Así le decían a Vicente Scaramuzza algunos de sus alumnos. Con su método formó a Bruno Gelber y Marta Argerich, y a los tangueros Horacio Salgán y Osvaldo Pugliese, entre otros.
Porteño por adopción. Se formó en un prestigioso conservatorio napolitano y aquí desarrolló su propio método
Eduardo Parise
Alguna vez le
preguntaron por qué vino a la Argentina. Dijo: "Vine a hacerme la
América". Tenía un contrato por cinco años, pero Buenos Aires lo atrapó
para siempre. Entonces, aunque había nacido en Crotone, una costera
ciudad calabresa junto al Mar Jónico, se convirtió en un porteño
importante, tanto que se lo reconoce como uno de los fundadores de la
mayor tradición pianística de la Argentina. Bruno Gelber, uno de sus
célebres alumnos, lo definió como "un apóstol de la enseñanza". Otros,
en cambio, eligieron un concepto más prosaico pero mucho más gráfico:
dijeron que Vicente Scaramuzza era "un fabricante de pianistas".
Su
ficha dice que nació el 19 de junio de 1885 y que, a instancias de su
padre, fue a estudiar al Regio Conservatorio di San Pietro a Maiella,
una famosa institución en Nápoles que hasta tuvo como director a Gaetano
Donizetti. Aquello era un verdadero esfuerzo para su familia porque
sólo había conseguido media beca. Pero al año, cuentan que por su
talento recibió la parte restante para ser beca completa. Se diplomó en
1906 y al año siguiente, con 22 años, vino a estas tierras. Y aunque
viajó varias veces hacia Italia, aquí encontró su lugar en el mundo,
donde dirigió el Conservatorio Santa Cecilia.
Los que saben su
historia afirman que dio conciertos hasta 1919, aunque hay registros de
otras actuaciones esporádicas hasta casi los años 50. De todas maneras,
su mayor trabajo se concentró en la enseñanza de todo aquello que había
aprendido en ese conservatorio italiano que se había creado en 1808 y
que desde 1826, por orden del rey Francisco I, funcionaba en el ex
convento de los Celestinos, junto a la iglesia de San Pedro, en Nápoles.
En Buenos Aires, en 1912, Scaramuzza creó su propio conservatorio,
donde también trabajó su hermana Antonietta. Recuerdan que funcionó
muchos años en una vieja casona en Lavalle 1982, a metros de la avenida
Callao. En la planta baja había siete habitaciones y en el primer piso
estaba el conservatorio. Los alumnos, en grupo o en forma individual, lo
esperaban respetuosamente de pie, como se recibe a los directores antes
de un concierto.
La lista de los alumnos que tuvo Vicente
Scaramuzza resulta extensa. Pero para apreciar la verdadera dimensión de
lo que significó en la Ciudad la aplicación de esa "escuela
napolitana", hay que nombrar algunos para entender eso del "fabricante
de pianistas". Con Scaramuzza estudiaron el mencionado Bruno Gelber (lo
hizo desde los 6 hasta los 19 años), pero también Martha Argerich,
Enrique Baremboin (padre de Daniel), Silvia Kersembaun, Raúl Spivak,
Virtú Maragno, María Rosa Oubiña, Roberto Castro y Francisco Amicarelli
(tío de Dante Amicarelli). La lista de estos pianistas de la música
clásica es impactante. Pero, como si eso no fuera suficiente, también se
agregan otros grandes pianistas que hicieron historia en el tango,
nuestra excelente y universal música popular. Allí, en la lista de sus
discípulos, aparecen Osvaldo Pugliese, Orlando Goñi, Horacio Salgán,
Atilio Stampone, Lucio Demare y hasta Beba Pugliese, entre otros.
Quienes
lo frecuentaron afirman que, como buen latino, era un hombre de mucho
temperamento. Y que era implacable. Pero si notaba que en sus alumnos
había entrega, se volvía tolerante y hasta elástico. De todas maneras,
la creación de ese "sonido Scaramuzza" implicaba tener un dominio total
de la muñeca para que los dedos no empujaran la tecla sino que la
tomaran con suavidad. Admirador de su contemporáneo Serguei Prokófiev,
también tenía otras pasiones lejanas a la música. Una era el ajedrez; la
otra, el juego del billar. Esto tenía que ver con la cercanía del viejo
bar La Academia, en la avenida Callao, a metros de Corrientes. Tanto
era su gusto por ese juego que en su casa de Lavalle hizo instalar una
clásica mesa con el tradicional paño verde. Vicente Scaramuzza murió en
Buenos Aires el 24 de marzo de 1968, afectado por una enfermedad
respiratoria que desde algunos años antes lo obligaba a tener que dormir
sentado. Lo curioso es que no dejó ningún escrito sobre su sistema de
enseñanza. Esa tarea la realizó María Rosa Oubiña, una de sus
distinguidas discípulas, quien en 1973 publicó "Enseñanzas de un gran
maestro". Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin
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