LOS CARDENALES DE LA PLAZA SAN MARTÍN


SAN MARTÍN, DESDE EL BRONCE, SEÑALA HACIA CHILE. ÉSTE FUE NUESTRO PRIMER MONUMENTO ECUESTRE. EL CABALLO, IDEALIZADO, DISTA MUCHO DE LOS CRIOLLOS QUE USÓ EL LIBERTADOR EN SUS CAMPAÑAS: ES MEDIO ÁRABE Y TRATADO DE UN MODO TOTALMENTE EUROPEIZANTE. PARECE INSPIRADO EN UNA PINTURA DE THÉODORE GÉRICAULT.

CARDENAL COMÚN, PAROARIA CORONATA. Foto Pablo Rodríguez

UNA VISTA AÉREA DE LA PLAZA. DE IZQUIERDA A DERECHA SE DISTINGUEN AMERICAN EXPRESS, EL EDIFICIO KAVANAGH Y EL HOTEL PLAZA, EL NACIMIENTO DE LA CALLE FLORIDA, PARQUES NACIONALES, LA CALLE MAIPÚ, CORTADA POR LA PLAZA, Y EL PALACIO PAZ, QUE FUE MANDADO A HACER POR JOSÉ C. PAZ, FUNDADOR DEL DIARIO LA PRENSA, Y HOY EN DÍA ES SEDE DEL CÍRCULO MILITAR Y DEL MUSEO DE ARMAS DE LA NACIÓN.

EL MONUMENTO A SAN MARTÍN. FUE INAUGURADO EN 1862.


AVENIDA DE TIPAS. ESTOS ÁRBOLES, ORIGINARIOS DEL NORTE ARGENTINO, EN VERANO ESCUPEN COMO REACCIÓN A UN PARÁSITO QUE TIENEN.


GENTE TOMANDO SOL, AL FONDO EL PALACIO PAZ , SEDE DEL CÍRCULO MILITAR Y DEL MUSEO DE ARMAS DE LA NACIÓN.


COMO SI FUERA EL COLOSO DE RODAS, EL KAVANAGH ASOMA MAJESTUOSO POR ENCIMA DE LAS COPAS DE LOS ÁRBOLES DE LA PLAZA SAN MARTÍN.


 
  LA CANTIDAD DE GENTE USA LA PLAZA HA AUMENTADO MUCHÍSIMO. ÉSTO AUYENTA BUENA PARTE DE      LOS PÁJAROS DEL LUGAR.

UNA MUY LINDA VISTA DE LA PLAZA VISTA DESDE LA TORRE DE LOS INGLESES. EL FOTÓGRAFO HA CAPTADO JUSTO EL MOMENTO EN QUE EL SOL ILUMINA LA ENORME BANDERA DEL CENOTAFIO DE LOS CAÍDOS EN LA GUERRA DE LAS MALVINAS.


LOS CARDENALES DE LA PLAZA SAN MARTÍN


La República Argentina puede sentirse una verdadera privilegiada por la variedad, cantidad y belleza de las especies que integran su avifauna.
Creo que empezaron a gustarme los pájaros cuando descubrí al cardenal, seguramente porque me llamó la atención su copete colorado cuando, siendo yo muy chico, me llevaban a la Plaza San Martín de Buenos Aires a jugar, desde nuestra casa en Maipú 975, donde está hoy en día la Galería del Este.
La Plaza San Martín fue para mí un lugar que detonó varios amores, curiosidades y fascinaciones tempranos que después me acompañarían a lo largo de toda mi vida.
Fue en esa plaza donde creo que descubrí a la Naturaleza y donde creo haber tenido mi primer contacto, marcador diría, con ella.
Era común ver a varios cardenales alegrando en forma simultánea la Plaza San Martín por aquella época. Unos comían semillas y bichitos entre brincos por el pasto. Otros volaban y saltaban de rama en rama por los jacarandás, tipas y magnolias del lugar.
Me animaría a decir que no creo que hoy se pueda encontrar ni un solo cardenal en la plaza, lugar donde San Martín fundó su originario Cuartel del Retiro.
Los grandes cambios que han habido en el modo y el ritmo de vida en la Ciudad de Buenos Aires, han traído aparejados, entre muchas otras cosas, una contaminación ambiental y sonora alarmantes y un mucho mayor movimiento de gente en la plaza en cuestión.
Cada vez más gente cruza por la plaza a horas en que la inseguridad actual lo permite. Muchos oficinistas de los alrededores aprovechan la hora del almuerzo para escaparse a la plaza a comer al aire libre las viandas que llevan preparadas desde sus casas o que compran en los alrededores.
Todos esos factores van auyentando a los pájaros de la plaza y de la Ciudad. O los corren hacia zonas menos urbanizadas como la Reserva Ecológica de la Costanera Sur, el Parque Tres de Febrero, en Palermo, etc..
Pero volvamos a la Plaza San Martín: entre tantas impresiones y recuerdos indelebles de aquella época, llevo todavía muy grabados los gritos de un hombre ya viejo, muy alto, así lo veía yo desde mi nivel casi a ras del piso, que iba a pasear una nieta que, versión femenina aumentada y desmejorada de Judas Iscariote, le sacaba canas verdes. Esa chica tenía su pelo casi tan colorado como el copete de mis admirados cardenales. Cuando su abuelo la perdía de vista, cosa que pasaba varias veces durante el largo rato diario que compartíamos en la plaza, empezaba a llamarla, gritando fuerte y sonoramente su nombre: "¡¡¡Zulema!!! ¡¡¡Zulema!!! ¡¡¡Zulemaaaa!!!". Y ese grito rezongón retumbaba en todos los rincones de la plaza y quedaba como colgado de los árboles. Cuando, entre resignada y protestona, Zulema se dignaba a someterse a la autoridad de su abuelo y a volver al redil, el viejo gruñón, aliviado se sentaba a reponer las energías que le había consumido la búsqueda. Y estando ya más tranquilo, se dedicaba a tomarle el pelo a ese chico que parecía hipnotizado por los cardenales de la plaza. Un día, guiño cómplice mediante con algún adulto que también lo escuchaba, me preguntó si sabía cómo hacer para cazar el cardenal que yo tanto deseaba tener conmigo. Tan fascinado me vio tratando de atraparlo, que me preguntó si sabía cómo tenía que hacer para lograrlo. Yo, con la lógica ingenuidad y pureza que tenía por entonces, presté muchísima atención a la receta que el viejo se ocupó de promocionar como absolutamente infalible. “Mañana - me dijo - cuando vengas a la plaza tenés que pedir en tu casa un poco de sal fina en un papelito. Y, para atrapar a uno de esos cardenales que tanto te gustan, tenés que ponerle un poco de esa sal en la cola.” Y concluyó: “Sólo con un poquito basta.” Al otro día, siguiendo al pie de la letra las indicaciones del abuelo de la rebelde Zulema, fui a la plaza con un prolijo paquete de papel que escondía la que prometía ser mi arma secreta para atrapar por lo menos un cardenal. Corrí inútilmente atrás de muchos cardenales con la intención de poner en práctica la infalible receta del viejo. Y, cuando no pude atrapar ni siquiera uno, le presenté una protesta formal al viejo. Como cuando nuestros ministros de Relaciones Exteriores citan a algún embajador extranjero a la vecina Cancillería y le presentan alguna queja específica por algún tema puntual que los irrita.
Con el tiempo tomé conciencia de que otro gran amor que, como el que siento por la Naturaleza, en mí se había encendido en la Plaza San Martín, era el que tengo por la Escultura, sobre todo por los bronces fundidos con la técnica de la cera perdida. Y me ocurrió casi sin darme cuenta, entre juegos, alrededor del monumento al Libertador de Argentina, Chile y Perú. Todas esas historias y batallas de la epopeya sanmartiniana, plasmados en esos relieves tan dinámicos de la parte inferior - eran lo único que estaba materialmente a mi alcance - y como me pasó con los inasibles cardenales, ejercieron sobre mí una rara fascinación casi hipnótica que me dura desde entonces.

P.L.B.


FORMAS PECULIARES DE COMUNICAR
Retrato de Obama en un campo italiano.



Se trata de un retrato gigante del presidente de EE.UU, Barak Obama, realizado por el artista italiano Darío Gambarin. La obra es completada con la frase “The hope is in the land" - la esperanza está en la tierra - a propósito de la visita del mandatario a la Cumbre del G8 y como una forma de demostrar respeto hacia la tierra. La obra se puede ver desde el aire y se encuentra en el campo de Mena di Castagnaro, cerca de Verona, al norte de Italia y fue hecho con un tractor cubriendo veintisiete kilómetros cuadrados.

HECHOS QUE CAMBIARON LA HISTORIA
La llegada del Hombre a la Luna
1969 - 40 AÑOS - 2009



PROF. DRA. CARMEN BALZER
1928 - In Memoriam - 2009




Especializada en Historia Comparada de las Religiones y en Estética - la filosofía de lo bello -, la doctora Carmen Balzer, que falleció en esta ciudad y hoy hubiera cumplido 82 años, fue una docente de vocación que brindó su saber filosófico a manos llenas mediante la cátedra, las charlas, los libros y las notas periodísticas.
Licenciada en Filosofía con diploma de honor en la UBA y doctorada en la Sorbona con una tesis sobre Blas Pascal, fue profesora en la Universidad Católica Argentina (UCA), la Universidad Nacional de La Plata y otras entidades. Era miembro de número de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires. Allí había participado el 4 de junio último en un homenaje al sacerdote y filósofo Héctor Madrioni.
Fue colaboradora habitual de La Nación. Publicó muchas notas firmadas - sobre Jürgen Habermas, Georges Bracque, Martín Heidegger, Piet Mondrain, arte, filosofía, mística - e hizo críticas de libros. También colaboró en La Prensa, Sapientia y otras publicaciones. Además de sus libros Arte, fantasía y mundo y Breve historia de las ideas religiosas, escribió ensayos sobre Emmanuel Levinas, Edith Stein y otros filósofos. Fue premiada por la SADE, el Pen Club, el Rotary Club y la Academia del Verbano. Dulce en el trato, su mirada luminosa traslucía su paz interior y su amor al prójimo. Profundamente religiosa, mujer de comunión diaria, era amable y comprensiva con todos. El sepelio se realizó en Parque Memorial, en Pilar.
FUENTE: DIARIO LA NACIÓN

Tuve el honor de contarme entre sus discípulos de la Escuela Nacional de Bellas Artes "Prilidiano Pueyrredón", donde la valoré como docente dedicada y sabia, como una verdadera personalidad de la cultura, moralmente íntegra, mujer refinada, con modales que ya se ven poco, que a todos confortaba con alguna palabra cálida y oportuna, con gestos casi de santa, que sorprendía con la modestia de los realmente grandes, no como tanto políticos trasnochados, vulgares e improvisados, que detentan inmerecidos cargos de poder sin otro fundamento que las trenzas y contubernios políticos entre sus cómplices. Me sentí un verdadero privilegiado por haber disfrutado de su amistad. Le agradezco a la Dra. Balzer su manera de brindarse enteramente con nosotros. Que Dios la tenga a su lado.

P.L.B.

LUNA LLENA EN EL SALADO, 1992



LUNA LLENA EN EL SALADO

Piedra libre, grandiosa,
rojiza Luna redonda, que oronda surges del horizonte,
custodiada por la terca rusticidad de los talas,
seduciendo aquí y allá con tu gracia infinita.
Tu estola de bruma cubre la contundencia hídrica del salado río viajero.
La generosa capa de rocío potencia tu brillo espectral
mientras unos álamos Carolina
te ceden sus hojas para que cubras con ellas tu blanca palidez.
Barranca… meandro… tero…
Acantilado… cardo… brujas…
Brujas que pasan misteriosas,
esbozando casi en secreto sus esquivas trayectorias celestes.
Las ranas te cantan su férica sinfonía con partitura propia y arreglo anónimo.
Sólo el búho osa interrumpirla con su gritado chirrido de guerra
participando el sanguinario convite en torno a su presa.
La magnolia te homenajea con el frescor de sus pétalos
y te presta su perfume de familiar profundidad,
subrayando algo más, si cabe, tu encanto.
Y las dos confrontan sus blancuras de plata.
El monte de acacios guarda los reflejos de tu cara iluminada, como acariciándolos.
Sola has llegado ya al cenit.
Es tan grande la claridad que se ha adueñado del campo todo,
que parecería provenir de tus dos caras radiando al unísono.
Con la fuerza del óleo, con calidades de acuarela y matices pastel…
¡Qué fiesta se haría Cachoud con esas paredes encaladas que bañas con tu luz !
No hace frío todavía.
La leña espera, prolija, cerca del alero su turno para crepitar
y nuestro gozo invernal a su lado.
Los reflejos de tu imagen en el río me llevan a pensar
en ese velo que la tecnología no ha logrado descorrerte,
en el persistente misterio de tu eterno devenir,
en tus cíclicas apariciones en escena…
En tu poder de atracción,
en tus pleas y bajas mares,
en amores crecientes, menguantes y nuevos nacidos a la luz de tu luz.
Percibo el horizonte claro del cercano río y del inmenso mar que se adivina atrás
y las siluetas oscuras se recortan contra él.
Quisiera volver a sentirte, luna del níveo rictus y de todas las advocaciones.
Sospecho que me importa lo que poco importa.
Qué largo será el urbano mes que tardaré en volver a verte.
No faltes a la cita.
¡No te hagas desear !
¡Vuelve !
Aquí estaré, esperándote.

Pedro L. Baliña
Lezama, abril de 1992