Tres dimensiones
Por Berto González Montaner
EDITOR GENERAL ARQ
Si hay un edificio emblemático de la Revolución de Mayo, es el
Cabildo porteño. Quién no lo tiene grabado en la memoria, en su versión
original, estampado en los manuales de la escuela, con sus balcones
colmados de patriotas y el pueblo en la plaza queriendo saber de qué se
trata. Incluso, existe una réplica a escala del original en el pueblo de
La Punta, San Luis. Pero lo que hoy se alza en el lado oeste de la
Plaza de Mayo no es más que la caricatura del Cabildo original. “Tan
solo un muñón de lo que fue”, como lo describe el arquitecto e
historiador Alberto Petrina.
Es que el Cabildo porteño sufrió
–literalmente– transformaciones al compás de los gustos e ideologías de
cada época. En 1879 el arquitecto Pedro Benoit lo reformó con un aire
italianizante: elevó su cúpula unos 10 metros y le colocó azulejos.
También le sacó las tejas coloniales y vistió de balaustradas sus
balcones.
Diez años después, con la apertura de la Avenida de
Mayo, le rebanaron las tres arcadas del área norte. Y de paso, cañazo:
demolieron la torre. ¿Consecuencia? Un engendro. Ni en figuritas la
clase alta quería quedar anclada a su pasado colonial. Con el bolsillo
coqueteaba con Inglaterra en la cultura Buenos Aires aspiraba ser la
“París de América del Sur”. Así fue que Torcuato de Alvear, el primer
intendente porteño, se inspiró en la apertura de bulevares que había
hecho Haussmann en París (1850) para hacer la Avenida de Mayo. Y mandó a
demoler por la mitad la hilera de manzanas que van desde la actual
Hipólito Yrigoyen y Rivadavia, desde Plaza de Mayo a la actual Plaza de
los Dos Congresos.
También se inician por esa época las obras
para abrir la Diagonal Norte y en 1931 se materializa la Diagonal Sur
(Avenida Presidente Julio A. Roca). Con ella, el Cabildo pierde otras
tres arcadas, las del lado sur, y recupera su perdida simetría. Recién
en 1940 el arquitecto Mario Buschiazzo le devuelve al monumento su
dignidad original haciendo lo que en jerga se llama una “restauración
científica” (la primera que se hizo en el país). Recupera su ropaje
colonial y realiza cambios, como la reducción del tamaño de la torre
original, para hacerla proporcional a la nueva dimensión del edificio
tras las amputaciones.
El proyecto de armar un tridente urbano
institucional venía de lejos. Y, con el Plan Noel del año 1925,
formulado por la Comisión de Estética Edilicia, se precisó aún más. El
eje principal, el de la Avenida de Mayo, une la Casa de Gobierno con el
Congreso, y las diagonales, con el Palacio de Justicia y el edificio de
la Municipalidad, respectivamente. La Diagonal Norte fue más allá de la 9
de Julio y desembocó en Plaza Lavalle. Y en el cruce con la 9 de Julio y
Corrientes, recién ensanchada, dio lugar al Obelisco, un monumento que
por su ubicación, dimensiones, forma y pregnancia se convirtió en el
hito-símbolo porteño. Y así se corrió el baricentro de la ciudad del eje
institucional de la Avenida de Mayo hacia Corrientes, eje del
entretenimiento.
La Diagonal Sur no tuvo igual suerte:
inconclusa, dejó una ciudad desbalanceada. No obstante, la parte que se
construyó tiene bellos y significativos edificios como el Concejo
Deliberante (1926-1931), proyectado por Héctor Ayerza con su particular
torre y campanario y el edificio Somisa (1966-72) de Mario Roberto
Alvarez, el primero realizado en la Argentina en acero y el primero en
el mundo íntegramente soldado.
Hoy en la Legislatura hay un
proyecto de ley del Ejecutivo porteño que propone completar el trazado
de la Diagonal Sur hasta la 9 de Julio. No sé si es una iniciativa
prioritaria, lo que sí creo es que es una oportunidad para ayudar a
reequilibrar la ciudad. Me imagino el nuevo tramo de la diagonal como un
torrente de sangre nueva sobre el área sur de la ciudad. Enmarcada con
nuevos edificios que hablen del espíritu de nuestra época, edificios con
conciencia ambiental, donde se materialicen todos los conceptos de la
arquitectura sustentable que reclama nuestro tiempo. Así como la
Diagonal Norte viene enmarcada por hieráticas construcciones, con un
estricto código formal, que habla de cómo Buenos Aires se quería mostrar
al mundo a principios del siglo pasado, la nueva diagonal sur podría
hablar de nuestra época, con edificios que se adapten a nuestras
necesidades actuales y anticipen nuestras necesidades futuras.
Fuente: clarín.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario