ROMPER LAS CONVENCIONES

Bienales

Importantes invitados internacionales participarán de la primera edición de la Bienal de Performance en Buenos Aires, Neuquén y San Juan
Osías Yanov en el Malba  Foto: LA NACION / Gentileza BP.15
   Osías Yanov en el Malba. Foto: LA NACION / Gentileza BP.15

Por Diana Fernández Irusta / LA NACIÓN

Poner el cuerpo. No exhibirlo ni mostrarlo; ponerlo en juego. Con toda la garra, el goce, la furia o el riesgo que se juzguen necesarios. Allí radica la potencia de la performance, un gesto artístico por momentos tan inasible como contundente.
Mucho de esto se espera que haya en Buenos Aires durante más de un mes, entre el 27 de abril y el 7 de junio, cuando se realice la primera edición de la Bienal de Performance (ver aparte). Participarán artistas que eventualmente han incluido elementos performáticos en su obra, pero también aquellos que, como la serbia Marina Abramovic, hicieron de este tipo de acción artística su exclusivo vehículo de expresión.
En la unión entre arte y vida, una de las más poderosas ideas que impulsaron las vanguardias del siglo XX (y uno, también, de los más eficaces motores de su impacto político), podría encontrarse el germen de la performance. Si bien las provocaciones surrealistas y dadaístas tuvieron mucho que ver con esto, lo performático eclosiona en los años 60. El cuerpo, la improvisación, lo imprevisible del azar, las acciones en la calle, fuera de los museos o en abierta confrontación con algún poder establecido, irrumpen en el entramado del arte. Acciones efímeras, de las que sólo quedaría algún registro fotográfico, alguna resonancia mediática, pero por sobre todo la impronta única, decisiva e intransferible, del haber estado allí.
De eso se trataban los festivos happenings de Marta Minujín, donde con luces de neón, televisores o túneles artificiales se celebraba la ruptura con las ataduras cotidianas. O las acciones extremas del alemán Joseph Beuys, como su célebre convivencia con un coyote dentro de una galería neoyorquina. "El arte de performance tiene sus códigos y convenciones -escribió la especialista Diana Taylor-: la convención es romper con las convenciones."
Entre los exponentes más notables de este tipo de acciones actualmente se encuentra Abramovic. Como pocas, la artista hizo de su cuerpo materia prima, campo de investigación y caja de resonancias espirituales, emotivas y físicas. Un ejercicio continuo de eso que tan bien conocen actores y bailarines: la trabajosa disciplina de afinar la propia humanidad como se afinaría un violín o cualquier otro instrumento. Y la decisión de exponerla, también, a las mayores tensiones. Al mayor dolor.
En una de sus primeras performances, a principios de los años 70, Abramovic tensó al máximo la cuerda de lo posible entre un performer y su público. Ofrecía a quienes participaban de la acción usar como quisieran los objetos que yacían sobre una mesa: plumas, un revólver, una bala, tijeras, cuchillos. Fueron seis horas en que, con total pasividad, vio cómo las intervenciones de la gente, cada vez más agresivas, la ponían en serio riesgo de muerte.
Con su pareja de años, el artista alemán Ulay, Abramovic siguió explorando las fronteras de lo corporal: en la acción La muerte misma unían sus labios e inspiraban el aire del otro hasta limitar con la asfixia. Tras unos diez años de convivencia, transformaron su separación en otra performance: recorrieron, desde extremos opuestos, la Gran Muralla China. Cuando se encontraron, se abrazaron. Y luego siguió, cada uno, su camino.
En el último tiempo, tanto en La artista está presente, en el MoMA de Nueva York, como en 512 horas, en la Serpentine Gallery de Londres, la pregunta por la conexión con el otro se sumó a sus viejas obsesiones: con el silencioso magnetismo de una sacerdotisa, la performer permanecía estática durante horas, sin hacer otra cosa más que "recibir" y mirar a los ojos a los visitantes.
La "abuela de la performance", como se la suele llamar, creó un sistema de introspección al que llamó "método Abramovic". Con alguna reminiscencia zen, el método -que entre sus seguidores llegó a contar con la ultramediática Lady Gaga- propone ejercicios como demorarse todo el tiempo necesario para tomar un vaso de agua "sintiendo" instancia por instancia la materialidad de ese acto. O derramar un recipiente con arroz y contar, uno a uno, los granos. Seguramente quienes participen del workshop que Abramovic dictará durante la Bienal de Performance, tendrán acceso a algunas de estas búsquedas.
"¿La performance está de moda?", se preguntaba un medio español a fines del año pasado, ante el notable auge de las acciones artísticas en la península ibérica. "Es que en estos tiempos de falta de recursos, la performance se adapta a todo -respondía Nieves Correa, directora de los Encuentros Internacionales de Arte de Acción en Matadero Madrid-. Sólo se necesitan el cuerpo, el tiempo y el espacio"


Algunos protagonistas


Marina Abramovi.
(1946, Yugoslavia)


Laurie Anderson.
(1947, EE.UU.)


Liu Bolin.
(1973, China)


Tania Bruguera.
(1968, Cuba)


Sophie Calle.
(1953, Francia)


Marta Minujín.
(1943, Argentina)


Jorge Macchi
. (1963, Argentina)


Martín Sastre.
(1976, Uruguay)
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Fuente: adn Cultura La Nación

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