“La pietá”. Un Cristo suspendido cubierto de falsos diamantes rojos ocupa el centro de la sala. / MARIO QUINTEROS |
Por Julián López
Lejos del fenómeno del K-pop, la sigla que define al pop
coreano, que tiene a millones de occidentales imitando el famoso
‘Gangnam style’, o baile del caballo, y lejos de la creciente marea de
adolescentes latinos que copian a sus ídolos asiáticos y aprenden el
idioma para poder cantar, Buenos Aires recibe a Viva Arirang , una importante muestra de arte contemporáneo coreano.
Alentada
por Kowin —Korean Women’s International Network—una red internacional
de mujeres coreanas dedicadas a difundir la cultura de su pueblo en el
mundo, y con motivo de la celebración de los 50 años de relaciones
diplomáticas entre Corea y Argentina, más de 20 artistas visuales
muestran su trabajo en el Palais de Glace hasta el 11 de noviembre.
El nombre de la muestra refiere a una canción coreana de incierto y
antiquísimo origen y hay diferentes versiones acerca del significado de
Arirang —cuenta el doctor Seung Hoon Chun, asesor de la secretaría de
Cultura de la Nación—, pero todas refieren a una mujer que espera
reencontrarse con su amado, o al anhelo por cumplir un sueño. Quizá
lo más interesante sea que, además de las obras que se podrán ver,
muchos de los que las firman han venido a nuestra ciudad para promover
el intercambio.
No es usual que las muestras procedentes de
latitudes tan lejanas ofrezcan la posibilidad de contactar a los
artistas y, en ese sentido, hay un interesante trabajo de los alumnos y
profesores de la Universidad de Buenos Aires sobre las posibilidades de
diseño que ofrecen los ideogramas coreanos.
Demasiado cerca de
idiomas imperiales como los hablados en China o en Japón, pero muy lejos
de ser una traba infranqueable, el hangul, la lengua de Corea, es, en
sí misma, una creación. La Historia cuenta que hace más de 500 años el
rey Sejong convocó a un consejo de expertos para que idearan un idioma
sencillo y así poder desterrar el analfabetismo, consiguiendo, además,
que todos y cada uno de los habitantes del reino fueran capaces de
comprender sus discursos.
Religión. La espiritualidad oriental, presente en la muestra con mayoría de jóvenes. / MARIO QUINTEROS |
Bo Seul Shin es la curadora de la
muestra y vino a Buenos Aires un tiempo antes de la inauguración para
ver el espacio y diseñar el montaje de las obras: quedó impactada con la
belleza y las proporciones del Palais de Glace. “Decidí aprovechar la
estructura circular —dice—, por eso colgué a “La Pietá” en el medio —un
Cristo enteramente cubierto de falsos diamantes rojos, que pende
sostenido por hilos de acero en el centro del espacio de exposiciones y
sobre las paredes de alrededor, la fotografía, las proyecciones de
video”.
La mayoría de los artistas son jóvenes con un notable
recorrido en las artes visuales coreanas, algunos de ellos han ganado
importantes premios, y las obras dan cuenta del deslumbrante desarrollo
tecnológico de la nación asiática, pero también hay espacio para la
tradición y el lenguaje: la caligrafía y la poesía estarán presentes y
podrán verse performances de cada una de estas disciplinas.
Entre
los convocados hay unos pocos residentes en la Argentina,
fundamentalmente del Sur de la ciudad de Buenos Aires, donde se
afincaron los emigrados de corea que llegaron a partir de 1965.
Tal
es el caso de Kim Yun Shin, artista plástica de 84 años, que llegó a
nuestro país hace casi 30 y hoy es todo un referente para los nacidos
acá en el seno de las familias de inmigrantes. Con amabilidad oriental y
la pasión natural de los artistas, Yun Shin —que tiene un museo de arte
coreano en el barrio de Flores— habló del vigoroso contacto que
mantiene con los jóvenes de su comunidad a través de sus clases de arte,
una forma de generar pertenencia y estimular el diálogo cultural entre
Corea y la Argentina.
Fuente: clarin.com
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