DE DAGUERRE AL MONO

La cámara más antigua del mundo, la “Daguerréotype Giroux”, de 1839.



Por Eduardo Villar

El caso se convirtió en noticia hace semanas: un mono le arrebató la cámara al fotógrafo David Slater y se hizo una selfie, que se reprodujo ad náuseam en todo el mundo no tanto por el hecho mismo, que sucedió hace ya tres años, sino por la disputa –difundida ahora– acerca de los derechos de autor de la imagen, que reclama Slater.
No teman, estas líneas no son otra insufrible opinión sobre ese asunto de los derechos. Sólo señalan una coincidencia. Hace 175 años, el 19 de agosto de 1839, la Academia de Ciencias de París presentaba al mundo lo que se consideró entonces –y después se siguió considerando más o menos unánimemente– un invento de Louis Daguerre: la fotografía. Más precisamente, el daguerrotipo, su antecedente inmediato.
La coincidencia se vuelve más significativa si se recuerda qué ocurrió entonces con los derechos de ese invento maravilloso que cambiaría el mundo o, por lo menos, las imágenes del mundo, que no es lo mismo pero es igual. Meses antes, en enero, el Estado francés había comprado los derechos a Daguerre, poniéndolos a disposición de todos para su uso gratuito.
Un regalo para la humanidad. Y –lo sabemos ahora– para los monos. Daguerre recibió por el invento una pensión vitalicia de 6.000 francos. Y el hijo del fallecido Joseph Niépce, que había hecho sus aportes al descubrimiento pero habían quedado bastante velados por esas cuestiones de la vanidad humana, otra pensión de 4.000 francos.
Casi dos siglos después, la descripción de un “espejo con memoria”, que se hizo entonces del increíble invento, sigue siendo insuperable.
Se logró la posibilidad de hacer infinitas copias en positivo a partir de un negativo; se inventó una forma de fijar las imágenes para que no se desvanecieran con el paso del tiempo; se pasó de la placa de vidrio a la película fotográfica y, del blanco y negro, al color; se inventó la Polaroid y, con ella, la fotografía instantánea; se desarrolló la fotografía digital, que produjo el cambio más dramático. Hoy todos tenemos una cámara o un celular a mano para tomar una foto en cualquier momento. Todos somos fotógrafos. Hasta los monos. Se producen cada día millones de imágenes que se envían instantáneamente al resto del mundo.
Pero ninguno de los avances y transformaciones técnicas ocurridos en estos 175 años ha cambiado lo que aún fascina de la fotografía: su capacidad de fijar una imagen para siempre.

Fuente: Revista Ñ Clarín

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