SOBRE LO BELLO Y LO TRISTE



Sin alejarse de su Chivilcoy natal, salvo para fotografiar a wichis y tobas, Daniel Muchiut ha retratado su aldea y ha pintado al mundo.

Sobre lo bello y lo triste

Por Marcos Zimmermann

Miguel Rodríguez, el extraordinario director de fotografía argentino nacido en Orán, responsable de las más exquisitas imágenes que se hayan realizado en nuestro cine, decía que los griegos habían construido la cultura más desarrollada con los medios más primitivos y, en cambio, los norteamericanos, la cultura más primitiva con los medios más desarrollados. Esta frase podría describir a muchas de las experiencias culturales que existen hoy en el interior de nuestro país que hablan de sus propias cosas solo a fuerza de la verdad que contienen sus mensajes. Este es el caso de Daniel Muchiut, un sorprendente fotógrafo nacido en Chivilcoy.
Desde esa ciudad y apartado de las posibilidades que puede brindar la capital de nuestra nación a un artista, Muchiut viene desarrollando una prolífica obra fotográfica para la cual casi nunca ha necesitado salir de su pueblo, ni renovar el austero equipo fotográfico con el que realiza desde hace años todo su trabajo. Allí, Muchiut ejercita sin descanso su pasión por retratar los aspectos menos vistosos de su pueblo, para convertirlos en piezas fundamentales a la hora de contar y entender algunos rasgos de nuestro país. Pero, además, lo singular de su trabajo es que, al mirar cualquiera de los más de veinte ensayos fotográficos que ha construido durante otros tantos años, uno se da cuenta de que, en realidad, más que relatar su propio lugar, sus fotografías hablan del mundo.
Es que las razones de esta universalidad de su obra son, por cierto, misteriosas. Quizás sea que no existe en ella nada de folclórico y mucho menos la exaltación de lo pampeano. Lo cierto es que sus ensayos podrían ser transportados a otras latitudes sin perder validez, sentido, ni sustancia, aunque al mismo tiempo, al mirar cada una de sus fotografías, uno tiene la certeza de estar frente a un trabajo profundamente argentino.
La clave está, me parece, en el ascetismo esencial que tiene Muchiut para enfrentar la realidad que lo toca y la manera directa que eligió siempre para contarla. Quizás sea su capacidad de mostrar con sencillez lo más profundo –algo de lo que solo son capaces los grandes artistas– aquello que acerca el trabajo de Muchiut a esa manera que tenían los griegos de construir su mundo, y que exaltaba la frase de Rodríguez.
Muchiut tiene un origen pobre. El mismo relata que vendió su bicicleta para comprar su primera cámara fotográfica. Que uno de sus abuelos llegó desde Italia después de la Primera Guerra. Que, el otro, se mudó a Chivilcoy desde Trenel (un diminuto pueblo de La Pampa) expulsado por una gran sequía, para vivir apenas bajo un toldo precario de chapas durante largo tiempo. Que su padre conoció a su madre en un sencillo baile del pueblo.

Sobre lo bello y lo triste.

Luego su adolescencia fluctúa entre el dibujo y la política. Esto lo lleva a dejar el secundario, que recién ahora está terminando casi junto con sus hijos. Más tarde, empieza a trabajar como fotocromista en una imprenta y, tiempo después, le llega la primera oportunidad de hacer fotografías por encargo de la misma imprenta.
En esa época realiza sus primeras fotografías de plantas. –Andaba por los alrededores de Chivilcoy y me gustaba fotografiarlas. Veía cosas en sus formas: monstruos, cuerpos de mujeres –dice Muchiut, confirmando una imaginación con la que luego, en 1999, fue capaz de realizar una larga serie de fotografías de girasoles agonizantes en homenaje a la guerra de Kosovo e inspirada en “La soledad de los cuervos” del japonés Masahisa Fukase.
Y un día, en una caminata, se topa con un horno de barro que fabrica ladrillos y lo comienza a fotografiar durante más de un año. El resultado: “Hombres de barro” (1989/1990/2001) su primer ensayo completo, compuesto por unas veinte fotografías en donde los cuerpos de los trabajadores se confunden con la tierra y la tierra con sus cuerpos en una especie de espejo doble de barro que refleja la verdadera cara de la marginalidad, pero que también hace alusión al material con el que, según una antiguo mito, fue construido el primer hombre... y el primer ensayo de Muchiut. “Pertenezco a la misma clase que mis fotografiados y esto me facilita el contacto. Siento que, tal como decía Eugene Smith, mis fotografías le podrían dar cierta voz a quienes no tienen voz”. De ese modo, Daniel ha construido sus ensayos como quien teje la trama del dolor.
Poco después, parte para el norte de la Argentina, para realizar las únicas imágenes realizadas fuera de Chivilcoy que existen en su obra. En el primer viaje, en 1992, fotografía algunas comunidades aborígenes wichis y tobas de paraje El Colchón y Techat, del Chaco. En el segundo y tercero, en el año 1996, retrata las comunidades de Misión Tacaglé y San Martín II de Formosa. En ambos trabajos se sintetizan, para Muchiut, su manera de protesta artística por los controvertidos festejos de los quinientos años del descubrimiento de América. Uno de estos trabajos termina con una serie de diez retratos tomados en primerísimo plano, absolutamente conmovedores, en donde diversos integrantes de la comunidad pilagá de San Martín II van transformándose en otros. La serie comienza con el rostro de un niño y termina con un abuelo. Relatan un crecimiento. Y, aunque se trata de diferentes personas, parecen el mismo personaje envejeciendo. Como si en un acto de chamanismo fotográfico, Muchiut lograra fundir una etnia entera en una sola sangre.


Sobre lo bello y lo triste.

Más tarde viene “La fábrica” (1993/1994) un trabajo sobre los fantasmas de una industria abandonada en Chivilcoy, hecho a fuerza de “no comprarme pantalones nuevos y sí papel fotográfico”, confiesa. Eran los tiempos del menemismo y junto con los cierres de fábricas a partir de las cuales quedaba mucha gente sin trabajo, Muchiut crea un ensayo simbólico y especialísimo: “Vida de perros” (1994/1995). Y, si parecía que después de Elliot Erwitt no podría haber nada nuevo en fotografía sobre estos animales, Muchiut demuestra lo contrario. Porque, a diferencia de los perros de Erwitt, los de Muchiut son perros trabajadores. Así, una jauría de animales cazadores de liebres, pertenecientes a la misma gente despedida de la fábrica que antes había fotografiado, constituyen este exquisito ensayo sobre el amor, la necesidad y la violencia, que transforma lomos, colas o las cabezas multiplicadas de estos animales en composiciones casi abstractas y metafóricas sobre el hambre que signaba aquella época en el interior de la Argentina. Descubrí que los perros hablaban tanto o más que las personas acerca de la violencia y de la desesperanza.
“Los hijos de la tierra” (1996), “El geriátrico” (1995/1996), “Cenizas” (1997) y “La mirada del adiós” (1998) y varios otros trabajos se hilan en un continuo productivo, sucesivo e irrefrenable, de aquellos años. Más tarde, su ensayo “La vida de Oscar”, realizado entre el 2000 y 2001, toma a un hombre que salió de la cárcel adonde había sido enviado por error, para vivir en un automóvil abandonado, en las afueras de Chivilcoy. El trabajo es un retrato de la pobreza extrema. En él, las bolsas de residuos se mezclan con el hombre hasta desdibujar sus límites. “A menudo me he preguntado cómo pude hablar tanto desde un lugar tan chico como Chivilcoy”, se pregunta de repente Muchiut. “Seguramente sea la necesidad”, reflexiona enseguida.
Cuando creía que casi todo estaba dicho surgen “Simplemente María” (1998/2001) y “El matador y María” (2001/2002) su primer trabajo en color. En el primero retrata a María que lucha por su hijo y en el segundo, a un trabajador de un matadero y una prostituta. “Esta es una historia que merecía ser contada –repite Muchiut, refiriéndose a la mujer doliente. Aunque, casi conjuntamente, me surgió la necesidad de hacer un trabajo sobre la sangre después de los hechos que terminaron dramáticamente con la caída de De la Rua –explica.
Este trabajo es, a mi juicio, el más fuerte que hizo Daniel Muchiut. Un matadero en el que se mezclan bestias y hombres retratados sin concesiones. Cuerpos de animales mutilados y sangre, sangre y más sangre. Conmovedor, violentísimo y, a la vez, extraordinariamente sensible. Los dos últimos trabajos de Muchiut se vuelven más introspectivos. En el primero, se introduce en el Instituto médico Dr. Roberto Vacarezza, una clínica que se había cerrado hace años en Alberti, un pueblo cercano a Chivilcoy, y cuyos muebles, objetos y enseres habían quedado congelados en el tiempo, en el mismo sitio en que estaban el día que se había cerrado el lugar. Allí habla sobre el pasado, sobre el recuerdo y elabora una reflexión del tiempo que siente que pasa, que fluye, que se va.
En “La casa”, expuesto en la Fotogalería del Teatro San Martín, Muchiut se vuelve conceptual, que retoma en “Pariente”, un trabajo que rescata la memoria familiar a través de unas fotos y cartas antiguas que encontró en una caja y que fotografía bajo el agua, casi como haciendo un parangón con un naufragio de algo que no sabe determinar, pero que lo llama desde un lugar recóndito e indeterminado.
Cuando finalmente le pregunto cómo ve el futuro de la fotografía argentina, Muchiut responde con cautela. “No quisiera cometer errores en mi lectura. Estoy lejos de Buenos Aires y sería fácil equivocarme. Pero creo que el tiempo va jugando a favor de los autores que admiré y en los que creí. Habría que esperar, de todos modos, para ver qué es lo verdadero y qué no. Los espejitos de colores que ofrece el mercado, tarde o temprano juegan en contra del autor. Lo verdadero, en un momento surge. Lo que no tiene sustento, en cambio, decanta solo…” Parto para Buenos Aires. La noche comienza y el mismo campo que vi pasar a la ida me parece ahora lleno de cosas. Más poblado de seres reales y sufrientes. Quizás sea el efecto que han dejado las fotografías de Muchiut. Un fotógrafo cuya materia de arte surge del interior mismo de la Argentina. Que necesita andar poco por el mundo para contar lo que sucede en todo el mundo. Un observador austero en los medios pero justo en la mirada, que consigue expresar la realidad cruda a través de fotografías sensibles.
Imágenes todas que transforman a este fotógrafo pobre en un artista riquísimo.


Fuente: clarin.com


¿LO HABRÁN HECHO A PROPÓSITO?



Inauguramos hoy esta sección "¿Lo habrán hecho a propósito?", donde publicaremos cosas que nos parecen que están mal hechas o resueltas de los espacios públicos, alrededor de los edificios patrimoniales, de los monumentos de la Ciudad de Buenos Aires y mil etcéteras más, productos de la torpeza, del descuido, del desconocimiento, de no observar con la debida atención, de los atropellos de la incultura y la falta de educación, del maltrato al patrimonio de todos hecho por vándalos y también por funcionarios a cargo de diferentes áreas con responsabilidad sobre cada tema.
La sección incluirá fotos mostrando lo que se critica, las correspondientes explicaciones de por qué se critica y la solución que proponemos para corregir el problema señalado.




FALTA DE RESPETO POR UNA OBRA DE ARTE

El lugar: la Plaza Rodríguez Peña (rodeada por la Avenida Callao y las calles Rodríguez Peña, Marcelo T. de Alvear y Paraguay). A esta linda fuente que está sobre la Avenida Callao al 900, justo a la izquierda de la avenida bajo las copas de los árboles a través del cual se puede ver el Palacio Pizzurno, sede del Ministerio de Educación de la Nación, la taparon con un puesto de venta de diarios y revistas y con un cartel publicitario de los típicos con el formato antiguo municipal. A nuestro criterio, insólito e inadmisible.
La fuente, por fuerza mayor, ya tiene dos rejas: una más baja alrededor y otra, la más alta, la del perímetro de la plaza. Ya son suficientes obstáculos entre los ojos del observador y la fuente. Como si eso fuera poco, hace un tiempo le pusieron los dos elementos señalados, tapando los principales puntos desde los cuales se la puede ver. Ésto parece hecho a propósito para tapar la fuente. La foto es más que elocuente.
La foto muestra cómo se ve la fuente si uno se para entre el puesto de diarios y ella. Ahora la ve sólo el diariero desde su puesto. Así se la debería ver desde los autos que pasan por Callao y desde la vereda de enfrente. La solución, es más que obvia: el puesto de venta de diarios debería ser corrido a la vereda del lado par de Callao, donde están los edificios y al cartel publicitario, habría que correrlo adonde no incomode para ver algo interesante, sea esta fuente o cualquier otra cosa digna de ser bien vista y disfrutada por todo el Mundo. Y quedaría solucionada esta falta de respeto por esta obra de arte.
..............................................................................................P. L. B.

LO QUE COMPRÓ EL MUSEO REINA SOFÍA
EN LA XXX EDICIÓN DE ARCO,
LA FERIA DE ARTE MADRILEÑA




El Museo de Arte Contemporáneo más importante de España invirtió en la feria de Madrid casi 700.000 euros. Su director se interesó por una sola creación de las Vanguardias históricas: 'Les fumeurs', de André Masson, dedicando el grueso de su presupuesto a completar huecos en el ámbito del Arte conceptual. Destacan las 98 fotografías que el artista vasco Ibon Aranberri presentó en 2007 en la Documenta de Kassel.

Fuente: noticiasarteseleccion.com

LOS HORNOS DE HITLER:
EL PRIMER TESTIMONIO DE UNA SOBREVIVIENTE



Los hornos de Hitler: El primer testimonio de una sobreviviente
La autora del libro, Olga Lengyel, vivió el horror de Auschwitz, donde asesinaron a su familia. Lo contó al mundo en 1947.


OLGA LEGYEL. UNA IMAGEN DE LA AUTORA TOMADA DESPUÉS DEL HORROR.

Cuando en 1943 un comandante alemán, quebrado por su conciencia, el alcohol y la sed de compañía, le habló sentado en el living de su propia casa en Cluj (actual Rumania), de eufemismos como tratamiento especial, liquidación, experimentación y solución final , con los que los nazis aludían a horrorosas muertes, Olga Legnyel no le creyó. No pensó que pudiera existir una maquinaria tan perfecta y aceitada para matar a millones. Supo que estaba equivocada cuando ya era tarde. Al enterarse de la deportación de su marido, el doctor Miklos Lengyel, para “trabajar en un hospital en Alemania”, decidió acompañarlo junto a sus hijos y sus padres. Recién cuando los subieron a todos a los vagones hacinados que los llevarían a Auschwitz entendió su error. Suyo fue en 1947 el primer testimonio de un sobreviviente de Auschwitz-Birkenau, y se llamó Las cinco chimeneas . En México lleva más de 60 ediciones, en Argentina acaba de publicarse por primera vez.
Las cinco chimeneas eran los hornos crematorios de Birkenau en los que se quemaban los cuerpos de millones, incluidos los hijos de la autora. Los eufemismos eran la norma para referirse al exterminio de judíos. Incluso por parte de los mismos judíos: las compañeras de cautiverio de Lengyel llamaban “panaderías” a los hornos.
Con el pasar de los años los eufemismos se dejaron atrás, y en sus siguientes reediciones en múltiples idiomas el libro de Lengyel pasó a llamarse Los hornos de Hitler . Menos poético, pero mucho más claro.
Allí, se podían reducir 360 cadáveres a cenizas cada media hora, y 17. 280 cadáveres cada 24 horas. A ellos se sumaban los casi 8 mil muertos que todos los días eran enterrados en fosas comunes. En total, los nazis producían alrededor de 24 mil cadáveres por día.


FÁBRICA DE MUERTE. LAS IMÁGENES MUESTRAN EL HORROR DE LOS LAGER.

El valor literario de Los hornos de Hitler no desentona con el incalculable valor testimonial del libro. El drama de la autora-protagonista colabora con el dramatismo de la historia. Desde la desacertada decisión de acompañar a su marido, con toda su familia, hasta el colosal error de decir que su hijo era menor de edad para evitarle los trabajos forzados –los que no podían trabajar eran asesinados–, hasta su trabajo en la enfermería, la propuesta de cambiar sexo por animales y la resistencia y los pequeños gestos de humanidad en medio de la degradación más absoluta. “Cuando un libro que ofrece un testimonio tiene además un valor estético dice más acerca de la complejidad del tema, porque la búsqueda formal en el decir deja más al descubierto en este caso lo imposible del relato”, explica la poeta y crítica literaria argentina Sara Cohen, quien ha reflexionado sobre algunos testimonios.
Para Jennifer Lemberg, coordinadora de la Memorial Library creada por Lengyel en Nueva York, la estética importa porque es otra herramienta que ayuda a recordar . “El libro de Olga sigue teniendo un profundo impacto debido a que fue escrito poco después de la guerra, proporciona una mirada cruda de la experiencia de las mujeres en los campos”, asegura Lemberg.
Es extraño, sin embargo, el desconocimiento generalizado que existe sobre el libro entre los estudiosos del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial en Argentina. Para Mario Feferbaum, presidente del Museo del Holocausto en nuestro país, el “olvido” del libro de Lengyel se debe a que la explosión sobre la “temática” fue recién en 1960, cuando el ideólogo de la solución final, Adolf Eichmann, fue secuestrado por los agentes de la Mossad en la provincia de Buenos Aires.
El de Lengyel comparte algunos rasgos característicos con testimonios imprescindibles, como Si esto es un hombre , de Primo Levi. La culpa por sobrevivir, por no haber sabido evitar llegar a los campos o no haber hecho lo suficiente para salvar a otros, son algunos de ellos.
Olga Lengyel era rumana y médica. Sobrevivió a la muerte de su marido, sus hijos y sus suegros. En Auschwitz trabajó en la enfermería y colaboró en la rebelión que destruyó uno de los hornos crematorios .
Einstein le dijo a Lengyel: “usted ha prestado un verdadero servicio al permitir que hablen los que ya están silenciados y casi olvidados”, omitió decir que el servicio también se lo prestó a la literatura.

Fuente: clarin.com


LA MÁQUINA DE MENSTRUAR: ARTE Y DOLOR



Es la creación de la artista japonesa Hiromi Ozaki. El dispositivo hace doler y gotea sangre. Se verá en el MoMA, de Nueva York.


LA MÁQUINA DE MENSTRUAR

POR Patricia Kolesnicov - pkolesnicov@clarin.com

Oh, oh, se queja –en el video– un caballero japonés que tiene unos cables conectados al brazo.
–¿Lo sentís? Puede ser peor– advierte una chica y pone al tope el regulador de voltaje de una máquina.
Oh, oh, el caballero recibe una descarga le produce el dolor que el ciclo menstrual suele producir en las mujeres. Esto es una exhibición de los poderes de la Máquina de menstruar , una obra de la artista japonesa Hiromi Ozaki. ¿Raro? Y, sí, pero el mundo del arte se ha tomado en serio a esta dama, que se presenta con el seudónimo de Sputniko!: la Máquina se expuso el año pasado en el Museo de Arte Contemporáneo de Tokio y en julio se la podrá ver en consagratorio Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).
No es cuestión sólo de hacer doler, claro. Se trata, básicamente, de una mochila llena de sangre con un dispositivo que regula su salida. Las especificaciones técnicas indican que “La Máquina de Menstruar simula el dolor y el sangrado promedio de cinco días de menstruación humana”. Es decir, calcularon, unos 80 mililitros. ¿Pero se trata de sangre-sangre? En las ideas, sí; en los museos, no.“No se la exhibe con sangre verdadera por razones de salud y de seguridad”, contesta a Clarín la artista, por correo electrónico. “Pero la máquina está diseñada para usar sangre real. Hay que extraerse sangre del brazo y, con ella, llenar el tanque”.
La obra, dice Ozaki, habla de la borrosa línea que separa a varones de mujeres. Y de cómo la tecnología mete la cola y desdibuja un poquito más los contornos. Porque además de una máquina de menstruar, Ozaki construyó –en colaboración con científicos del Imperial College y la Universidad de Reading– un “Pene cibernético”, que las mujeres pueden llevar dentro del pantalón y que se levanta cuando se incrementa el ritmo cardíaco de la portadora. Lo hizo para ver qué se siente tener una miembro que reaccione a sus emociones.

LA DAMA DE ROJO. LA JAPONESA HIROMI OZAKI VISTE SU CREACION Y SIMULA EL SANGRADO. ABAJO, UN DETALLE DE LO QUE CONTIENE LA MOCHILA.

“Ir más allá de la dicotomía hombre-mujer, intercambiar funciones corporales de los sexos nos permite explorar en el tema del género de una manera más compleja: chicos que menstrúan, chicas con pene”, explica Sputniko! en uno de los videos en que muestra la Máquina de Menstruar. “Los hombres piensan: ‘Voy a gobernar el mundo, voy a ser el rey’. Creo que lo harían menos si sangraran unos días por mes”.
Graduada en Matemática y Computación, Sputniko! ofrece una reflexión –optimista– sobre la tecnología como herramienta liberadora, en la idea de que el cuerpo nos puede quedar chico. ¿Por qué tener un solo cuerpo? ¿Por qué ser varón o mujer, si se puede probar un poco de cada cosa? O: ¿Por qué no hacer una excursión por las sensaciones del otro? Además de un objeto, la Máquina de Menstruar es un video en el que Ozaki es Takashi, un chico que construye este aparato para “satisfacer su deseo de entender como es ser una linda chica”. Entender, entender todo, no sólo las partes agradables: “Siente el dolor, siente su nueva realidad”, dice la letra de la canción que acompaña las imágenes.
En su catálogo, Sputniko! se explaya: “La menstruación podía haber sido eliminada en los 60, con la píldora anticonceptiva, tomándola continuamente. Pero por opresiones religiosas de la época, sus inventores diseñaron la píldora de modo que las mujeres tuvieran que “descansar” una semana, y sangraran. Así todo parecería más natural y aceptable. Este trabajo apunta a mostrar cómo la tecnología puede ser fácilmente influida por el contexto cultural y religioso. Explora, también, cómo el avance de la biotecnología puede volver las fronteras entre los géneros menos obvias y tal vez, más lúdicas”.


Vea cómo funciona la máquina de menstruar en: http://www.revistanie.com/


EL CLAUSTRO DE LOS JERÓNIMOS DEL PRADO




Una imagen del antiguo Claustro de los Jerónimos, en el Museo del Prado de la capital española, poco antes de la inauguración oficial de las obras de ampliación de la pinacoteca.

Foto: Philippe Desmazes/AFP

THE CHOLMONDLEY LADIES DIGITAL




La responsables de prensa de la galería Tate Britain de Londres, Jenny Craig, ve el cuadro 'The Cholmondeley ladies' en su versión digital del 'Google Art Project', el 1ro. de febrero de 2011.

Foto:Leon Neal/AFP