Adorada de igual modo por la elite cultural y por los sectores populares, fue una primera figura del cine, el teatro y la televisión
En 2009 recibió el premio Estrella de Mar de oro. Foto: LA NACIÓN / Archivo
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Te
gustan los perros?... Si no te gustan los perros no entrás a esta casa
-decía y reía-. ¿Te gustan los chocolates? Si no te gustan los
chocolates no entrás a esta casa -y lanzaba otra carcajada-". Así te
podía recibir China en su casa. La tía de todos, la abuela de todos. Te
miraba a los ojos con toda la ternura junta y sonreía. Tenía esas
sonrisas que saben abrazar y besar al mismo tiempo. Dulce, sabia,
divertida, altruista y talentosa, China te enamoraba. Desde ayer, ya no
está más físicamente, pero nos dejó tanto...
En esas charlas que
solíamos tener con ella quienes deambulamos por el ámbito teatral solían
circular anécdotas de todo tipo. Desde aquellas de difícil comprobación
hasta esas otras que uno intuye tan verdaderas como ella misma. Sea
como sea, esas historias de encuentros con colegas hiperfamosos o
aquellos relatos "tras bambalinas" eran deliciosos. China fue una
trovadora única a quien le encantaba hablar. Podía pasar horas charlando
con cualquier persona y convertía sus experiencias de vida en
agradables anécdotas, donde predominaba esa mirada pícara que ella
volcaba con mucho humor. Sus allegados saben muy bien cuánto había que
esperarla cuando salía de un teatro.
Para ella nada era tan
trágico ni nada tan dramático. "Qué tal, China", la saludamos, luego de
un ensayo. "Desde la última vez que me viste, con una vesícula menos",
respondió con una aparente seriedad que luego daba paso a una gran
sonrisa. Esa era China y así será recordada, como un ser entrañable y,
como sucede con algunos elegidos, irreemplazable.
Una escena memorable de Esperando la Carroza, junto a Betiana Blum Foto: Archivo |
Expresar lo que fue China Zorrilla sería extenso e inacabable, no sólo por lo que representó artísticamente (actriz, directora, traductora, adaptadora), sino por su calidad humana, que la hizo acreedora del afecto de sus colegas y de su público.
Fue una personalidad muy comprometida con
la actividad teatral. Solía frecuentar las galerías del Parlamento,
presenciando las sesiones donde se trataba la Ley Nacional del Teatro, y
también se destacaba en las salas de teatro, donde acompañaba con su
presencia el desarrollo artístico de las nuevas generaciones de actores y
directores. Era de una generosidad sin límites. Cuando la entrevistaban
en algún programa de mucho rating o en un medio masivo de comunicación,
no sólo promocionaba lo suyo, sino que aprovechaba para hablar de todos
aquellos espectáculos que había visto y necesitaban difusión. Muchos le
deben su éxito a la "manija" que China Zorrilla les dio en algún
comentario. A pesar de que era una actriz muy convocada por los
empresarios y productores, siempre respaldó con fervor los reclamos del
teatro independiente. No había lucha justa en la que China Zorrilla no
se anotara.
Desde el punto de vista artístico, sería casi
interminable registrar su presencia en los escenarios porteños y
uruguayos, pero basta decir que fue una actriz muy dúctil y versátil
tanto en la comedia como en el drama. De su largo historial nacional
vale destacar dos producciones teatrales que le brindaron muchas
satisfacciones: Eva y Victoria, de Mónica Ottino, y Camino a la Meca, de
Athol Fugard. La primera fue una obra que la llevó a recorrer durante
siete años los cuatro puntos cardinales del país. Recelosa de los
aviones, se mostraba reacia a viajar, hasta que la producción decidió
reciclar un gran ómnibus y transformarlo en una casa rodante. De esta
manera, China terminaba una función y en la puerta del teatro estaba
estacionada su "casa", que la llevaba por los caminos provinciales.
"Sabés qué maravilla empezar un libro y poder terminarlo antes de llegar
a destino", solía decir. Por su parte, con cinco años de
representaciones, Camino a La Meca estuvo entre sus últimos trabajos, y
pasó algo similar con un derrotero que incluyó giras y le deparó muchas
distinciones.
Con Luisina Brando en una imagen tomada durante la obra Eva y Victoria Foto: Archivo |
Su vida y su obra
Concepción
Zorrilla de San Martín Muñoz nació en Montevideo el 14 de marzo de 1922.
Hija del notable escultor José Luis Zorrilla de San Martín (1891-1975) y
de la argentina Guma Muñoz del Campo, nació en el seno de una familia
patricia uruguaya. Su abuelo paterno fue el poeta de la patria, Juan
Zorrilla de San Martín (1855-1931). Fue la segunda de cinco hermanas por
vía materna y fue pariente del prócer nacional uruguayo José Gervasio
Artigas y del poeta argentino Estanislao del Campo.
Su debut en
los escenarios se produjo en 1943, en el teatro independiente uruguayo,
con La anunciación a María, de Paul Claudel, pero no iba a estar mucho
tiempo en su país, ya que en 1946 obtuvo una beca del British Council
para estudiar en la Royal Academy of Dramatic Art de Londres, donde tomó
cursos con figuras de la talla de Katina Patxinou, la gran trágica
griega. Luego volvió a su ciudad natal y participó en más de 80 obras de
teatro como primera actriz de la Comedia Nacional Uruguaya en el Teatro
Solís de Montevideo. Tuvo la oportunidad de trabajar con Margarita
Xirgu, que la dirigió en Bodas de sangre y Romeo y Julieta. En el teatro
de repertorio se impuso como actriz dramática y como brillante
comediante primero en la Comedia Nacional, el TCM (Teatro de la Ciudad
de Montevideo) y luego en el teatro El Galpón, con obras de los más
importantes dramaturgos internacionales.
Con Antonio Larreta en Una farsa en el castillo Foto: Archivo |
En 1961 fundó el Teatro
de la Ciudad de Montevideo (TCM) junto con Antonio Larreta y Enrique
Guarnero, con cuyo elenco viajaría a Buenos Aires, París y Madrid.
Produjo, tradujo, adaptó y dirigió diferentes obras de teatro y óperas.
Entre otras múltiples actividades, se desempeñó como corresponsal del
diario El País cubriendo el Festival de Cannes y otros eventos
internacionales y como periodista y animadora de televisión en Uruguay.
A
mediados de la década del sesenta hizo un paréntesis en su actividad
teatral para establecerse durante cuatro años en Nueva York, donde
trabajó como profesora de francés y secretaria de una agencia teatral.
En
1971 viajó a Buenos Aires para filmar su primera película, Un guapo del
900, dirigida por Lautaro Murúa, y luego La maffia, de Leopoldo Torre
Nilsson. Al actuar en teatro con tres monólogos (Hola hola, 1, 2, 3) y
Canciones para mirar, decidió instalarse definitivamente en Buenos
Aires, donde desplegó una intensa carrera en cine, teatro y televisión,
medio que le dio inmensa popularidad gracias a su participación en
teleteatros con la autoría de Alberto Migré, especialmente Rolando
Rivas, taxista, Piel naranja y Pobre diabla. Su estada en Buenos Aires
coincidió con el advenimiento de la dictadura militar uruguaya, donde
fue proscripta por las autoridades de facto. Entre sus últimos trabajos
televisivos cabe mencionar Son amores, Los Roldán, Mujeres asesinas y
Vidas robadas.
Fue una presencia constante en los últimos 35 años
del teatro argentino cosechando éxitos con Fin de semana, en el monólogo
Emily, Querido mentiroso, La voz humana, Encantada de conocerlo, Una
margarita llamada Mercedes y en El diario privado de Adán y Eva, que
representó en 1985 y nuevamente en 2007 junto a su gran amigo Carlos
Perciavalle.
Junto a Carlos Perciavalle, en escena durante una función de El diario de Adán y Eva, en 1984 Foto: Archivo |
En 1995, en el Teatro Colón de Buenos Aires, China
Zorrilla revivió el papel de recitante que Igor Stravinsky escribió para
Ida Rubinstein y que Victoria Ocampo estrenó en 1936 en el teatro,
dirigida por el propio Stravinsky: la ópera-ballet Perséphone, sobre
textos de André Gide.
Desde 1971 hasta el presente ha participado
en más de 50 películas dirigida por Leopoldo Torre Nilsson, Luis Puenzo,
María Luisa Bemberg, Alejandro Doria, Marcos Carnevale, Oscar Barney
Finn, Raúl de la Torre, Edgardo Cozarinsky, Adolfo Aristarain, Carlos
Gallettini, Manuel Antín, André Melancon, Santiago Olves, Ricardo
Wullicher, Juan José Jusid, Héctor Olivera, Fernando Ayala, Javier
Torre, Sergio Renán y en el debut cinematográfico como director de
Antonio Larreta. Su último trabajo en un largometraje fue en 2008, en
Sangre del Pacífico, dirigida por Boy Olmi.
La actriz eligió festejar su cumpleaños número 90 sobre las tablas e interpretó textos para sus invitados Foto: Archivo |
No le faltaron honores
y distinciones, que, curiosamente, empezaron a otorgarle tardíamente en
su carrera. "La gente me quiere, pero no me premia", solía decir. Pero
tarde o temprano llegó el reconocimiento, tanto nacional como
internacional: Orden de Mayo del Gobierno de la República Argentina,
Chevalier de la Legión de Honor del gobierno francés 2008, Orden de
Gabriela Mistral del gobierno chileno, premiada por el Fondo Nacional de
las Artes, Ciudadana Ilustre de Buenos Aires en 2004, Ciudadana Ilustre
de Montevideo, Ciudadana Ilustre de Mar del Plata.
También fueron
numerosos los premios que recibió por su actividad en el cine, en el
teatro y en la TV, entre los que figuran varios Cóndor de Plata, Ace de
Oro, Trinidad Guevara, Florencio Sánchez, María Guerrero, Hugo y Martín
Fierro, entre otros, y no faltaron los que cosechó en festivales de cine
de La Habana, Cuba, Moscú, Málaga y Chicago, por películas como
Esperando la carroza, Darse cuenta, Besos en la frente, Conversaciones
con mamá y Elsa y Fred.
Su último trabajo teatral fue el
semimontado Las d'enfrente. Estuvo retirada durante los últimos dos
años, cuando comenzó a apagarse. Murió ayer, en el hospital de la
Asociación Española de Montevideo, a los 92 años. Había sido internada
el domingo pasado por una neumonía. Algo muy importante le va a faltar
al espectáculo rioplatense a partir de ahora. Queríamos tanto a China.
China Zorrilla, rodeada de las esculturas de su padre Foto: Archivo |
Fuente: lanacion.com
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