VERDI, LA VIDA Y LA MUERTE


Giovanni Boldini, Escuela Italiana, 1842-1931, Giuseppe Verdi, 1886.

Hablemos un poco más de Verdi, en este bicentenario de su nacimiento. Ese Verdi que en estas dos últimas semanas hace vibrar a los aficionados porteños de la ópera, a través de Otello , también ha dejado su genio irrepetible en el terreno de la música sinfónica-vocal, particularmente a través de su Misa de réquiem para Alessandro Manzoni, personaje político-literario por quien sentía auténtica vocación. Es cierto que aquel ideólogo racionalista que en su juventud desafiaba al poder napoleónico abrigando ideas independentistas, ese Manzoni había retornado, "tocado por la gracia" según sus palabras, a la fe de su infancia, que lo decidió a abrazar, con madura convicción, la religión católica romana. Sin embargo, vuelto a Italia tras su estada en París, se mostró contrario al poder temporal del papado. Y es aquí, en su condición de inspirador literario del Risorgimento, donde Verdi habría de encontrar su mayor afinidad. Lo cierto es que al morir el autor de I promessi sposi , el ya célebre creador de Aída se sintió sin fuerzas para sobrellevar la emoción del funeral. Sin embargo, una semana después resolvió visitar la tumba de Manzoni y al parecer fue en ese instante de solitario recogimiento, cuando asumió el compromiso de componer una misa de réquiem, para honrarlo en el primer aniversario de su muerte.

Hacia abril de 1874, el Réquiem quedó terminado y el estreno tuvo lugar poco después, el 22 de mayo, en Milán, para seguir un periplo por París, Londres, Viena y, más adelante, el mundo entero.

No se puede negar que es escurridizo el tema de la religiosidad verdiana. Y lo es porque Verdi tuvo con la iglesia católica romana una relación ambigua, hecha a veces de afecto y otras de hostilidad, aunque es obvio que el problema de la fe estaba mucho más allá. Una interpretación interesante sobre el tema la planteó hace años el sacerdote argentino Eduardo Briancesco, al afirmar que el aspecto religioso no es sólo una dimensión más de su obra, sino un elemento estructurante de su genio dramático musical, "lo que es sólo posible -añade- porque Verdi estuvo profundamente marcado de por vida por las cuestiones eternas que le inspiraron el Réquiem ".

Tras aludir al anticlericalismo verdiano, Briancesco sintetiza en tres momentos su itinerario dramático-musical: "Es como una dialéctica ascendente según la cual la idea inicial de maldición, sucesivamente sacralizada, laicizada y resacralizada, se va abriendo, primero, a la idea del "réquiem", donde la imagen terrible de un Dios Juez y Vengador da lugar a la esperanza del perdón y de la paz otorgada por un Dios de Misericordia". A juicio de este estudioso, el proceso culmina en el "Amén": no el de resignación, sino el de aceptación de la humana naturaleza con todas sus limitaciones. Esa idea del "Amén" encontrará su perfecta expresión dramática en la figura de Desdémona, la imagen de la "mujer eterna", de la Virgen María, en suma, a quien Verdi dedica tres de sus cuatro Pezzi sacri .

Es sabido que el propio músico se definió alguna vez como "creyente lleno de dudas". ¡Qué lástima que vivió más de un siglo antes que el actual papa Francisco. Éste le habría aclarado tantas cosas...Y se habrían entendido tan bien..!

Fuente texto: lanacion.com

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