Su piel muy clara, contrasta con la de San José y los pastores. María mira
seriamente a su hijo, quien, dado su gran tamaño, parece aún más pequeño.
El Niño Jesús está desnudo en una pequeña plaza junto a un establo, acostado en
un halo de rayos dorados.
Su pequeño cuerpo, frente a su madre, es pequeño y su piel extremadamente
clara.
Los presentes están arrodillados - incluso los ángeles en el aire - con las
manos cruzadas en gesto de adoración, a excepción de los pastores que llegan.
Todos los ojos convergen en el Niño Jesús.
Dos grandes ángeles revolotean dentro del pesebre, mientras que otros cuatro,
arrodillados y vestidos con túnicas celestes, flanquean a la Virgen y al Niño,
de pie, a derecha e izquierda.
En la parte inferior derecha hay cinco ángeles ricamente vestidos con coloridas
alas.
Afuera, junto a la estructura de madera, hay cuatro ángeles.
En una escena en la lejanía, un ángel vestido de blanco anuncia a los pastores
entre sus ovejas y un perro la llegada de Jesús. Las características de los
ángeles son similares a las de la Virgen, al igual que el cabello, dejando una
frente larga, moda típica de la época.
Los ángeles emparejados son una referencia a la Eucaristía.
La disposición de las figuras es más o menos circular. Sus rostros denotan una
gran expresividad. San José, vestido con una túnica marrón y una capa rojiza,
está arrodillado a la izquierda, al lado de una vieja columna oscura, justo
debajo de un ángel ricamente vestido. Uno de sus zuecos está frente a él, y
aparentemente está arrodillado sobre el otro, como lo muestra el fragmento a la
vista. Su pelo blanco y su barba, así como las arrugas en su rostro y manos,
denotan su edad avanzada.
Se encuentra en una profunda adoración ante su hijo adoptivo.
Tres pastores, pintados de manera realista, a diferencia de las otras figuras
humanas, sosteniendo sus herramientas de trabajo en sus manos, se presentan a
la entrada del pesebre.
Más atrás, otros dos se acercan para ver lo que acontece.
Un buey y un burro están al lado del pesebre, frente al Niño.
En primer plano hay dos jarrones cuyas flores están representadas con gran
perfección y delicadeza. Hay lirios, claveles y violetas en el suelo. Las violetas
simbolizan la humildad; los tres clavos son una referencia a los tres clavos
usados en la crucifixión de Jesús; los lirios rojos simbolizan la sangre de
Cristo; y los blancos representan la pureza de la Virgen María.
A medida que la corte de Borgoña restringió los gestos irrazonables y la
exposición de sentimientos, los personajes son introspectivos y serios.
Los pastores son una excepción porque representan a las personas, no forman
parte de las extensas reglas de la corte. Están pintados en gran tamaño y con
gestos expansivos y llenos de realismo.
Van der Goes los equipara con los santos en tamaño, aunque se pensaba que eran
feos e ignorantes en ese momento. Fue el primer pintor en retratarlos así,
demostrando que están al mismo nivel que los santos cuando estaban ante Dios, para
quienes todos los hombres son iguales.
Hay muchas referencias bíblicas en la composición:
La sandalia de San José se refiere al paso del Éxodo; el arpa en la puerta
trasera de la casa se refiere a la casa de la simiente de David, a la que
pertenecía José;
El manojo de espigas cerca de las macetas se refiere al "pan de
vida", el Cuerpo de Cristo, etc.
Nota: el tríptico de Hugo van der Goes fue ordenado por Tommaso Portinari, que
se instaló en la capilla familiar, de ahí el origen del nombre del tríptico.
Está considerado como una de las obras de pintura más bellas de todos los
tiempos.
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