Aunque también rondan los 80, son presidentes del siglo XXI; uno de ellos sumó el diseño como disciplina y ella fue la primera mujer en dirigir el organismo
Bellucci, Blanco, Taverna Irigoyen y Perazzo. Foto: Silvana Colombo Silvina Premat |
Una institución tradicional como la Academia Nacional de Bellas Artes, que hoy cumple 80 años desde su creación, puede ser innovadora y estar a la altura de los desafíos que presenta el nuevo siglo. Así lo creen Nelly Perazzo, Jorge Taverna Irigoyen, Ricardo Blanco y Alberto Bellucci, quienes están entre los 70 y los 80, pero presidieron esta institución cuando ya habían dado un paso de este lado del umbral del siglo XXI.Pareciera que la
Academia fuera limitativa, pero es todo lo contrario: es
abierta. Estamos siempre tratando de ampliar nuestro alcance. Mi propia
incorporación fue innovadora", comenta Blanco, a sus 75 años, y abre
también el diálogo en esta reunión realizada especialmente para La Nación. Recuerda
que con su ingreso, en 2002 (luego sería presidente en 2010), el diseño se sumó
como disciplina a la música, la arquitectura, las artes plásticas, la crítica,
la escultura, el grabado, la pintura y otras cinco hasta completar las trece
que se consideran hoy y que fueron cambiando según las necesidades de las
épocas. Al principio -y durante bastante tiempo- existió, por ejemplo, el
coleccionismo como área temática.El jueves próximo, cuando se celebren ocho décadas
de historia, en la sede de Sánchez de Bustamante al 2400, se exhibirán
pertenencias de dos de sus miembros, de cuyos nacimientos se cumplió un siglo
este año: Alberto Ginastera y Libero Badii. También se verán algunas de las
obras donadas recientemente por otros dos integrantes, Guillermo Roux y Jorge
Tapia. "Con esas obras y con documentos que tenemos en el archivo haremos
en octubre una muestra", anuncia Bellucci, muy activo a sus 76, director
del Museo Nacional de Arte Decorativo y actual presidente de la Academia , que integra
desde hace 10 años. Y anticipa: "Se empieza a crear una especie de galería
de arte que, el día de mañana, puede llegar a ser un museo".Según Taverna Irigoyen, que viajó desde Santa Fe especialmente para este
encuentro, el archivo y la documentación de la Academia es un valioso
patrimonio que debería "salir" con mayor frecuencia al interior del
país. El crítico de arte propone reflotar las exhibiciones en distintas
provincias. De esta forma se reforzarían lazos que con el tiempo dan frutos
concretos. "Hay mucho que hacer", señala, y a sus 82 recuerda que
"en 2007 y 2009 la relación estrecha entre los académicos de Buenos Aires
y el delegado en Tucumán logró evitar demoliciones de edificios públicos o
patrimoniales". Perazzo observa que ya su elección como presidenta de la institución, en 1997,
fue una señal de apertura: era la primera vez que se elegía a una mujer en casi
siete décadas (luego, en 2001, designarían a Rosa María Ravera, ausente con
aviso a este encuentro). "Ahora estamos en una época de aceleración y de
cambio, y tenemos que ayudar a que el público tome conciencia del valor del
arte y se acerque al sentido del arte contemporáneo", propone Perazzo,
cuya gestión, a fines del siglo pasado, se caracterizó por la aparición de la
revista Temas, de la que en los próximos días se presentará la edición
decimocuarta. "Tenemos que ayudar al público a comprender las rápidas
transformaciones que mueven a los artistas en este momento", sugirió. La Academia de Bellas Artes funciona con nueve empleados, cuyos sueldos son
abonados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación - del que desde hace
unos años dependen las academias nacionales-, 35 miembros de número y otros
tantos delegados provinciales y correspondientes (son los académicos residentes
en el exterior) que trabajan ad honórem.Si bien es un órgano consultivo, no siempre es Academia nada pesa más que los antecedentes, un requisito estatutario que atenta contra el recambio generacional de sus miembros. En términos de innovación, Bellucci deja una inquietud: "Me gustaría que se reactivara un programa [suspendido por falta de fondos] a través del cual los académicos ofrecían su experiencia a los más jóvenes en seminarios, cursos o talleres". Ese deseo surge de una reflexión mayor: "¿Cuál es el rol que tenemos los más viejos en una sociedad joven y en constante cambio?" Escuchado. Blanco considera que,
en términos generales, se ha cumplido esa función, pero no tanto como lo
esperable. "Creo que los gobiernos u organizaciones que nos consultaron en
los últimos tiempos tomaron nuestros consejos o recomendaciones de manera muy
liviana. Así sucedió, por ejemplo, con el traslado del monumento de Cristóbal
Colón. Nosotros emitimos una opinión muy clara, y pasó lo que pasó." Para ingresar a esta Academia nada pesa más que los antecedentes, un requisito estatutario que atenta contra el recambio generacional de sus miembros. En términos de innovación, Bellucci deja una inquietud: "Me gustaría que se reactivara un programa [suspendido por falta de fondos] a través del cual los académicos ofrecían su experiencia a los más jóvenes en seminarios, cursos o talleres". Ese deseo surge de una reflexión mayor: "¿Cuál es el rol que tenemos los más viejos en una sociedad joven y en constante cambio?".
Fuente: lanacion.com
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