Qué motivó a los especialistas consultados por Ñ a
optar por obras de arte en espacio público tales como el Monumento a la
Bandera y la fuente Las Nereidas, entre otras favoritas.
Héroes de Malvinas. A. Mirwald, Salta, 2000 |
Aunque en el andar cotidiano pueden pasar desapercibidos, de
repente esculturas, murales y monumentos vuelven a llamar la atención,
acostumbrada a esas obras de arte que enriquecen el espacio público.
Trece consultores especializados fueron convocados por Ñ para elegir
las 25 mejores obras de arte en el espacio público de la Argentina,
delineando un mapa de estilos y mensajes versátiles.
Canto al Trabajo, el monumento de Rogelio Yrurtia inaugurado en 1907 e instalado en Paseo Colón al 800 (Buenos Aires) fue la obra elegida entre los votantes: la arquitecta y ex ministra de Cultura porteña Silvia Fajre, la artista plástica Beatriz Soto García y la crítica de arte Ana María Battistozzi coincidieron en señalarla como favorita. Para Fajre, el trabajo de Yrurtia “transmite con maestría el movimiento ralentizado por el esfuerzo”, mientras que para Soto García “da la sensación de que las figuras están caminando”.
Los siguientes cinco trabajos que generaron coincidencias entre los especialistas fueron: el Monumento al Ejército de los Andes, emplazado en 1914 al pie del Cerro de la Gloria, en la ciudad de Mendoza, y creado por Juan Manuel Ferrari; el Monumento Histórico Nacional a la Bandera, instalado en 1957 a orillas del río Paraná, en Rosario, diseñado por Angel Guido, Alfredo Bigatti y José Fioravanti; el mural que el artista plástico Pablo Siquier realizó en 2008 para el edificio Los Molinos, de Puerto Madero; la fuente monumental Las Nereidas, de Lola Mora, inaugurada en 1903 y hoy emplazada en la Costanera Sur; y el Monumento Ecuestre a Carlos María de Alvear, que el escultor francés Antoine Bourdelle erigió en 1926 en Plaza Francia.
Ramón Gutiérrez, arquitecto y director del Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL), eligió la obra instalada en Rosario “por ser generadora de un espacio público con diversos recorridos, incluyendo un museo”. Sobre el monumento en Mendoza, la arquitecta Eliana Bórmida, que obtuvo el Premio Konex en su disciplina este año, dice que “en la primera estribación cordillerana, el Monumento al Ejército de los Andes sostiene en lo alto el avance de la Libertad”.
El artista plástico Eduardo Stupía fue uno de los que se inclinó por el trabajo de su colega Pablo Siquier: “Apelando a la inconfundible complejidad geométrica y estructural de sus indescifrables diseños, Siquier captura la atención del inadvertido paseante”, comenta. Sobre Las Nereidas, una de las obras más emblemáticas de la ciudad de Buenos Aires, Soto García comenta que “Lola Mora fue una mujer de terrible temple, y así lo demuestran las figuras femeninas que brotan del agua”, mientras que Fajre asegura que “no es tal vez la fuente más importante, aunque sí una de las más bellas de Buenos Aires; es pequeña, pero posee una fuerza extraordinaria que nos atrapa”.
Las otras 19 obras elegidas se distribuyeron en varias
localidades del país: el historiador y antropólogo social Alfredo
Poenitz, que vive en Misiones, eligió precisamente las Ruinas Jesuíticas
de San Ignacio, en esa provincia mesopotámica. Otra obra elegida por él
fue la cruz diseñada por el arquitecto Daniel Cella e instalada en 2011
en la cumbre del cerro Santa Ana, de Misiones.
A varios miles de kilómetros, en Ushuaia, el especialista en patrimonio Leonardo Lupiano elige dos obras de la ciudad más austral del mundo: una es el monumento Héroes de Malvinas, ubicado en la costanera e inaugurado en 1994; la otra, un mural en el edificio de correos que da cuenta de los habitantes que poblaron el lugar a lo largo de la historia. De vuelta en el norte, en el Campo Histórico la Cruz, cerca de la ciudad de Salta, otro monumento conmemora la Guerra de Malvinas: Elena Martínez, directora del área de Preservación del Patrimonio Arquitectónico y Urbano de esa provincia elige el Monumento Héroes de Malvinas. Creado por Andrés Mirwald e inaugurado en 2000, Martínez dice que es una manera de “asegurar la presencia del hecho histórico en el lugar”.
El Monumento al general Martín Güemes, al pie del cerro San Bernardo de esa ciudad, también integra la lista elaborada por Ñ : “Muestra al héroe gaucho como vigía y centinela del lugar”, dice Martínez sobre una obra de 1931.
En Mendoza se encuentra otra de las obras elegidas: el Monumento a la Hermandad Hispano-Argentina, inaugurado en 1947 y ubicado en la Plaza España, con un delicado trabajo en mármol travertino; mientras que en Rosario se destaca el Palacio Minetti, inaugurado en 1929 bajo órdenes de Domingo Minetti. El emplazamiento más original es el de la obra elegida por Eduardo Villar, editor de Arte de Ñ : la Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez, de la artista Claudia Fontes, se encuentra en las aguas del Río de la Plata, en Costanera Norte. Villar explica que la figura se encuentra mirando al horizonte, de espaldas al espectador, y cita a la autora al referirse a la condición de desaparecido de Míguez: “Está presente pero nos está vedado verlo”.
En la costanera de Vicente López se encuentra el Monumento al Fin del Milenio, del escultor Amancio Williams, diseñado en 1966 para representar a la firma Bunge y Born en una exposición y luego puesto a disposición del público. Y otro de los trabajos más recientes es el Monumento a la Democracia, del artista Gyula Kosice, instalado en 2000 sobre la avenida 9 de Julio.
Las otras cuatro obras que cierran la lista también se emplazan en Buenos Aires: el Monumento a la Carta Magna y las cuatro Regiones Argentinas, conocido como Monumento de los Españoles; el Monumento a Sarmiento que esculpió el célebre artista francés Auguste Rodin; el edificio Otto Wulff, emplazado en Monserrat; y Hércules arquero, otra escultura de Bourdelle, único artista repetido entre las elecciones del jurado. Sobre el Hércules, emplazado en Palermo e inaugurado en 1909, Battistozzi asegura que “se trata de uno de los trabajos emblemáticos que dan cuenta de un proyecto urbano irrepetible”.
En cuanto a la obra dedicada al autor del Facundo, Fajre
sostiene que el trabajo de 1900 “jerarquiza el Parque 3 de Febrero con
su enorme valor estético; es una obra poderosa que abre la puerta a la
modernidad”. Sobre el Monumento de los Españoles, Soto García
reflexiona: “Me parece significativo que justamente nuestros invasores
nos hayan regalado a los argentinos este monumento que representa el no
sometimiento y la libertad”.
El ex director del Museo Nacional de Bellas Artes y presidente de la Fundación TYPA, Américo Castilla, eligió obras efímeras como el Partenón de Libros que Marta Minujín instaló en la Avenida 9 de Julio una vez finalizada la última dictadura: “Sus columnas estaban forradas de libros y hacían una alusión impactante a la libertad de información y pensamiento”, dice Castilla. Y aunque el voto no se incluyó entre las 25 obras por no poder ser contemplada por el público hoy, su argumento invita a la reflexión: “No creo en las ‘obras de arte’ que intervienen de un modo permanente el espacio publico; descreo de la necesidad y de la eficacia de evocar la memoria por medio de un monumento. En cambio, las obras efímeras enriquecen de sentido al espacio público sin obstaculizar la actividad social de los ciudadanos de una nación”.
El mapa es interminable y depende de cada uno, aunque las observaciones de los especialistas puedan funcionar como una primera guía. Lo cierto es que en algún rincón de la propia ciudad siempre hay una manifestación artística que interrumpe el andar cotidiano e invita a contemplar, a disfrutar del espacio público, a que los ojos se vayan de paseo.
Canto al Trabajo, el monumento de Rogelio Yrurtia inaugurado en 1907 e instalado en Paseo Colón al 800 (Buenos Aires) fue la obra elegida entre los votantes: la arquitecta y ex ministra de Cultura porteña Silvia Fajre, la artista plástica Beatriz Soto García y la crítica de arte Ana María Battistozzi coincidieron en señalarla como favorita. Para Fajre, el trabajo de Yrurtia “transmite con maestría el movimiento ralentizado por el esfuerzo”, mientras que para Soto García “da la sensación de que las figuras están caminando”.
Los siguientes cinco trabajos que generaron coincidencias entre los especialistas fueron: el Monumento al Ejército de los Andes, emplazado en 1914 al pie del Cerro de la Gloria, en la ciudad de Mendoza, y creado por Juan Manuel Ferrari; el Monumento Histórico Nacional a la Bandera, instalado en 1957 a orillas del río Paraná, en Rosario, diseñado por Angel Guido, Alfredo Bigatti y José Fioravanti; el mural que el artista plástico Pablo Siquier realizó en 2008 para el edificio Los Molinos, de Puerto Madero; la fuente monumental Las Nereidas, de Lola Mora, inaugurada en 1903 y hoy emplazada en la Costanera Sur; y el Monumento Ecuestre a Carlos María de Alvear, que el escultor francés Antoine Bourdelle erigió en 1926 en Plaza Francia.
Ramón Gutiérrez, arquitecto y director del Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL), eligió la obra instalada en Rosario “por ser generadora de un espacio público con diversos recorridos, incluyendo un museo”. Sobre el monumento en Mendoza, la arquitecta Eliana Bórmida, que obtuvo el Premio Konex en su disciplina este año, dice que “en la primera estribación cordillerana, el Monumento al Ejército de los Andes sostiene en lo alto el avance de la Libertad”.
El artista plástico Eduardo Stupía fue uno de los que se inclinó por el trabajo de su colega Pablo Siquier: “Apelando a la inconfundible complejidad geométrica y estructural de sus indescifrables diseños, Siquier captura la atención del inadvertido paseante”, comenta. Sobre Las Nereidas, una de las obras más emblemáticas de la ciudad de Buenos Aires, Soto García comenta que “Lola Mora fue una mujer de terrible temple, y así lo demuestran las figuras femeninas que brotan del agua”, mientras que Fajre asegura que “no es tal vez la fuente más importante, aunque sí una de las más bellas de Buenos Aires; es pequeña, pero posee una fuerza extraordinaria que nos atrapa”.
Héroes de Malvinas. V. Nattero, Ushuaia, 1994. |
A varios miles de kilómetros, en Ushuaia, el especialista en patrimonio Leonardo Lupiano elige dos obras de la ciudad más austral del mundo: una es el monumento Héroes de Malvinas, ubicado en la costanera e inaugurado en 1994; la otra, un mural en el edificio de correos que da cuenta de los habitantes que poblaron el lugar a lo largo de la historia. De vuelta en el norte, en el Campo Histórico la Cruz, cerca de la ciudad de Salta, otro monumento conmemora la Guerra de Malvinas: Elena Martínez, directora del área de Preservación del Patrimonio Arquitectónico y Urbano de esa provincia elige el Monumento Héroes de Malvinas. Creado por Andrés Mirwald e inaugurado en 2000, Martínez dice que es una manera de “asegurar la presencia del hecho histórico en el lugar”.
El Monumento al general Martín Güemes, al pie del cerro San Bernardo de esa ciudad, también integra la lista elaborada por Ñ : “Muestra al héroe gaucho como vigía y centinela del lugar”, dice Martínez sobre una obra de 1931.
En Mendoza se encuentra otra de las obras elegidas: el Monumento a la Hermandad Hispano-Argentina, inaugurado en 1947 y ubicado en la Plaza España, con un delicado trabajo en mármol travertino; mientras que en Rosario se destaca el Palacio Minetti, inaugurado en 1929 bajo órdenes de Domingo Minetti. El emplazamiento más original es el de la obra elegida por Eduardo Villar, editor de Arte de Ñ : la Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez, de la artista Claudia Fontes, se encuentra en las aguas del Río de la Plata, en Costanera Norte. Villar explica que la figura se encuentra mirando al horizonte, de espaldas al espectador, y cita a la autora al referirse a la condición de desaparecido de Míguez: “Está presente pero nos está vedado verlo”.
En la costanera de Vicente López se encuentra el Monumento al Fin del Milenio, del escultor Amancio Williams, diseñado en 1966 para representar a la firma Bunge y Born en una exposición y luego puesto a disposición del público. Y otro de los trabajos más recientes es el Monumento a la Democracia, del artista Gyula Kosice, instalado en 2000 sobre la avenida 9 de Julio.
Las otras cuatro obras que cierran la lista también se emplazan en Buenos Aires: el Monumento a la Carta Magna y las cuatro Regiones Argentinas, conocido como Monumento de los Españoles; el Monumento a Sarmiento que esculpió el célebre artista francés Auguste Rodin; el edificio Otto Wulff, emplazado en Monserrat; y Hércules arquero, otra escultura de Bourdelle, único artista repetido entre las elecciones del jurado. Sobre el Hércules, emplazado en Palermo e inaugurado en 1909, Battistozzi asegura que “se trata de uno de los trabajos emblemáticos que dan cuenta de un proyecto urbano irrepetible”.
Mural del Edificio del Correo. A. Abt y otros. Ushuaia, ‘90. |
El ex director del Museo Nacional de Bellas Artes y presidente de la Fundación TYPA, Américo Castilla, eligió obras efímeras como el Partenón de Libros que Marta Minujín instaló en la Avenida 9 de Julio una vez finalizada la última dictadura: “Sus columnas estaban forradas de libros y hacían una alusión impactante a la libertad de información y pensamiento”, dice Castilla. Y aunque el voto no se incluyó entre las 25 obras por no poder ser contemplada por el público hoy, su argumento invita a la reflexión: “No creo en las ‘obras de arte’ que intervienen de un modo permanente el espacio publico; descreo de la necesidad y de la eficacia de evocar la memoria por medio de un monumento. En cambio, las obras efímeras enriquecen de sentido al espacio público sin obstaculizar la actividad social de los ciudadanos de una nación”.
El mapa es interminable y depende de cada uno, aunque las observaciones de los especialistas puedan funcionar como una primera guía. Lo cierto es que en algún rincón de la propia ciudad siempre hay una manifestación artística que interrumpe el andar cotidiano e invita a contemplar, a disfrutar del espacio público, a que los ojos se vayan de paseo.
Trastienda de la producción: la narración de la historia
Por Julián Gorodischer
Reivindicamos, en esta producción de Ñ, la posibilidad de
disfrutar de obras de acceso libre y gratuito; nos entusiasma
redescubrir el territorio naturalizado por el tránsito cotidiano; a la
luz de los resultados, repensamos a Canto al Trabajo y al Monumento a la
Bandera menos como
clichés turísticos que como un conjunto de prioridades que una sociedad y una clase gobernante (de principios del siglo XX) definió al momento de conmemorar baluartes. Otra sociedad muy distinta, quizá menos épica, no menos sensible a la belleza de las formas, resignifica hoy, un siglo después, los mismos bronces y mármoles. Creemos que con esta consulta a algunos de los máximos exponentes de la arquitectura, el arte plástico y el patrimonialismo de distintas ciudades argentinas, estamos rejerarquizando el arte del espacio público.
clichés turísticos que como un conjunto de prioridades que una sociedad y una clase gobernante (de principios del siglo XX) definió al momento de conmemorar baluartes. Otra sociedad muy distinta, quizá menos épica, no menos sensible a la belleza de las formas, resignifica hoy, un siglo después, los mismos bronces y mármoles. Creemos que con esta consulta a algunos de los máximos exponentes de la arquitectura, el arte plástico y el patrimonialismo de distintas ciudades argentinas, estamos rejerarquizando el arte del espacio público.
Para darle rigor y representatividad al
relevamiento fue que Mercedes Pérez Bergliaffa, crítica de arte de la
revista, convocó a Ramón Gutiérrez, fundador del Centro de Documentación
de Arquitectura Latinoamericana, y a Américo Castilla, ex director
nacional de Patrimonio y Museos, para –juntos– diseñar un cuerpo de
consultores que La narración de la historia congregara a reconocidos
profesionales desde Salta a la Patagonia, y a ellos se les encargó que
priorizaran, en sus elecciones, el aporte y la singularidad de cada obra
en diálogo con su contexto urbano y la relevancia de su carácter de
recordatorio memorial. Mercedes recuerda una primera cita en la que todo
parecía una misión imposible: “Américo Castilla fue un incansable
colaborador de este proyecto: él supo aportar datos, nombres, fechas,
lugares y visiones originales –como la de ‘obra de arte efímera en
espacio público’– que nos ayudaron a ampliar perspectivas y conceptos, a
la hora de analizar los resultados”. Con los consultores ya convocados,
comenzó la peregrinación de Julieta Roffo, en busca de un mapa de arte
público al menos representativo, variado y federal.
“No fue
fácil compilar los votos de tantos especialistas sin que quedaran fuera
del listado final obras de gran valor como El pensador, de Auguste
Rodin, instalado en la Plaza Congreso, o el Edificio Cavanagh, un
emblema del barrio de Retiro –asume nuestra cronista–. Fue curioso
encontrarse con que el Obelisco, el monumento retratado en tantas
postales de la Argentina, no obtuvo ningún voto”. La lección que le
dejan los elegidos es precisa: “Embellecen el paisaje pero, más
importante aún, recortan una narración de nuestra historia”.
Fuente: Revista Ñ Clarín
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