual, ya sea en el plano histórico y político: como, por ejemplo, en la España postfranquista, la culpa y la necesidad del olvido de los delitos de la Guerra Civil. La escritura vuelve incluso más ambivalente el yo de quien escribe, de quien lee y de los personajes. En el breve ensayo "Quien escribe", Marías afirma que cuando presta su experiencia a un personaje no se trata más de sí mismo, sino de otro; por más similar que sea a sí mismo, se trata de "quien hubiera podido ser y no he sido". Este escritor tan experto en la dislocación moderna o posmoderna del yo ofrece al lector lo que la novela contemporánea no sabe o no quiere ofrecer sino muy raramente: personajes de carne y hueso, historias, hechos, aventuras, verdades esenciales sobre la vida, el amor, la cercanía/lejanía de los seres humanos, la pérdida, la dificultad de vivir juntos, en la amistad como en el amor. El fin de un escritor verdaderamente grande -dijo Marías a propósito de Faulkner- es intentar lo imposible. Valga para todos lo que me deseó en la dedicatoria de su libro Fiebre y lanza , la primera parte de la trilogía: "Que tus queridos rostros de hoy lo sean también mañana".


Fuente: lanacion.com