Exhibidas en una muestra, las fotos familiares que
durante años Anatole Saderman hizo de Paloma, la hija desaparecida del
pintor Carlos Alonso, cobran nuevos significados.
En qué puede transformarse el álbum familiar? ¿Y ese último
plano cerrado, frontal, con fondo difuso? ¿Qué viene a decirnos la
biografía rota, deshecha? Esas fotografías familiares, más otras
inéditas tomadas por Anatole Saderman, un retrato hecho por Carlos
Alonso, cartas y un diario íntimo, entre otros documentos, condensan
varias historias de vida. La de ella, la de Paloma Alonso, es la
biografía trunca de una desaparecida. Al ver esas quince fotografías
inéditas, seleccionadas entre un centenar de imágenes tomadas por
Saderman, uno recuerda las fotos de Patricia Dell´Oro, secuestrada en
Pozo de Arana. El golpe es igual: las imágenes se vuelven un dispositivo
singular, suprafamiliar.
Si con la fotografía, como señala Susan
Sontag, cada familia construye una crónica-retrato de sí misma, o más
aún, un estuche de imágenes portátiles que rinde testimonio de la
solidez de sus lazos, las fotografías de esta exposición trascienden ese
umbral. Son simbólicamente mucho más potentes: crónica de la tragedia
y, al tiempo, retrato de una sociedad. En Paloma por Saderman, exhibida
en el Centro Cultural de la Cooperación con curaduría de Alberto
Giudici, se cruzan, decíamos, múltiples biografías: la de Paloma, claro;
la de Yvonne Fauvety, su madre; la de Carlos Alonso; la de Mercedes
Alonso, actriz, que asumió el duro desafío de ponerse en la piel de su
hermana en Los pasos de Paloma, una propuesta poética-teatral con
dramaturgia de Patricia Zangaro y dirección general de Laura Yusem (en
la Sala Raúl González Tuñón del mismo Centro Cultural de la
Cooperación). Y también la de Saderman, que capturó esas expresiones
bien íntimas, cómplices, amorosas, entre padres e hija, que sólo puede
lograr una cámara no intrusiva, como la suya.
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Paloma Alonso, 1967. |
Tras la revolución
bolchevique, la familia de Saderman emigró a Lodz, Polonia; luego iría a
Berlín. Con Hitler en ascenso, el destino fue primero Asunción y luego
Montevideo. Hubo, luego, otros viajes en la biografía de Saderman hasta
que en 1932 se radicó en nuestras pampas.
Además de una colección de
paisajes urbanos de Buenos Ai- res y varias capitales de Europa, su
cámara capturó los rostros de cientos de artistas e intelectuales
argentinos y extranjeros: Victorica, Neruda, Macció, Borges, Deira, Pier
Paolo Pasolini y la lista sigue. Saderman solía hacer unas pocas tomas
que en general intercambiaba por una obra que hacía el artista en
cuestión. Con Alonso y su familia fue diferente, hubo una gran conexión:
los retrató durante cerca de veinte años, desde 1956, en distintas
ocasiones.
La de Paloma, maestra jardinera, militante de la
Jotapé, fue una biografía trunca pero intensa. “Tenía enormes deseos de
vivir, amar y ser amada”, recuerda su madre, que vive en el departamento
de Paloma: “A veces siento que estoy mirando con sus ojos–escribe– y
cuando veo venir una sudestada en el horizonte, esas tremendas
tempestades de viento y relámpagos que se forman sobre el río, entonces
siento que la extraño terriblemente y que daría cualquier cosa por
tenerla nuevamente a mi lado”.
De Paloma hay un retrato de Alonso,
los ojos de su hija como de muñeca; un cuaderno que llevaba a la
campaña de alfabetización en las villas en 1975, diarios de sus viajes a
Roma y Perú, una carta de amor, y un diario íntimo, eso tan personal
que se escribía (¿aún se escriben?) pensando en un otro conjetural,
imaginario o real.
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Yvonne Fauvety y Carlos Alonso con Mercedes y Paloma, 1967. |
“Es la única oportunidad que tengo. La única vida. Ya
nunca más voy a vivir lo que viví y vivo. (…) Miro el reloj: este
segundo que pasa ya pertenece al pasado. Es la noche del viernes.
El
lunes cumplí 21 años. Nunca más voy a tener 20. Tendré 22, 23, 25, 50,
pero nunca más 20. Es terrible, pero inexorable. No hay que perder un
segundo. No se puede recuperar”, escribió en ese diario Paloma unos días
antes de ser secuestrada y desaparecida, en julio del 77.
Poco
antes, en 1976, tras la amenaza de bomba en Art Gallery International,
donde se exhibía su muestra El ganado y lo perdido, Alonso había tenido
que abandonar el país. Desde ese momento, como en pocos artistas, Paloma
habita en la biografía artística y personal de Alonso. Es un duelo
siempre latente: desde el atroz “Silencio” pasando por “No te vendas”,
“Auxilio exilio”, “Amanecer argentino” hasta “Manos anónimas” y “Mal de
amores”. En todas está su hija como una herida abierta.
El
parecido físico entre padre e hija es intenso y la relación, tan solo
por lo que evidencian las fotografías, se percibe fuerte también. Como
solía hacerlo, Saderman se concentra en un detalle, en una expresión,
para dejar el resto en suspenso, fuera de foco, difuso. En ese
vertiginoso álbum familiar, con final trágico, está el joven Alonso,
siempre atractivo, cigarrillo en mano, leyéndoles un cuento a sus
chicas. Está también la fotografía del artista con Paloma, el claroscuro
potente sólo permite ver la mirada de él directo a los ojos de ella,
que lo acaricia amorosamente; el fondo con unos pájaros enjaulados
parece ficcional. Y hay una imagen inolvidable: un plano bien cerrado,
claro oscuro pleno sello Saderman, de Paloma, bella, jovencísima y al
tiempo con mirada de mujer. Uno de los últimos retratos.
SADERMAN BÁSICO
Moscú, 1904 - Buenos Aires, 1993
Fotógrafo
El fotógrafo ruso Nicolás Yarovoff fue su maestro. Al tiempo que
se vincula con los artistas plásticos e intelectuales, comienza a
desligarse de la fotografía comercial y afirma su orientación hacia el
retrato de carácter. Expuso en la Argentina y en el exterior. Nunca dejó
de lado la actividad docente y gremial. Tradujo al español clásicos
rusos. Fue socio fundador de la Asociación de Fotógrafos Profesionales,
del Foto Club Argentino y del Foto Club Buenos Aires. En 1960 el Fondo
Nacional de las Artes incorporó a su colección unos 300 retratos suyos
de artistas plásticos argentinos.
FICHA
Paloma por Saderman
Lugar: Centro Cultural de la Cooperación, sala Abraham Vigo
Av. Corrientes 1543
Fecha: hasta el 27 de mayo
Horario: lunes a sábados de 10 a 22; domingos de 17 a 20.30
Entrada: gratis
Fuente: Revista Ñ Clarín