Tras la inundación que en 2009 lo devastó, el Museo Gauchesco y Parque Criollo Ricardo Güiraldes vuelve a vivir.
(...) Al gaucho que llevo en mí, como la custodia lleva la hostia. R. G.
Por Silvina Beccar Varela/Para LA NACIÓN
El 25 de diciembre de 2009 estuvo nublado y lluvioso en San Antonio de Areco. Cecilia Smyth, directora del Museo Gauchesco y Parque Criollo Ricardo Güiraldes, -que en 1938 creó Manuel J. Güiraldes, padre del escritor, al cumplirse 10 años de la muerte de su hijo-, fue allí varias veces durante el día; el agua estaba lejos de la casa-museo. Esa noche, desde su cama, escuchó la lluvia que golpeaba insistentemente las ventanas y el techo. Nunca pensó que habían caído más de 400 ml.
En la mañana del 26 intentó llegar al museo en auto, pero
no pudo. Volvió luego con Raúl, su marido, pero quedaron varados a tres
cuadras. Caminando desesperadamente en medio de la correntada,
alcanzaron la tranquera. Sergio Altamirano, encargado de campo del
predio, les aclaró que había entrado algo de agua al museo., aunque no
tanta. "A las 9 había sólo 5 cm. Empezamos a levantar los objetos.
Llevamos lo que pudimos al Museo Las Lilas, de Octavio Caraballo. Areco
era un caos, no había manera de moverse. Y el agua empezó a subir, subir
y subir. Los muebles flotaban y se daban vuelta. Los cuadros, hundidos
hasta la mitad. Intentábamos ponerlos a resguardo, pero eran muy
pesados. Todo, en medio de la corriente. Hasta que sentimos, con un
metro y medio de agua y sin luz, que no podíamos estar más adentro de
esa casa", contó Cecilia.
Salieron al mar de agua marrón y subieron al mirador.
Allí consiguieron comunicarse con la intendenta, Estela Lennon. Ella
recibió la llamada junto con la de otros miles de inundados. Más tarde,
mandó la lancha a buscarlos.
"Nos encomendamos a Dios, teníamos la sensación de que se
perdía todo el patrimonio, inmersos en una catástrofe de dimensiones
totalmente imprevistas", contó Cecilia.
Con el agua hasta el cuello
Las aguas contaminadas desbordaron el cauce del Río
Areco. Los canales aledaños también se desbordaron. Se produjo una
tragedia impensada: 3500 personas inundadas -600 rescatadas y 2100
autoevacuadas-, casas sumergidas, cosechas perdidas y animales muertos.
La crecida del río fue tal que las aguas llegaron hasta las puertas del
museo y anegaron sus salas con 1,50 metros. Después vino el barro. Sólo,
tal vez, fuera posible recuperar algo de toda esa podredumbre. Y sin
embargo, se hizo.
La amplia pinacoteca, los documentos, los manuscritos de
Güiraldes, las primeras ediciones, la cama de Don Juan Manuel de Rosas,
el mobiliario, los textiles, las artesanías en cuero: todo hubo que
salvarlo de las aguas. A la problemática de la inundación se sumaron la
contaminación y la humedad. Frente a la adversidad, el personal de este
refugio de cultura ligada a las tradiciones, se puso el museo al hombro.
Se derivaron obras a la estancia La Invernada, otras se levantaron.
Mientras tanto, los amigos del museo buscaron fondos: se movilizó todo
el pueblo. Llegaron los restauradores, Manuel Cesio y Alba Pereiro,
entre muchos otros.
Las acciones fueron posibles gracias al apoyo de la
Intendencia, la Municipalidad, el Gobierno de la Provincia de Buenos
Aires, la Asociación de Amigos del Museo, el Ministerio de Economía, la
Casa de la Moneda, la Fundación YPF y la Fundación Príncipe Claus de
Holanda.
El día después
Como no había papel secante, los libros se interfoliaron
con papel higiénico. Así empezó la primera recuperación, la de la
palabra. "No teníamos luz germicida; entonces, exponíamos libro por
libro tres minutos al sol para matar los hongos. La obra plana estaba
comprometida y había que desenmarcarla, y evitar por todos los medios
la putrefacción y el deterioro de los muebles. Fueron jornadas de 14
horas durante 3 meses", afirmó la directora.
Cada rincón del museo posee su riqueza; así, se dividió
el proyecto de rescate en especialidades de acuerdo a su tratamiento y
nada cobró protagonismo, estabilizando el patrimonio para después ir
restaurándolo pacientemente.
Los sábados, Manuel Cesio y su equipo -pertenecientes al
programa de recuperación y conservación del patrimonio cultural del
Ministerio de Economía de la Nación-, capacitaron a todo el personal del
Museo Güiraldes. "En 2010 trabajé con ellos y este año realizamos
talleres de conservación, restauración, encuadernado de libros,
enmarcado museológico y lavado de obra plana", explicó Cesio.
Las intervenciones fueron hechas por ordenanzas, guías de
turismo, personal de limpieza, quienes se transformaron en
restauradores gracias al cariño por el lugar de trabajo y el sentido de
pertenencia. "Como grupo humano fue maravilloso encontrar un campo
fértil en cada una de las personas que trabajan aquí", señaló Cecilia.
Actualmente se los puede ver restaurando muebles o
diarios que estuvieron sumergidos en agua barrosa; ya se restauró el 70
por ciento del acervo del museo.
El futuro llegó, hace rato
La Fundación YPF, de la mano de su vicepresidente
ejecutivo, Ezequiel Eskenazi, donó los fondos necesarios para la
realización y futura ejecución del Plan Maestro que se presentó el 10 de
este mes en el marco de la Fiesta de la Tradición. El Plan estará a
cargo de un grupo de trabajo liderado por el curador Gabriel Miremont
(Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta, Niños de Llullaillaco;
Museo de Tigre; Museo Evita) y Virginia Agote (Museo de Bellas Artes de
San Juan), con la ayuda de todo el personal y la coordinación de Pedro
Güiraldes, sobrino-nieto del escritor.
Ricardo Güiraldes fue enterrado en Areco en 1927: había
muerto en París y sus restos fueron recibidos por una larga fila de
gauchos -sus gauchos- a caballo, entre otras personalidades de la
cultura.
"Esencialmente -señala Pedro Güiraldes-, hoy se conoce a
Ricardo como un escritor costumbrista. Mas era un hombre
escandalosamente moderno, ligado a las corrientes literarias de la
época. Amigo de Raúl González Tuñón, Emilio Petorutti, Xul Solar. Su
primer libro, El Cencerro de Cristal, pasó años en el pozo del aljibe de
la estancia La Porteña, dilapidado por la crítica de la época. Sin
desconocer su otro yo ligado a lo gauchesco, a quien dedica su obra
emblemática. No hay más que leerlo para entender la amplitud de su
pensamiento."
Con el libro Don Segundo Sombra como eje temático, la
nueva puesta intentará reflejar estos dos aspectos de la personalidad de
Ricardo, haciéndola atractiva también para el turismo. La pulpería será
el área que mostrará la actividad del hombre de campo. Habrá talleres
de soguería, platería, etcétera. Se mantendrá el área de conservación y
restauración -construcción reciente lograda gracias a los aportes
privados y públicos-, para la reserva de las colecciones. En el patio
externo se prevé un área de recreación con algún servicio gastronómico.
"Son 90 hectáreas de parque y colecciones, la idea es que
la gente venga a pasar el día, se sorprenda y aprenda", concluyó
Miremont.
Para concretar esta ambiciosa obra hace falta el apoyo de
las empresas del sector, los amigos del museo, las ONG, el Gobierno
Nacional y el Provincial. El resguardo de la memoria ligada a la
historia representa la raíz del árbol en donde se afianzará nuestro
futuro.
GÜIRALDES, DISCÍPULO LITERARIO DEL GAUCHO
GÜIRALDES, DISCÍPULO LITERARIO DEL GAUCHO
Ricardo Güiraldes que se reconocía discípulo literario del gaucho, preso de la nostalgia luego de una larga permanencia en la capital francesa -en donde ya estaba viviendo con un año de edad-, cierta vez escribió: "Ha sido en París donde comprendí una noche en que ví solito mi alma que uno debe ser un árbol de la tierra en que nació: espinillo arisco o tala pobre. Acababa de dar una vuelta completa al mundo, y esa noche de nieve me corrió por lo despiadada, y lo era más por la escarcha nuestra, porque era nieve extranjera. Me sentí huérfano, guacho y ajeno a mi voz, a mi sombra y a mi raza. Lié mis petates, y ¡hasta la vuelta!, le dije, che. Cuando me bajé del barco tomé un pingo y le entré, como cuando era cachorro, hasta el corazón de la pampa."
LA PULPERÍA ESTÁ ABIERTA
Los poetas se inspiraron en los pulperos para escribir algunas de sus coplas más hermosas. Como Martín Fierro, al que José Hernández hacía exclamar: "Mi gala en las pulperías / era cuando había más gente, / ponerme medio caliente, / pues cuando puntiao me encuentro/ me salen coplas de adentro/ como agua de la vertiente". O Hilario Ascasubi. Santos Vega comienza: "Cuando era al Sur cosa extraña, / por ahí junto a la laguna / que llaman de la Espadaña / poder encontrar alguna/ pulpería de campaña". En el censo de 1810 se contaron 364 pulperos en Buenos Aires.
El museo aún no tiene fecha de reapertura. Plan Maestro mediante, estiman que todavía falta bastante tiempo, depende de que se hagan efectivos los aportes públicos y privados.
Camino Ricardo Güiraldes S/N, Tel. 02326-455839. (2760) San Antonio de Areco, provincia de Bs. As., museoguiraldes@areconet.com.ar.
Fuente: Revista La Nación
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