FRIDA KAHLO EN VIENA
LOS GANADORES DEL MUNDIAL DE TANGO
Sebastián Jiménez, al centro, con el trofeo, festeja con su pareja María Inés Bogado, de espaldas a la cámara, ambos argentinos, tras ganar la final del Mundial de Tango en la categoría "Tango Salón", en Buenos Aires, el lunes 30 de agosto del 2010.
LA MASA AMENAZA A LA CAPILLA SIXTINA
Visitantes de la Capilla Sixtina contemplan los frescos de Botticelli, Ghirlandaio y Rosselli (de izquierda a derecha), bajo la cúpula y el frontispicio de Miguel Ángel.- REUTERS
La señora colombiana gordita y su hija, el grupo de jubilados alemanes y los casi 400 turistas que les acompañaron anoche a la inauguración de las visitas nocturnas a los Museos Vaticanos (todos los viernes de septiembre y octubre, de 19.00 a 23.00, en pases de media hora) seguramente ignoran que en el momento de rascarse la coronilla y mirar hacia arriba con la boca abierta están poniendo en peligro los frescos más famosos del mundo.
El Vaticano ingresa más de cien millones de euros por las entradas
Los sistemas de ventilación instalados en 1993 están obsoletos
Pero se trata de una certeza. Lo acaba de advertir el director de los Museos Vaticanos: la Capilla Sixtina no respira como respiraba, y los delicados frescos de Miguel Ángel, Botticelli, Pinturicchio, Perugino o Signorelli están en peligro por culpa de las visitas cada vez más masivas, que dejan en el aire una miríada de invisibles residuos low cost: polvo, aliento y sudor, cabellos y caspa, hilos de lana, fibras sintéticas, fragmentos de piel...
Es el (sucio) precio a pagar por la globalización, los vuelos baratos y la reciente ampliación del horario de entrada a las suntuosas galerías papales hasta las seis de la tarde; la involuntaria propina que dejan los 7,3 millones de turistas que cada año contemplan extasiados (e intoxicando sin saberlo) la sagrada Capilla Sixtina.
La alarma ha sido lanzada por Antonio Paolucci, que dirige los Museos Vaticanos desde 2007, a través de un artículo publicado en L'Osservatore Romano. Las 20.000 visitas diarias, escribe Paolucci, ejercen "demasiada presión humana", y los sistemas de ventilación instalados en 1993 tras las polémicas restauraciones con disolventes que devolvieron a la capilla el desconocido y colorista fulgor de los siglos XV y XVI, ya no dan abasto, se han quedado obsoletos.
En su artículo, Paolucci se felicitaba por el éxito de la nueva limpieza, una operación que se acomete cada dos o tres años, aunque según los conservadores se debería hacer más a menudo. El penúltimo lavado de cara se hizo hace cuatro años. El último ha durado 20 noches de julio y agosto. Subidos en los andamios y en la grúa articulada que se montaba y desmontaba a diario para no molestar a los turistas, 30 restauradores han podido ver y valorar de cerca la salud de los frescos que presiden los cónclaves.
Según Paolucci, se han retirado "cantidades ingentes de materia y polvo". Al quitar el polvo con sus pinceles de pelo de cabra, han surgido diversas señales de deterioro. Las partes más afectadas, ha explicado el restaurador jefe, Maurizio de Luca, son las medias lunas de Miguel Ángel, las paredes del Juicio Universal y los frescos del siglo XV.
El techo con la bóveda de Buonarotti, situado a 20 metros de altura, sufre menos las impiedades humanas pero está más expuesto al clima: según ha trascendido, se han detectado y resuelto algunas pequeñas filtraciones de agua.
Ajenos a las novedades, cientos de turistas hacían cola ayer a las siete de la tarde ante la puerta de hierro del museo para la primera visita nocturna. El gentío multinacional entró en la imponente recepción en apenas un minuto. "Esto no es nada", decía ufano el coordinador de las colas, un italiano encantador, "cada mañana metemos ahí dentro a 20.000 personas".
Corriendo un poco, y tras recorrer galerías, sarcófagos, plazas, jardines, pasillos y escaleras, se llega a la Sixtina en 15 minutos. Suerte o milagro, a las 19.15 solo había media docena de personas dentro. Y aunque a esa hora la luz era muy tenue, el espectáculo era realmente excelso. O "asombroso", como decía una joven estadounidense.
De momento, los daños no se aprecian, pero las causas están claras, según el diagnóstico del director: una excesiva presencia humana, un inadecuado control climático y una insuficiente eliminación de los contaminantes. Problemas fáciles de resolver, si no fuera porque, según fuentes vaticanas citadas ayer por el diario La Stampa, el mantenimiento de la Capilla Sixtina requeriría "mayor atención por parte de los responsables financieros de la Santa Sede". El argumento de la falta de fondos suena raro. Si se multiplican los 15 euros que cuesta la entrada a los Museos (y dejando aparte los cuatro euros extra que vale reservar por Internet) por los 7,3 millones de turistas que, según Paolucci, entran cada año, resulta que el Vaticano ingresa 109 millones de euros anuales por ese concepto.
¿Estará incurriendo la Santa Sede en los pecados de la cultura relativista al primar el espectáculo, la taquilla y las colas sobre la conservación, la sensibilidad y la buena administración? La duda parece razonable porque el anuncio de los daños coincide con la reapertura de las visitas nocturnas. Aunque según ha dicho el restaurador jefe De Luca a La Repubblica, "las aperturas extraordinarias tienen la ventaja de escalonar las entradas y de rebajar la presión sobre la Sixtina, que es el objetivo privilegiado, y a menudo por desgracia único, de los turistas".
Ahí llegan ya los jubilados alemanes. Como todos, se quedan embelesados. No saben que cada vez que dan un paso, las sibilas y los profetas se lamentan en lo alto.
Veinte años de restauración
- En octubre de 1980 se inicia la restauración de la Capilla Sixtina. Los frescos de las lunetas son los primeros en recuperar su primitivo esplendor.
- La siguiente fase se centró en los frescos de la bóveda. Comenzó en 1984 y finalizó en 1989.
- Los trabajos prosiguieron con la restauración del Juicio Final. El 8 de abril de 1994, Juan Pablo II mostró al mundo el resultado final.
- La última parte consistió en la restauración de los frescos de las paredes, concluida en diciembre de 1999.
Fuente: elpais.com
LOS BOMBEROS DE VENECIA
DAÑARON UN TIZIANO
Una valiosa pintura del siglo XVI del artista Tiziano, David y Goliat , fue dañada cuando los bomberos de Venecia arrojaron agua para apagar un incendio en un edificio cercano a la basílica Santa Maria de la Salute, quizá la más importante y bella de la ciudad. La obra estaba en la sacristía y sufrió varios cortes por la agresión de los chorros de agua.
El fuego comenzó el domingo pasado por la noche, en un edificio adyacente a la iglesia, construida en honor a Nuestra Señora de la Salud cuando finalizó una plaga, en el siglo XVII. El incendio se propagó rápidamente, con llamas de hasta veinte metros de altura.
La tela había sido restaurada pocos años atrás. Representa a David, que acaba de matar a Goliat, mientras alza sus brazos a Dios en señal de agradecimiento.
“Por ahora no hay ningún daño material desde el punto de vista artístico y arquitectónico”, había dicho en un principio el superintendente de los museos venecianos, Vittorio Sgarbi. Sin embargo, horas después el mismo funcionario reveló que el agua empleada por los bomberos, y que se coló por el techo de la basílica, dañó la obra de Tiziano, a la que definió como uno de los trabajos más importantes del artista de Véneto. Afortunadamente, según aclaró después, “la tela sufrió daños, pero nada que no se pueda reparar. Tuvimos suerte”, dijo Sgarbi.
“David y Goliat”, de 1542, es una obra realizada en óleo sobre lienzo, de 305 por 208 cm. En la sacristía, donde estaba ubicada, hay otras dos obras de Tiziano (1477-1576), uno de los mayores exponentes de la pintura de la escuela veneciana. Conocido por sus contemporáneos como “el sol entre las estrellas”, Tiziano fue uno de los más versátiles artistas italianos: pintó desde retratos y paisajes hasta escenas mitológicas y religiosas.
DESCUBREN EN JORDANIA
UN TEMPLO DE 3.000 AÑOS
EDAD DE HIERRO. Las figuras descubiertas por los arqueólogos datan de esa época. (AP)
AUTORIDAD. El director de Atigüedades, Ziad al-Saad, anunció el descubrimiento en una conferencia de prensa. (AP)
Es un santuario del siglo VIII antes de Cristo. Y está a solo de 32 kilómetros de la ciudad de Amán, la capital de Jordania. Lo descubrieron en los últimos meses un grupo de arqueólogos.
Jordania anunció hoy haber descubierto un templo de la edad de hierro de 3.000 años de antigüedad y una rica colección de figuras de deidades y vasijas de arcilla usadas en rituales religiosos.
El director de antigüedades, Ziad al-Saad, dijo que los arqueólogos desenterraron el santuario en Khirbat 'Ataroz cerca de la ciudad de Mabada, a 32 kilómetros al sudoeste de Amán, la capital del país.
El templo consta de una habitación principal de 30 x 13 metros. Tiene dos antecámaras y un patio.
El santuario y las figuras y vasijas -trabajadas en piedra caliza y basalto o moldeados con arcilla y bronce- muestran los complejos rituales religiosos del antiguo reino bíblico moabita en Jordania, explicó al-Saad.
"Hoy tenemos las pruebas materiales, las pruebas arqueológicas sobre el nivel de progreso de la tecnología y la civilización en ese período de la historia'', afirmó.
Los moabitas, cuyo reino se ubicaba en las costas orientales montañosas jordanas sobre el Mar Muerto, estaban íntimamente vinculados con los israelitas, aunque ambos pueblos estaban en frecuente conflicto. Los babilonios conquistaron a los moabitas en el 582 AC.
Los arqueólogos también desenterraron unas 300 vasijas, figuras o deidades. Al-Saad dijo que era inusual descubrir tantos objetos de la edad de hierro en un solo sitio.
Las excavaciones comenzaron en Khirbat 'Ataroz en el 2000 en colaboración con la Universidad La Sierra, de California, aunque la mayoría de los objetos se descubrió en los últimos meses.
Entre los artículos exhibidos hoy había un dios cuadrúpedo Hadad, como también vasijas circulares empleadas en rituales sagrados. Al-Saad dijo que los objetos indican que los moabitas adoraban a muchas deidades.
Los artículos serán sometidos a análisis científicos y conservados antes de ser expuestos en el Museo Arqueológico de Jordania.
Dale Gavlak. AP.
Fuente: Clarín
BAREMBOIM Y LA SCALA DE MILÁN,
CON UNA INOLVIDABLE AIDA EN EL COLÓN
Fue sin duda el momento culminante de la celebración del Bicentenario en materia musical. En primer lugar, desde el punto de vista simbólico: Aida no podía faltar en la reapertura del Colón, ya que fue esta ópera de Giuseppe Verdi la que inauguró el Teatro en 1908; entonces, por la Compañía Lírica Italiana; ahora, por la Scala de Milán, que llega por primera vez con sus 250 músicos de la orquesta y el coro (la primera orquesta vino sola con el nombre de Filarmónica dalla Scala, dirigida por Gavazzeni, y en otra ocasión por Mutti en conciertos sinfónicos), para una versión de concierto dirigida por Daniel Barenboim.
Cuando se piensa en Aida en de concierto, es difícil sustraerse a la naturaleza de esta ópera de Verdi, fastuosa y exotista, de tema egipcio, encargada por la Opera de El Cairo en el marco de la apertura del Canal de Suez. Pero todas las buenas óperas se sostienen perfectamente sin escena, y de tanto en tanto es conveniente volver a confrontarse con ellas en la extrema desnudez de la forma concierto.
En este caso, no se podría haber agregado nada. El excepcional tenor suizo (de padres italianos) Salvatore Licitra (Radamés) es el nombre más rutilante de un reparto de primer nivel en todos los roles , completado por la ucraniana Oksana Dyka (impresionante Aida), la rusa Eklaterina Gubanova (Amneris), los surcoreanos Kwangchul Youn (Ramfis) y Sae Kyung Rim (Sacerdotisa), los italianos Carlo Zigni (Rey de Egipto) y Antonello Ceron (Mensajero), y el polaco Andrezej Dobber (Amonasro).
Más de una vez en el Colón se han oído repartos como éste; pero difícilmente se habrá oído una combinación de elementos tan perfecta : la orquesta de La Scala es un mecanismo maravilloso, no más por la tersura de la cuerda que por la apabullante perfección de los metales; ninguna escena podría proporcionar una visión de la ultratumba como la que lograron los tres trombones al unísono en el extremo grave, cuando se anuncia la condena de Radamés a morir encerrado vivo en la cámara oscura. Lo mismo podría decirse del coro, que vino con su director Bruno Casoni y que se maneja con un rango dinámico similar al de los instrumentistas: entre el piano más piano y el forte más forte , que puede ser intensísimo pero jamás gritado, la gama de matices es muy amplia.
Y por fin Barenboim, en un registro que no es habitual entre nosotros: la ópera. Su sutileza, su sentido de la construcción, de las curvas expresivas... sencillamente es infalible. El final del cuarto acto –una de las grandes maravillas de Verdi en su conmovedora extinción– dejó al público sin aliento como pocas veces se haya experimentado en un teatro.
Fuente: Clarín
ARTES PLÁSTICAS: "LA COLECCIÓN
ES UN ESPEJO DE LA PERSONALIDAD"
Colección Helga de Alvear, Extremadura, España
Lo dijo Jiménez-Blanco, historiadora española que analizó los cambios del mercado del arte
LA NACION
El verdadero coleccionista de arte se siente poseído por su colección, es más generoso de lo que se suele pensar y toma riesgos. Así lo define la historiadora del arte española María Dolores Jiménez-Blanco, quien contrapone este coleccionismo a uno más frío y corporativo que gana terreno en las últimas décadas.
Doctora en historia, docente y curadora, Jiménez-Blanco estuvo de visita en Buenos Aires invitada por la Universidad Nacional de Tres de Febrero. En diálogo con LA NACION, dijo haber encontrado en esta ciudad a algunas de estas personalidades que considera verdaderos coleccionistas.
-¿Qué aportaron los coleccionistas privados a la historia del arte del siglo XX?
-Mucho más de lo que pensamos. El objetivo de mi libro Buscadores de belleza [que se publicó en nuestro país en 2007] fue reivindicar la figura de los coleccionistas por la relevancia que han tenido en la configuración de la fortuna crítica de los artistas y de la historia del arte. Si no hubiera existido una Peggy Guggenheim, a lo mejor Jackson Pollock no hubiera seguido pintando. Además, pensamos en el coleccionista como una especie de neurótico que busca piezas continuamente, y creo que hay que darle la vuelta a ese mito y pensar que tiene mucho más de generoso que de avaro, de promotor que de alguien que busca su propia inversión económica.
-¿El coleccionista actual es el mismo que el de hace 50 años?
-Si es un verdadero coleccionista sí. Pero desde los 70 ha surgido un coleccionismo más frío, que tiene que ver con corporaciones, bancos, fundaciones, e incluso administraciones públicas, que han visto que el coleccionismo podía ser algo de prestigio que le otorga a su imagen corporativa cierto barniz elegante. Eso, para mí, no es verdadero coleccionismo, aunque puede ser muy profesional. En el coleccionismo de la edad de oro, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la primera mitad del XX, más los ejemplos actuales, hay una premisa muy clara y es que el coleccionista de alguna forma se autorretrata en su colección, la cual se convierte en una especie de reflejo de su personalidad.
-¿Por qué se va perdiendo esa figura?
-En muchos casos, nos puede demasiado la parte material y económica de la vida. Estamos cada vez más pendientes de cosas materiales y se nos olvida la parte más emocional. Una colección interesantísima es la del conde italiano Giuseppe Panza, que murió hace poco. Fue el gran coleccionista de arte minimal y conceptual. Es un personaje que encuentra de repente que las obras de arte de los informalistas reflejan la angustia que él siente ante el mundo, y en los 50 compra a Tàpies, que por entonces era poco conocido.
-¿El coleccionista apasionado asume, entonces, más riesgos que el menos emocional?
-Absolutamente. El frío coleccionismo corporativo nunca va a comprar nada que no sea rentable, y por eso se asesora con parámetros económicos viendo, por ejemplo, qué artistas están subiendo en el mercado. El coleccionista de verdad no busca tanto la inversión.
-¿Detectó aquí coleccionistas a los que considera verdaderos?
-Sí, detecté algunos. Existen y muy buenos, con esa característica de que sus colecciones, de arte argentino contemporáneo, tienen mucho que ver con su biografía.
-¿Las crisis económicas van en detrimento de las colecciones privadas?
-En detrimento y a favor. El primer barón Thyssen aprovechó la crisis del 29 para comprar muchas obras de colecciones que se estaban deshaciendo. Las crisis benefician a unos y desfavorecen a otros. Son momentos de reajuste y hay piezas que pasan de unas manos a otras.
-¿El coleccionista ideal debería, en algún momento, poner a disposición del público su colección?
-Debería y es lo que acaba por justificarlo con una visión social del coleccionismo. En la inmensa mayoría de los casos es lo que sucede, donando la colección a un museo o abriendo el propio. La colección es una creación, un autorretrato, y el momento de hacerla pública es difícil, por lo que es justificable que a muchos coleccionistas les cueste. Es lo que dignifica y hace más trascendente su esfuerzo.
-¿Durante el siglo pasado gravitó más el coleccionismo privado o el público?
-Si pensamos que el gran centro de discurso historiográfico que ha creado el canon del arte del siglo XX es un museo, que es el MOMA, de Nueva York, y su director Alfred Barr, diría que es el coleccionismo público. Los museos americanos se hacen a base de colecciones y donaciones privadas. Así que son bastante inseparables lo uno de lo otro. Hoy, los museos tienen cada vez más participación pública, pero siguen funcionando con aportes privados.
MARÍA DOLORES JIMENEZ BLANCO
Origen: España
Se graduó en la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado para la Phillips Collection de Washington DC, el Museo Guggenheim de Nueva York. Ha curado muestras para el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.