Vienen de Israel, Bélgica y también de Tucumán. Exhiben sus obras en Recoleta y crean nuevas en San Telmo.
Montando. En Del Infinito, la impactante obra de la israelí Orit Hofshi. |
Por Julia Villaro
Las series de palabras del chileno Rodrigo Canala, y los
registros -visuales y sonoros- de movimientos sociales del rumano Dan
Mihaltianu dejan inferir ciertas tendencias netamente conceptuales,
mientras las superficies de madera y fórmica sutilmente trabajadas por
la argentina Silvana Lacarra y las acuarelas de la suiza Magdalena
Z’Graggen, aunque racionales y rigurosas, aportan una dimensión más
sensorial, cruzada por la emoción. Ellos son cuatro de los dieciseis
artistas llegados de lugares tan disímiles como Cardiff, Herzlyia y
Tucumán para participar de la residencia URRA. Están mostrando sus obras
en la Galería del Infinito, en Recoleta, poblada también por trabajos
como los de la joven holandesa Doina Kraal –profundamente conceptual y
de impacto visual a la vez-. Y metros separan ahora al correntino Jorge
Miño, reconstruyendo espacios vertiginosos, de Anthony Shapland, el
artista galés que señala el paso del tiempo a través de la luz, o de la
brasileña Chiara Banfi, hablando en silencio de la música y haciendo del
pentagrama una trama de recortes. Tal vez porque podía viajar enrollado
en un tubo y pender simplemente de la pared con ganchos, trajo Orit
Hofshi desde Israel su xilografía impresa a cuchara. O tal vez para que
el nombre de la obra, Convergencia, funcione como evocación de lo
que esta reunión de artistas puede llegar a producir en cada una de sus
subjetividades.
Palabras, palabras, palabras. Del chileno Rodrigo Canala. |
Al fin y al cabo, estar con otros también puede implicar un viaje a la propia intimidad; sobre todo cuando, en palabras de Edmond Jabés –también artista y un poco errante- “el extranjero te permite ser tí mismo, al hacer de tí un extranjero”. Además, estarán compartiendo taller -hasta el 31 de este mes- en el barrio porteño de San Telmo.
“La experiencia de una residencia puede tener en un
artista un efecto muy transformador, incluso curativo”, cuenta Melina
Berkenwald, organizadora y directora de URRA, la residencia de artistas
que el primero de octubre, inauguró en Buenos Aires su cuarta edición.
URRA ya lleva cuatro años invitando artistas argentinos y del mundo a
formar parte de su proyecto grupal. La idea, como la de la mayoría de
las residencias, es simple: propiciar un espacio y un tiempo de calidad,
en el cual cada artista pueda explorar sus propios proyectos, a la vez
que intercambiar experiencias con el resto de los participantes: la
mezcla de acentos, lenguajes y propuestas redunda en entusiasmo
generalizado y el intercambio entre artistas jóvenes y de trayectoria
sirve de inspiración mutua.
En proceso. El taller de la artista argentina Silvana Lacarra. |
Corriendo el eje de los resultados –poco importa si al finalizar la residencia los trabajos están terminados o en proceso- hacia los efectos que la experiencia del intercambio siempre genera, Berkenwald propone generar una “plataforma abierta de trabajo para que el artista haga lo que considere que tiene que hacer”. Y que la ciudad también resulte oxigenada por su visita.
Para agitar el
avispero del arte local, URRA cuenta con tres actividades de acceso
público y gratuito. Suerte de rito de inicio, un ciclo de charlas en el
auditorio del Malba invitó el lunes 7 a los artistas a realizar un
abordaje teórico sobre sus propias obras. En la recta final, el 29 el
taller abrirá sus puertas para que el público visite a los artistas
trabajando. Entre tanto, desde 9 y hasta el 25 puede verse en la galería
Del infinito Arte una muestra con las obras que cada artista trajo, a
modo de carta de presentación visual, desde casa y bajo el brazo. Tres
formas diversas y complementarias de establecer contacto con el público
porteño que parecen además operar marcando el tempo a la dinámica del
mes.
Fuente: clarin.com
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