PATRIMONIO: RESTAURACIÓN Y PUESTA EN VALOR DEL TEATRO COLÓN
Después de casi diez años, el Teatro Colón recupera todo su esplendor y suma la tecnología del siglo XXI. Los detalles de una obra monumental.
Por Berto González Montaner y Graciela Baduel
arquitectura@clarin.com
Goma de borrar para limpiar los murales y fibra de carbono para apuntalar la estructura. El siglo XIX y el siglo XXI. Paciencia artesanal y tecnología de punta. Todo converge en una obra monumental, el rescate uno de los teatros líricos más importantes del planeta, considerado como el mejor del mundo por su acústica para ópera y el tercero por su acústica para conciertos.
Sonia Terreno, asesora técnica de la Unidad Proyectos Especiales Teatro Colón, no apela a eufemismos para describir el estado del teatro: "Era una decadencia absoluta, provocada por la acumulación de abandonos y desidia de décadas". Según la arquitecta, quien viene trabajando en el teatro hace más de una década, era común ver a la gente pintando telones entre baldes con goteras, había instalaciones eléctricas impropias y cañerías colgadas fuera de toda norma de seguridad, lo que redundaba en un enorme riesgo de fuego. Por caso, a fines de los 80 se habían retirado del escenario las instalaciones contra incendio y nunca se habían repuesto. "También había un alto grado de desorganización e impunidad en cuanto a lo que se puede y lo que no se puede hacer en el uso del edificio: debido a eso las áreas de altísimo valor patrimonial estaban entrando en un grado de deterioro que ponía en peligro su conservación", agrega.
Una vez hecho el diagnóstico de la situación, se formuló, en 2002, un plan de ejecución paulatina, para minimizar el tiempo de cierre del teatro. El cambio de las cubiertas, la recuperación de los vitrales del foyer, la revitalización del Centro de Experimentación (CTC) y el avance decisivo en la restauración de la sala principal y las butacas se ejecutaron hasta 2006. Luego, en 2007, se resolvió extender el plazo de apertura a 2010 y refuncionalizar y reordenar la totalidad del edificio.
Las premisas irrenunciables, puntualiza Terreno, fueron dos: conservar a ultranza la calidad acústica de la sala y hacer una restauración conservativa. Para la acústica se tomaron como referencia las mediciones de los años 60. Felizmente, la prueba realizada a principios de mes en una función especial se superó con honores: la acústica está intacta.
En cuanto a la "restauración conservativa", la clave fue restablecer el teatro al código del autor. Quitar materiales impropios, recuperar los colores originales de paredes y ornamentos, los valores expresivos, los brillos, las luces, los vitrales. "Sobre todo, no trabajar con el 'me gusta, no me gusta', sino atenerse a lo que fue una obra de autor," aclara Terreno.
Para armar el plan de obras se montó una oficina con alrededor de 50 profesionales; ingenieros, arquitectos de la oficina técnica propiamente dicha y especialistas en acústica, restauro, instalaciones contra incendio, instalaciones eléctricas, de luminotecnia teatral e instalaciones sanitarias, muchos de los cuales ya venían trabajando en el Master Plan. Todos a cargo de Andrés Schulman, Jefe de Proyectos de la UPE. "Con ellos realizamos todos los relevamientos, diagnósticos, pliegos y documentación licitatoria. Se documentaron 3.000 planos y pliegos y especificaciones técnicas para supervisar, controlar y ejecutar las obras", explica.
Cómo se organizó la obra
Ante la complejidad de la empresa, por primera vez desde que se trazó el plan de obras, se decidió contratar a una gerenciadora de construcción, el Grupo SYASA.Cansado pero contento, Rodolfo Seminario, su presidente, recibe en su oficina del obrador, decorada únicamente con una gigantografía de Nélida Roca. Pregunta: "¿Te mudaste alguna vez? Esto es como una mudanza multiplicada por mil". Cuando la obra pasó a la órbita del Ministerio de Desarrollo Urbano de la Ciudad, en 2008, su firma ganó la licitación internacional. "Entonces propusimos una organización donde se integraran nuestro equipo y la gente que había estado trabajando hasta entonces en el Teatro –recuerda el ingeniero Seminario–, profesionales muy calificados, todos amantes de la obra, que además habían vivido enormes dificultades".
¿Cuál fue la clave para manejar una empresa de esta envergadura? "Fueron dos", resume: "equipo y organización. Uno sin el otro no funciona, sino, mirá lo que nos pasa con la Selección..."
En el comienzo, cuando corría febrero de 2009, había apenas 90 operarios trabajando. "Lo primero –explica Seminario– fue regularizar la obra, poner en orden los contratos, ya que había negociaciones fallidas que tuvieron su impacto en la obra". A partir de ese momento, el personal involucrado empezó a crecer: en octubre ya eran mil personas. Y en estos últimos días la cifra subió a 1250. "Se produjo una enorme concentración de tareas, cosa que en principio no estaba en nuestros planes: queríamos hacer algo más paulatino, arrancar con unos 600 obreros, pero la meseta se transformó en una pera", grafica. Seminario asegura que "se ha tocado prácticamente toda la superficie del teatro. Hay grandes rubros: una obra pesada de ingeniería, una zona de restauración y lo más importante, las instalaciones.
Digamos que el 25 % son obras civiles (albañilería, escenotecnia), el 20 % corresponde al restauro, el 10 % al sistema contra incendio y el 45 % a las instalaciones."
Como se trató de una restauración conservativa, hubo que determinar en cada caso dónde y cómo tratar los materiales. Un ejemplo es el antiguo baño del primer piso: había una pérdida y se la reparó desde el Salón Blanco, para no dañar los revestimientos.
Lo más difícil fue la coordinación. Cuando empezaron a trabajar, dice Seminario mientras dibuja círculos pequeños dentro de otro círculo más grande, "había compartimentos estancos rodeados de 'tierra de nadie'. Eran 20 contratos diferentes". Y recuerda las interminables reuniones de los viernes, cuando se juntaban todos los gremios y planteaban los problemas que tenían unos con otros. "Hubo que conjugar tiempos y trabajos sumamente artesanales con plazos a cumplir. Hay que tener en cuenta que se han dado servicios de última generación a un edificio histórico".
Claro que a marcar las líneas divisorias ayudaron las autoridades, que se hicieron cargo de regularizar los contratos y aceleraron los trámites administrativos. "Se hizo un gran trabajo. No porque yo lo diga –aclara–, lo afirman los especialistas, como Elisabetta Fabbri, la arquitecta que dirigió la reconstrucción de La Fenice y la conservación de La Scala de Milán, quien declaró hace pocos días que el trabajo tiene niveles de excelencia difíciles de alcanzar en Europa".
Así fue como finalmente el Colón reabrió sus puertas, con 60.000 m2 restaurados, con tecnología del siglo XXI y valores patrimoniales de principios del siglo XX. Los resultados pueden disfrutarse desde ayer y, confían, durante varias décadas.