Fue autor de varias de las obras íconos de la arquitectura y el arte argentinos.
La muestra es en el Centro Cultural Recoleta.
La muestra es en el Centro Cultural Recoleta.
Colores. En el Centro Cultural Recoleta, mientras se montaba la obra del gran artista./FERNANDO DE LA ORDEN |
Por Julia Villaro
Maquetas, dibujos, colores: solamente una Muestra Homenaje, a
casi seis meses de su muerte, del genial Clorindo Testa, podía tener la
vitalidad que presenta la exposición que se inaugura el viernes en la
sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, en el marco de la XIV
Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires.
Un homenaje
dentro del edificio que él mismo, junto a Jacques Bedel y Luis Benedit
re-diseñó había sido pautado antes de su muerte. Artista plástico y
arquitecto, la muestra podría haber presentado infinidad de obras de
Testa y hubiera sido un recordatorio exitoso. Pero su curador, el
arquitecto Juan Fontana, compañero de Clorindo en su estudio de calle
Santa Fe por más de veinte años y hombre de su confianza, buscó ir más
allá y evocar el espíritu de esos años de trabajo. Y la sala Cronopios
se convirtió en usina de ideas.
La muestra tiene tres patas
fuertes y varias perlas. Apenas entramos a la sala nos encontramos con
una pared repleta de dibujos: bocetos y esquemas pertenecientes a
treinta proyectos arquitectónicos y urbanísticos: garabatos de
determinación exquisita.
Con el énfasis siempre puesto en el
proceso proyectual, Fontana quiso además que la exposición funcione como
contrapunto de la Bienal de Arquitectura, donde lo que predominan son
proyectos terminados, “exitosos”. En la sala Cronopios asistimos a la
cocina más auténtica del proceso creativo, donde pocas veces lo que
importa son los resultados –excelsos– sino reflexionar sobre el espacio y
el hombre que lo habita.
Si volvemos un poco sobre nuestros
pasos hallamos una suerte de habitación pequeña. Desde adentro asoman
una serie de tubos numerados: los planos en papel de cada una de las
obras de Testa. El habitáculo blanco busca asemejarse al lugar original
en el que esos archivos descansan en el estudio, pero inevitablemente
nos remite a una experiencia de santuario: algo del orden de lo aurático
se juega en esos papeles que alguna vez fueron sólo un objeto de
trabajo.
Al fondo de la sala se encuentra Habitar, trabajar, circular, recrearse,
una serie de paneles pintados en aerosol, del año 1974 y nunca
mostrados de forma completa hasta ahora. Reflexión crítica sobre el
proyecto urbanístico del Bajo Belgrano –del que él mismo había
participado veinte años atrás–Testa ilustra con un estilo espontáneo la
imposibilidad de realizar la utopía modernista en una ciudad donde
habitar, trabajar y circular equivalen al hacinamiento y recrearse a
derrumbarse frente al televisor.
Bodega de ideas. Clorindo Testa, delante de sus proyectos./JUAN JOSE TRAVERSO |
El camino a esas pinturas está
atravesado por una mesa con maquetas de papel y madera; pequeñas
reflexiones lúdicas sobre algunos de los proyectos del estudio. También
ahí están sus Apuntalamientos. El artista dio inicio en los
sesenta a esta serie de intervenciones espaciales realizadas con vigas
de metal o madera, no sin connotaciones críticas: el primero, Apuntalamiento para un museo,
lo realizó en el Nacional de Bellas Artes; la arquitectura se vuelve
instalación, la trama urbana el espacio a intervenir y el arquitecto y
el plástico se funden en una misma intensidad creativa.
No faltan
las referencias a sus proyectos más importantes: el Banco de Londres y
la Biblioteca Nacional. También están el Forum de Tokio, la Universidad
Di Tella, Ciudad Cultural Kónex, la Universidad del Salvador, el Museo
de la Acrópolis y, por supuesto, el Centro Cultural Recoleta. Por
último, un video de los últimos años, filmado por los mismos
colaboradores jóvenes de su estudio, lo muestra con sus anteojos sobre
la frente hablando de sus proyectos, pero también de la importancia de
tomarse un café en soledad antes de empezar cada jornada, de la facultad
y de por qué no puede resistirse a poner el capuchón correcto a cada
uno de sus marcadores de colores.
Todo en Clorindo ha oscilado
siempre entre la espontaneidad y la precisión. Así, la muestra se mueve
entre el afecto, la admiración y el respeto por un hombre que, con la
seriedad y el compromiso que sólo puede tener un niño al jugar, realizó
algunas de las obras ícono del arte y la arquitectura argentinas.
Fuente: clarin.com
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