Por Miguel Jurado*
* EDITOR ADJUNTO ARQ
Yoshi está fascinado con las casas chorizo, quiere conocer todas
la variantes que existen. Yoshiharu Tsukamoto es japonés, doctor en
Arquitectura y profesor en Tokio. Vino a Buenos Aires a dar un curso en
la Universidad de Palermo y quedó fascinado por las casas chorizo, un
tipo de vivienda que le parece increíblemente adaptable. Le traduzco en
inglés la palabra chorizo y se mata de risa con Taku Sakaushi, el otro
profesor que vino a Buenos Aires por el curso. Dicen algunas palabras en
su idioma y vuelven a reírse repitiendo: chorizo, chorizo . Les
explico que la palabra viene de la semejanza que tiene la sucesión de
cuartos en un lote con el embutido atado con piolín. Me escucho y yo
mismo no me lo creo ¿Quién habrá inventado una historia tan absurda?
Yoshi y Taku vuelven a reírse.
Digo que la casa chorizo es un
producto rioplatense que viene de la casa romana con patio central y de
la colonial con tres patios sucesivos. Los japos me miran asombrados,
cada tanto emiten una especie de ¡oh! Me parece que los he
cautivado. Empiezo a contarles de la Ley de Indias, de la fundación de
ciudades cuadriculadas durante la colonización española y del lote de 10
varas que da los 8,66 de nuestros terrenos. Los profesores ya no se
ríen ni hacen ¡oh! Creo que los estoy aburriendo.
Yoshi y
Taku son expertos en arquitectura, describen el desarrollo de Tokio
mostrando tres generaciones de vivienda. Con lo poco que les explico de
Buenos Aires, esbozan un teoría generacional de las viviendas porteñas.
La primera generación, la etapa colonial. La segunda, la de las casas
chorizo. Desde las iniciales con patio adelante y limonero, galería y
patio atrás con la higuera, hasta los largos pehache de dos y tres pisos
con patios sucesivos y largos pasillos. La tercera generación
corresponde a los edificios racionalistas construidos entre el 30 y el
50, con frentes blancos, ambientes espaciosos y materiales nobles. La
cuarta generación llega hasta hoy desde los edificios de departamentos
construidos por ingenieros en los 60, con balcones corridos y barandas
de fierritos verticales. Me quedo asombrado por la lucidez de su
análisis.
Les prometo ir a ver una casa chorizo en vivo y en
directo. Pienso en llevarlos a la casa de Berto que es arquitecto y va a
entender el interés de los visitantes. Pero en esta época del año, el
sol no llega al patio de la casa y Berto se deprime. Pienso en la casa
de Male y Fabián pero me da no sé qué caerle con los japos y sus
cámaras. Decido llevarlos a casa, un pehache reciclado en onda moderna
pero que conserva carpinterías, paredes y pisos originales.
Yoshi
llega con Momoyo Kaijima, su mujer, arquitecta y profesora también. Les
muestro la casa y el pasillo que lleva a los departamentos del fondo.
Momoyo hace un largo ¡oh! Y saca fotos. Les cuento que todas las
casas chorizo tienen cuartos de 4 x 4 metros y entre 3,5 y 4 metros de
alto. Que la mayoría de las ciudades argentinas fueron construidas con
este tipo de vivienda entre 1890 y 1930. Les explico que el sistema para
construirlas estaba increíblemente estandarizado, con carpinterías
iguales y colecciones de ornamentos que elegía cada propietario a gusto y
piacere.
Con cada afirmación mía, los japoneses emiten unos largos ¡oh!
Los tengo fascinados. Los llevo a ver unos restaurantes de Palermo
construidos en viejas casa chorizo. Yoshi y Momoyo sacan fotos a
repetición. Los dejo en una parrilla para que degusten la carne
argentina y les digo que ahora iban a probar los verdaderos chorizos.
Yoshi y Momoyo dicen una palabras en japonés y se matan de risa. Sonrío y
me voy.
Vuelvo a casa y le digo a mi hijo Emilio que los
japoneses se súper entusiasmaron con el cuento de las casas chorizo, que
no salían de su asombro y que todo el tiempo decían ¡oh! Emilio
que salió un tiempo con una descendiente de japoneses, me explica que
esa expresión es pura cortesía, un gesto de educación. Elijo no creerle.
Fuente: clarin.com
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