Leyenda: el edificio de Rivadavia y Puán, supuesta inspiración del poema de Fernández Moreno. (Emiliana Miguelez)
Eduardo Parise
Tiene publicados más
de veinte libros de poesía. Además, otros trabajos en prosa. Pero cada vez que
se habla de él, todos recuerdan sólo un poema. Es aquel que comienza afirmando Setenta balcones hay en esta casa, / setenta balcones y ninguna flor.
/ ¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa? ¿Odian el perfume, odian el color? Considerado un símbolo del
sencillismo, ese soneto pertenece a Baldomero Eugenio Otto Fernández Moreno, un
hombre que nació el 15 de noviembre de 1886, en San Telmo, y que dedicó buena
parte de sus 63 años en este mundo a reflejar con palabras lo cotidiano de la
vida de la gente, pero con la especial visión de un poeta que sabe mirar más
allá de lo que vemos todos.
Baldomero
Fernández Moreno no sólo fue poeta. Recibido en 1912, fue un médico rural que
trabajó entre otros lugares en Chascomús, Catriló (La Pampa) y en Huanguelén
(partido de Coronel Suárez) cuando en esos sitios había más campo que ciudades.
Y también ejerció en Buenos Aires, su lugar en el mundo. Justamente por ser ese
su lugar, lo describió, casi como nadie, mostrando al ser humano inmerso dentro
de la multitud. Es decir: dándole a la Ciudad una visión poética. Por eso tiene tanta
fuerza aquello de los Setenta balcones.Sin
embargo, a pesar de su sencillismo, ese soneto siempre generó una duda: ¿cuál
fue el edificio que inspiró al poeta para esa reflexión sobre una forma de vida
sin perfumes ni color? La principal hipótesis de las leyendas urbanas lo ubica
en la esquina noroeste de las avenidas Corrientes y Pueyrredón, una magnífica
construcción academicista, pensada por los arquitectos Gastón Louis Mallet
(francés) y Jacques Dunant (suizo). El edificio es de 1908 y su fachada,
imponente, fue restaurada en 2011. En la planta baja estaba el café Paulista y
dicen que Fernández Moreno era uno de sus habitués. Pero todo eso forma parte
de la leyenda.
Otro
de los edificios que se menciona como inspirador es el Femenil. Está en la
avenida Rivadavia, sobre la vereda Sur del 5800, entre Puán y el pasaje
Chirimay, en Caballito. Fue proyectado por el arquitecto Eustaquio Ballester.
Lo construyó la
Compañía General de Obras Públicas (GEOPE). También es
de estilo académico francés, ocupa media manzana y, además de su planta baja,
tiene ocho pisos. Se lo conoce como Edificio Femenil porque allí estaba una
revista que tenía ese nombre. Empezaron a construirlo en 1927 y lo terminaron
un año después. Y allí está la clave para el poema de Baldomero: el soneto de
los setenta balcones fue escrito y publicado en 1917 en el libro Ciudad.
Entonces, ¿cómo iba a inspirarse en un edificio que no existía cuando él lo
escribió?
También,
alguna vez se dijo que el edificio inspirador fue el colegio que estaba en San
Juan y Bolívar, en San Telmo, donde Fernández Moreno fue profesor. Es un
edificio antiguo y muy grande. El dato parece el menos convincente de todos.
Mucho más si uno se atiene a lo que dijo el propio autor en 1949, cuando en la
sede de la Sociedad
Argentina de Escritores (SADE) recibió el Gran Premio de
Honor. Ese día, en su agradecimiento, el poeta habló de lo efímero de las cosas
y las obras. Aludía así a que, de todos sus escritos, sólo se recordaba el
soneto de los setenta balcones, cuando su trabajo era mucho más que ese poema.
Y entonces, como para refrendar la poca duración de las cosas, habló del
edificio inspirador, confirmando que “todo se pierde, se escabulle, se
evapora”. Dijo que el edificio de los setenta balcones “ni uno más, ni uno
menos” eran de una casa nueva que estaba en el Paseo de Julio (actual avenida
Del Libertador) a la altura de donde se ubicaba el primitivo Parque Japonés
(cerca de la avenida Callao). También afirmó que la cantidad de balcones fueron
“contados en una noche esfumosa, junto con el poeta español Pedro Herreros,
desde un banco de piedra”.Baldomero
Fernández Moreno murió el 7 de junio de 1950. Había tenido cinco hijos (César,
Dalmira, Ariel, Manrique y Clara). El gran amor de su vida fue Dalmira del
Carmen López de Osornio, oriunda de Chascomús y conocida como Negrita, con
quien se casó en 1919. Quizá fue a ella a quien dedicó el Soneto de tus vísceras,
una obra que en sus primeros ocho versos dice: Harto ya de alabar tu piel dorada / tus externas y muchas perfecciones
/ canto al jardín azul de tus pulmones / y a tu tráquea elegante y anillada. /
Canto a tu masa intestinal rosada / al bazo, al páncreas, a los epiplones /al
doble filtro gris de tus riñones / y a tu matriz profunda y renovada. En su momento ese texto generó
una gran polémica. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com
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