Dubois, Pater, Morea, Morea hicieron desde el decorado palacio de la Embajada de Francia hasta clásicos del racionalismo.
Ortiz Basualdo. Hoy Embajada francesa (1912). |
Por Berto González Montaner *
Casi no lo pude creer cuando me enteré que la Embajada de
Francia la hizo el mismo estudio de arquitectura que construyó esa
moderna “placa” de departamentos de Talcahuano y Marcelo T. de Alvear,
que en 1959 obtuvo el Primer Premio Municipal de Casa de Departamentos. Y
no solo eso: también hicieron el Tigre Club –que está cumpliendo sus
100 años ahora como Museo de Arte–, el Hotel Chile en la Avenida de
Mayo, y otras obras como la villa Ortiz Basualdo (actual Museo Juan C.
Castagnino) en la avenida Colón de Mar del Plata. Me refiero al estudio
de arquitectura integrado sucesivamente por los franceses Louis Dubois y
Paul Pater, los argentinos Alberto y Luis Morea y finalmente Celia
Ursini, Guillermo y Roberto Mérega, además de Enrique Monaldi. Una
oficina que a lo largo de un centenar de años se caracterizó por su
capacidad para interpretar y adecuarse al espíritu y las necesidades de
cada época. Tanto, que los edificios mencionados adscriben a movimientos
bien diferentes: desde el antiacadémico y voluptuoso Art Nouveau al más
extremo Movimiento Moderno, pasando por las arquitecturas herederas de
la École des Beaux Arts francesa y el ascético racionalismo.
Uno de los primeros proyectos es el Hotel Chile, en Avenida de Mayo 1295, por Dubois en estilo Art Nouveau. Fue en los tiempos en que esa avenida –pensada como la zona de recreación de la aristocracia– se había convertido en el lugar de hospedaje de capitalistas que venían a hacer negocios a la capital austral. Luego, Dubois convocó al joven francés Paul Pater, con quien hicieron arquitectura a lo grande para los aristócratas argentinos: la residencia marplatense para los Ortiz Basualdo y el Palacio Ortiz Basualdo, actual Embajada de Francia.
Uno de los primeros proyectos es el Hotel Chile, en Avenida de Mayo 1295, por Dubois en estilo Art Nouveau. Fue en los tiempos en que esa avenida –pensada como la zona de recreación de la aristocracia– se había convertido en el lugar de hospedaje de capitalistas que venían a hacer negocios a la capital austral. Luego, Dubois convocó al joven francés Paul Pater, con quien hicieron arquitectura a lo grande para los aristócratas argentinos: la residencia marplatense para los Ortiz Basualdo y el Palacio Ortiz Basualdo, actual Embajada de Francia.
Racional. Marcelo T. de Alvear y Talcahuano (1953). |
Dubois
falleció en 1916 y dejó solito a Pater hasta que éste en 1926 se asoció
con el ingeniero y luego arquitecto argentino Alberto Morea. La nueva
dupla incursionó en los preceptos del insurgente movimiento
racionalista. En su gran cantidad de casas de renta, reformularon la
organización de las plantas incorporando las primeras ideas
funcionalistas y plancharon los frentes de sus edificios, como en el
caso de la despojada esquina de Libertad y Alvear, justo en diagonal a
la decorada Embajada francesa. Testimonia María Eugenia Massuh, una de
sus residentes, publicado en el libro Louis Dubois, Paul Pater, Alberto y Luis Morea
: “…es como estar vestida con un traje de Chanel, de excelente calidad,
muy cómodo de llevar, que nunca pasa de moda y de una sutil y
sofisticada elegancia”.
En 1946 se sumó al estudio Luis Morea,
sobrino de Alberto; y tres años después Pater se jubila. De esa época
son otros dos edificios asombrosos: exploran nuevas soluciones para
departamentos en renovados barrios como Retiro y Palermo. El de Marcelo
T. de Alvear y Talcahuano (1953-57) es una “torre-placa”, de 21 pisos
con unidades en dúplex, posiblemente inspirado en propuestas de Le
Corbusier para resolver el problema del déficit de vivienda. Su lenguaje
es radical, abstracto. Ambas fachadas principales se organizan sobre
una grilla de columnas y vigas de hormigón visto con paños de ladrillo,
bloques de cemento y carpintería. Y para atenuar el impacto de su
dimensión, receden de ambas líneas municipales, amplían la vereda y
colocan locales y un jardín en planta baja. Además, revisten las
medianeras que quedan expuestas con venecita verde, convirtiéndolas en
un hecho estético. El otro es la torre de Aráoz y Salguero (1963) sobre
la Plaza Las Heras: los primeros tres niveles “camuflan”los
estacionamientos con rampas curvas, convertidas en jardines colgantes.
El
último eslabón de esta cadena arquitectónica es en plena efervescencia
setentista. En 1976, Luis Morea se junta con los jóvenes Guillermo y
Roberto Mérega, Celia Ursini y Enrique Monaldi. Seguramente entienden
que la arquitectura ya no pasa por construir el capital simbólico de la
pujante ciudad del 900, ni por crear departamentos modernos para la
burguesía, sino por los grandes temas pendientes del país: la vivienda
social, el planeamiento territorial y la tecnología como un instrumento
para llegar con las soluciones a las grandes mayorías.
* Editor General ArqFuente: clarin.com
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