Arte / Ferias
La quinta edición de Pinta en Nueva York
conquistó la semana pasada el interés del público, los medios,
coleccionistas y directores de museos; participaron 45 artistas
argentinos.
Por Juana Libedinsky
/ LA NACIÓN
Informalmente,
muchos lo han llamado el año de las galerías (y, por extensión, el año
de las ferias de galerías). Resulta que la planificación para lo que se
muestra en los grandes museos neoyorquinos en la temporada 2011-12 fue
confeccionada en 2008, cuando la economía dio un violento giro tras años
de bonanza. Asustadas, pocas instituciones quisieron arriesgar recursos
a futuro, lo cual explica la proliferación actual de exposiciones
basadas en colecciones permanentes, sólidas, impecables, y a menudo
fascinantes, pero que quizá no generan la misma excitación que algo
nuevo.
Las principales galerías, en cambio, tuvieron el "músculo
financiero" suficiente para aprovechar ese vacío a último momento, y no
sólo el interés del público, sino también la repercusión en los medios
de algunas de sus muestras y artistas, que ha estado al nivel que
normalmente se reserva para los museos.
En ese favorable contexto se desarrolló la semana pasada Pinta, feria de arte latinoamericano, su quinta edición en la Gran Manzana. Otros factores externos elevaron, también, su estatus. Una reciente nota en The New York Times -árbitro final del quehacer cultural en la Gran Manzana-, titulada en forma elocuente "El arte latinoamericano, redescubierto nuevamente", señalaba que "los amantes del arte en Estados Unidos están yendo más allá del canon occidental al construir sus colecciones" y que "la creciente población latina del país representa también un nuevo potencial de coleccionistas y aficionados".
Hay más. Algunas de las economías más prósperas del sur del continente, en particular la de Brasil, han creado su propio mercado de arte. Esto significa que los precios back home de las obras ya son altos, con lo cual, al comprar piezas latinoamericanas en Estados Unidos, los coleccionistas no sienten que están pagando un extra desorbitante sólo por no hacerlo en los países de origen de los artistas.
Y está el respaldo de los grandes. "Se puede argumentar fuertemente que una serie de artistas de la región están entre los más interesantes que trabajan hoy", sentenció el director del MoMA, Glenn Lowry, quien aun antes de la inauguración oficial ya se paseaba por los stands de Pinta, generando una gran expectativa. También estuvieron presentes importantes coleccionistas como Patricia Cisneros, Ella Fontanals y Estrellita Brodsky.
Pinta estuvo a la altura de las circunstancias, con obras como un Matta por el que se pedía 3.800.000 dólares; pequeñas esculturas de Botero valuadas en 700 mil dólares y Lo obsceno, de la brasileña Adriana Varejão, hecha para la Fundación Cartier, de 1.200.000 dólares, cuya versión de color más apagado y menor tamaño era la tapa del catálogo de Phillips para los remates de la temporada. La presencia de obras de artistas brasileños como Lygia Pape, Anna Maria Maiolino y Fernanda Gomes fue, en general, calificada con un solo adjetivo: "lujo".
En cuanto a la participación argentina, entre el medio centenar de galerías reunidas en Pinta pudieron verse obras de, por lo menos, 45 artistas de distintas generaciones como Marta Minujín, Liliana Porter, María Noel, Julio Le Parc, César Paternosto, Rogelio Polesello, Luna Paiva, León Ferrari, Inés Bancalari, Antonio Seguí y Mariano Costa Peuser.
Cuatro galerías argentinas llevaron obra con el apoyo de Cancillería. Cosmocosa reunió a Gyula Kosice (con dos obras de 45.000 dólares), Ignacio Iasparra y Faivovich & Goldberg, que tenían un stand exclusivo para ellos en la parte de los proyectos curados por el invitado de honor de la muestra, Jacopo Crivelli.
Teresa Anchorena llevó obra de Juan Andrés Videla, Roberto Elía, Beatriz Pagés y Luna Paiva, entre otros; GC Estudio de Arte, de Eduardo Costa, Leo Battistelli y Eugenio Espinoza, y la ciudad de Buenos Aires, un montaje de fotografías porteñas vintage de Aldo Sessa. El galerista argentino Karim Makarius participó junto con la galería americana Throckmorton para presentar fotografías de su padre, Sameer Makarius.
Claro que, además, en algunas galerías no argentinas hubo una abrumadora presencia rioplatense, como la española Aina Nowack, cuyo stand estaba dedicado a María Noel y Grillo Demo; Cecilia de Torres, con base en Nueva York, presentó a César Paternosto e Inés Bancalari; y la también americana Nohra Haime, gigantescos cuadros de Seguí. Otro galerista local, Henrique Faría, mostró imágenes del célebre Pago de la deuda externa con maíz de Marta Minujín y Andy Warhol, días después de que los remates de arte contemporáneo demostraran que el pop sigue siendo rey en las ventas de la Gran Manzana.
La historia de esta obra es bien conocida: Marta Minujín invitó a Warhol a una performance en 1985, en la cual ella pagaba la deuda externa argentina usando el grano más difundido y emblemático de América latina. Rodeados de mil choclos pintados de dorado, Warhol y Minujín realizaron la negociación, que venía a simbolizar el intercambio material y el trueque de experiencias artísticas y curatoriales. Luego se sacaron doce fotografías y repartieron choclos autografiados.
Recientemente se encontraron tres fotografías perdidas y la versión ampliada de series de seis, presentada en octubre por primera vez, se exhibió en Pinta. Esto fue muy apropiado, no sólo porque el objetivo de la feria dirigida por Alejandro Zaia, Mauro Herlitzka y Diego Costa Peuser está vinculado al fomento del intercambio artístico y material entre el norte y el sur del continente, sino también porque la nueva sede de la feria de galerías queda a pasos del Empire State Building, donde tuvo lugar aquella performance.
En ese favorable contexto se desarrolló la semana pasada Pinta, feria de arte latinoamericano, su quinta edición en la Gran Manzana. Otros factores externos elevaron, también, su estatus. Una reciente nota en The New York Times -árbitro final del quehacer cultural en la Gran Manzana-, titulada en forma elocuente "El arte latinoamericano, redescubierto nuevamente", señalaba que "los amantes del arte en Estados Unidos están yendo más allá del canon occidental al construir sus colecciones" y que "la creciente población latina del país representa también un nuevo potencial de coleccionistas y aficionados".
Hay más. Algunas de las economías más prósperas del sur del continente, en particular la de Brasil, han creado su propio mercado de arte. Esto significa que los precios back home de las obras ya son altos, con lo cual, al comprar piezas latinoamericanas en Estados Unidos, los coleccionistas no sienten que están pagando un extra desorbitante sólo por no hacerlo en los países de origen de los artistas.
Y está el respaldo de los grandes. "Se puede argumentar fuertemente que una serie de artistas de la región están entre los más interesantes que trabajan hoy", sentenció el director del MoMA, Glenn Lowry, quien aun antes de la inauguración oficial ya se paseaba por los stands de Pinta, generando una gran expectativa. También estuvieron presentes importantes coleccionistas como Patricia Cisneros, Ella Fontanals y Estrellita Brodsky.
Pinta estuvo a la altura de las circunstancias, con obras como un Matta por el que se pedía 3.800.000 dólares; pequeñas esculturas de Botero valuadas en 700 mil dólares y Lo obsceno, de la brasileña Adriana Varejão, hecha para la Fundación Cartier, de 1.200.000 dólares, cuya versión de color más apagado y menor tamaño era la tapa del catálogo de Phillips para los remates de la temporada. La presencia de obras de artistas brasileños como Lygia Pape, Anna Maria Maiolino y Fernanda Gomes fue, en general, calificada con un solo adjetivo: "lujo".
En cuanto a la participación argentina, entre el medio centenar de galerías reunidas en Pinta pudieron verse obras de, por lo menos, 45 artistas de distintas generaciones como Marta Minujín, Liliana Porter, María Noel, Julio Le Parc, César Paternosto, Rogelio Polesello, Luna Paiva, León Ferrari, Inés Bancalari, Antonio Seguí y Mariano Costa Peuser.
Cuatro galerías argentinas llevaron obra con el apoyo de Cancillería. Cosmocosa reunió a Gyula Kosice (con dos obras de 45.000 dólares), Ignacio Iasparra y Faivovich & Goldberg, que tenían un stand exclusivo para ellos en la parte de los proyectos curados por el invitado de honor de la muestra, Jacopo Crivelli.
Teresa Anchorena llevó obra de Juan Andrés Videla, Roberto Elía, Beatriz Pagés y Luna Paiva, entre otros; GC Estudio de Arte, de Eduardo Costa, Leo Battistelli y Eugenio Espinoza, y la ciudad de Buenos Aires, un montaje de fotografías porteñas vintage de Aldo Sessa. El galerista argentino Karim Makarius participó junto con la galería americana Throckmorton para presentar fotografías de su padre, Sameer Makarius.
Claro que, además, en algunas galerías no argentinas hubo una abrumadora presencia rioplatense, como la española Aina Nowack, cuyo stand estaba dedicado a María Noel y Grillo Demo; Cecilia de Torres, con base en Nueva York, presentó a César Paternosto e Inés Bancalari; y la también americana Nohra Haime, gigantescos cuadros de Seguí. Otro galerista local, Henrique Faría, mostró imágenes del célebre Pago de la deuda externa con maíz de Marta Minujín y Andy Warhol, días después de que los remates de arte contemporáneo demostraran que el pop sigue siendo rey en las ventas de la Gran Manzana.
La historia de esta obra es bien conocida: Marta Minujín invitó a Warhol a una performance en 1985, en la cual ella pagaba la deuda externa argentina usando el grano más difundido y emblemático de América latina. Rodeados de mil choclos pintados de dorado, Warhol y Minujín realizaron la negociación, que venía a simbolizar el intercambio material y el trueque de experiencias artísticas y curatoriales. Luego se sacaron doce fotografías y repartieron choclos autografiados.
Recientemente se encontraron tres fotografías perdidas y la versión ampliada de series de seis, presentada en octubre por primera vez, se exhibió en Pinta. Esto fue muy apropiado, no sólo porque el objetivo de la feria dirigida por Alejandro Zaia, Mauro Herlitzka y Diego Costa Peuser está vinculado al fomento del intercambio artístico y material entre el norte y el sur del continente, sino también porque la nueva sede de la feria de galerías queda a pasos del Empire State Building, donde tuvo lugar aquella performance.
Fuente: ADN Cultura LA NACIÓN
No hay comentarios:
Publicar un comentario