Recibirá el martes próximo el premio Konex de Brillante, que comparte con César Pelli
León Ferrari
Por Victoria Noorthoorn / Para LA NACIÓN
Los
artistas con mayúscula suelen exhibir ciertas virtudes: claridad,
humildad, solidez y urgencia. Claridad de intenciones; la humildad de
que su propuesta sea sólo una de las vías posibles para alcanzar tal
objetivo; solidez de una situación de enunciación avalada por cientos de
investigaciones y urgencia de que las obras sean plenamente necesarias.
Es el caso de León Ferrari, elegido por el curador Robert Storr para la
entrada a su Arsenale en la 52a Bienal de Venecia (2007). En ese
momento, trabajamos arduamente y contrarreloj con Robert y León para
seleccionar obras de la prolífica producción del artista: a los collages
y dibujos de sus series Heliografías (1980-82), Nunca Más (1994-2004),
L'Osservatore Romano (2001) y Relecturas de la Biblia (2000-2004), León
propuso sumar sus recientes esculturas en poliuretano, reminiscentes
tanto de la bomba atómica como de seres desfigurados que enmarcarían la
pieza principal: La civilización occidental y cristiana (1965), creada
en plena guerra de Vietnam y respecto de la cual Ferrari escribió
palabras de escalofriante actualidad: "Quitar la crítica del arte es
cortarle su brazo derecho, limitar la crítica a lo que no sea acre o
corrosivo es ahogarla con azúcar", y "lo que pretendo con esas piezas
es, como dice el cronista, 'enjuiciar nada menos que a la civilización
occidental y cristiana'. Porque creo que nuestra civilización está
alcanzando el más refinado grado de barbarie que registra la historia".
La Sala Ferrari causó impacto en el jurado internacional que le otorgó
el León de Oro, galardón máximo del arte. Al premio siguieron cientos de
notas periodísticas que reconocían la importancia de un artista que
denunció abusos políticos y religiosos, así como atropellos a la
libertad de expresión y sobre la figura del artista. León siempre
cuestionó el status quo; siempre reclamó la autocrítica política,
religiosa, social y cultural. Hoy, más que nunca, como en 2007 y ante el
nuevo premio Konex de Brillante, es momento de escucharlo y de
aplaudirlo.
Fuente texto: ADN Cultura La Nación
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