En la apertura de las celebraciones de Carnaval, unos 115 mil visitantes colmaron la Piazza San Marco.
Enmascarados. Esta semana Venecia recibió a miles de turistas para celebrar el Carnaval. Foto Cezaro De Luca |
“A sacarse la máscara o no entran.” Así de acogedor es el
recibimiento de los oficiales de la policía municipal de Venecia que por estos
días controlan a los miles de visitantes enmascarados que ingresan en la Piazza San Marco para
sentir en carne propia este Carnaval, el más antiguo del mundo.
El
domingo, unas 115 mil personas se amontonaron en este rectángulo de 180 por 70 metros -la única
piazza de Venecia, la misma que Napoleón definió como “el salón más bello de
Europa”- para presenciar el Vuelo del Angel, la ceremonia que inaugura estos
días de fiesta, y durante el cual una joven vuela desde le campanario hasta el
escenario montando en la plaza. Este año lo hizo Claudia Marchiori, la chica
que en 2016 se convirtió en la
María del carnaval, el concurso de belleza al que las jóvenes
se postulan bajo la denominación de Marías.
El
Carnaval, una fiesta oficialmente instituida en 1296 para que los venecianos
jugaran un rato a disfrazarse y cambiar de roles -los ricos hacían de pobre y
los más necesitados, de señores- es, por su atractivo, la cita más deseada en
el calendario de una ciudad que recibe, aun sin motivos para celebrar, 24
millones de turistas por año.
“Venecia
no puede soportar más de un cierto número de visitantes por día por lo cual los
flujos turísticos deben ser rigurosamente reglamentados en los dos puntos de
acceso a la ciudad: el estacionamiento de Piazzale Roma y la estación
ferroviaria -dice Luca Zaia, el presidente de la región italiana del Véneto a
la que pertenece Venecia-. No creo, en cambio, que se deba pagar una tasa de ingreso
y visita. Venecia debe seguir siendo para todos.” En la primera mitad del 1900,
la excentricidad de sus canales y su arquitectura hicieron de Venecia una de
las principales metas italianas de un público exquisito, de elite, que se
refugiaba en el prestigio de su Lido. Con el dopoguerra inició la edad del
turismo de masa que, cómplice del los cambios en el tejido económico y social
de la ciudad, marcó una profunda transformación que convirtió al turismo en la
actividad económica predominante.
Sin
embargo, en julio del año pasado, la
Unesco lanzó un ultimátum a Venecia: o resuelve el problema
que pone en riesgo la supervivencia de la ciudad histórica o dejará de ser
Patrimonio de la Humanidad.
Si
Venecia no regulariza el turismo descontrolado, los cruceros gigantes que
amarran en la laguna y la deserción constante de residentes, se convertirá en
monumento histórico en peligro, advirtió la Unesco. Entre los
pedidos más urgentes están la prohibición del ingreso de las embarcaciones
grandes, el respeto del límite de velocidad para el tránsito por los canales y,
sobre todo, la creación de una estrategia para un turismo sostenible.
Mientras
tanto, ella, Venecia, la eterna seductora en remojo que no dejaba ir a Ernest
Hemingway, sigue acumulando anécdotas que alimentan su halo de ciudad
encantada: el lunes, Kremer, un suizo vestido con traje del ‘700 que competía
por la máscara más bella, le propuso matrimonio a su novia Henri’ sobre el
escenario. Hubo aplausos y lluvia de corazones en la pantalla de la pasarela. Así
son los días de carnaval en Venecia.
Fuente: clarin.com
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