Partitura para exterior, de Mariano Ferrante Gza. Prensa
María Paula Zacharías
En la semana de su cumpleaños y a 30
años de su muerte, Jorge Luis Borges es celebrado con fervor, sobre todo en
Buenos Aires, que se llenó de laberintos en su recuerdo. En Tecnópolis se
inauguró el Parque de los Laberintos, donde cuatro artistas locales modelaron
sus propios entreveros. Y hay más en papel, pintura, pallets, césped... o
palabras.
Ayer, su viuda, María Kodama, recibió en la Fundación Internacional
Jorge Luis Borges con charlas y con la muestra Atlas, curada por Fernando
Flores, una selección de fotos de los viajes que realizó con el escritor. Cerca
de ahí, en la estación Las Heras de la línea H se armó un laberinto de pallets
Tampoco se pudo inaugurar con bombos y platillos la nueva atracción borgeana de
Tecnópolis: cuatro instalaciones monumentales al aire libre, creadas por los
artistas Inés Raiteri, Luis Terán, Jorge Miño y Mariano Ferrante, que ayer
quedaron solas, bajo el agua, pero que seguirán en pie los próximos cuatro
años. Desde hoy se las puede visitar y los fines de semana los artistas
recibirán al público. Se anuncian actividades didácticas para niños de entre 3
y 12 años, además visitas guiadas; aunque en materia de laberintos, más vale
perderse que encontrarse.
Las obras proponen más que el desafío de dar con
una salida. El laberinto de Mariano Ferrante, Partitura
para exterior, de 165 metros cuadrados, es una construcción de
colores, que quiere recrear un sueño de la infancia del artista: imaginarse
dentro de una pintura. Luis Terán realizó Yo
soy Asterión, una enorme estructura de hierro y chapa de zink acanalada
cubierta por graffitis. "Es una espiral concéntrica de 140 metros, con varias
puertas que comunican el recorrido principal con otro interno. Las paredes
miden entre 1,65 y 5 metros.
Un camino que puede resultar interminable. Los grafitis, de artistas invitados,
son para dar la idea del lugar que ya fue transitado muchas veces",
cuenta. Los visitantes pueden agregar sus propios dibujos o escritos.
"Tengo planes de seguir trabajando sobre la estructura en los próximos
años. Quiero que sea una pieza viva."
Raiteri construyó Paisajes
pintados, de 353
metros cuadrados, con módulos trasparentes de vidrios de
colores, que recuerdan la paleta de sus pinturas. "Son caminos que se
repiten, combinan y cambian de color. El paisaje y la luz dan tonalidades al
recorrido, que se proyecta impregnando las terrazas exteriores de otras
geometrías. La dinámica convierte a cada sujeto en protagonista del tramo
transitado", explica.
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El mar de papel de Andrea Moccio en el CCK. Gza. Prensa
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Miño trabajó sobre el
dibujo de su propia huella digital para construir Lo infinito: un lugar donde
sentirse seguro, un laberinto de espejos que distorsionan las imágenes, en
distintos tamaños, donde nunca el visitante se refleja en su totalidad.
"Cada uno es único. Por eso tomé la huella como sello personal. Trabajé
con mamparas metálicas con unos vinilos espejados y desde arriba hay un
cableado de luces", cuenta. En el CCK tiene otra pieza, donde otra vez,
aparecen las ideas de distorsión, fragmentación y multiplicación."Pensamos en
artistas capaces de producir obra monumental y permanente especialmente para
Tecnópolis, y que entienden muy bien la participación de la gente como parte de
la obra", dice Gabriela Urtiaga, curadora. "Es un espacio de arte que
nos invita a acercarnos a Borges de forma lúdica e inclusiva", dijo Hernán
Lombardi, Ministro de Medios y Contenidos Públicos de la Nación.Otro laberinto se
despliega en los 400
metros cuadrados de la Gran Lámpada del CCK
-la sala colgante y luminosa-: En
el cristal de un sueño, que es un mar de papel de formas orgánicas de
Andrea Moccio. "Utilicé 2000 kilos de papel de seda. Pensé en un recorrido
laberíntico que fuera amable, como si se hubiera hecho naturalmente", dice
la artista."Nadie es la
patria, pero todos lo somos..." La frase se repite en el Museo Juan Martín
de Pueyrredón, de San Isidro, donde la muestra La patria es un verbo reflexiona
sobre la argentinidad a partir de frases extraídas de cartas originales de
tiempos de la
Independencia, pensamientos de poetas y, claro, versos de
Borges. "Una exposición que en su último tramo nos propone dejarnos
atravesar por las palabras, buscarlas, tropezarnos con ellas, seguirlas o
eludirlas, de manera íntima o colectiva", dice Eleonora Jaureguiberry,
subsecretaria General de Cultura de San Isidro y una de las curadoras de la
muestra. De palabras, en fin, se trata todo esto.
Fuente: lanacion.com
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