Varón porteño. Borges en 1951, retratado por Grete Stern. Le gustaban los tangos de la vieja guardia.
Por Juan Carlos Algañaraz
Madrid Corresponsal
“Carancanfunfa se hizo al mar con tu bandera…”, tararea Jorge Luis Borges entonando El Choclo.
Después aclara: “Pero la versión que yo conozco es inefable, no puedo
repetirla aquí sin ofender a nadie”. El escritor argentino aludía ante
su audiencia a una de las letras originales del clásico tango que tenía,
como tantos otros, tema prostibulario.
Y añadía: “Le pregunté a un amigo que significaba ‘ carancanfunfa ’ y me dijo que es el estado de ánimo de un hombre que se siente carancanfunfa ”. Es la voz de Borges apagada por la escasa calidad del registro y, a veces, por el ruido del tráfico.
Estamos
frente a un descubrimiento que dio a conocer ayer el diario El País.
Son cuatro charlas de Jorge Luis Borges grabadas en Buenos Aires,
durante 1965.
El escritor español Bernardo Atxaga recibió en 2002
unas cintas de un amigo, José Manuel Goikoetxea, emigrado a Buenos
Aires: se las había entregado un emigrante gallego, Manuel Román “Kolo”
Rivas, en agradecimiento por haberlo hospedado un tiempo en su casa.
Atxaga
las escuchó en su auto: “Se oían fatal, pero me pareció Borges desde el
principio. Las conferencias no me sonaban de nada y empecé a preguntar.
Consulté con una editora, un aficionado a Borges y en una radio”,
recuerda el escritor. Nadie sabía nada. Se limpió la cinta original y se
hicieron seis copias. Pero el tema no despertó interés.
Diez años
después Atxaga conoce al biógrafo de Borges, Edwin Williamson, que se
interesa en el material. Se trataba de conferencias que Borges pronunció
en 1965; la noticia fue recogida por el diario La Nación del 30 de
setiembre. Pero nunca se encontraron rastros de las charlas, en total
cinco horas de valiosas reflexiones y anécdotas de Borges y el tango.
Después
de escuchar una de las copias, el hispanista británico comentó que
Borges contó sus experiencias personales en el Palermo “feo” donde
compadritos y orilleros protagonizaron historias y anécdotas que
muestras el espíritu de una época de Buenos Aires.
En 2012 Atxaga entregó las cintas al director de la Casa del Lector, César Antonio Molina.
Con voz “lenta y algo cansada” –comenta El País– el autor de “El Aleph” sitúa el origen del tango alrededor de 1880. “ El pueblo no inventa el tango
ni lo impone a la gente bien. Ocurre exactamente lo contrario... Sale
de las casas malas situadas en todos los barrios de la ciudad... había
gente que las frecuentaba para jugar a la baraja, tomar un vaso de
cerveza o ver a los amigos... Un argumento que da fuerza a esto son los
instrumentos iniciales, que no son populares y corresponden a medios
económicos superiores a los de los compadritos: violín, flauta y piano”.
Señala
el periódico madrileño que “en las cinco horas de disertación se van
deslizando guiños confidenciales, la nostalgia por la Argentina que fue,
detalles autobiográficos y el culto al coraje que comparte con
compadritos de leyendas y tangos, capaces de aceptar un desafío fatal
porque va en el código del gremio”.
En las grabaciones, Borges
incluso hace bromas sobre el proceso creativo: “Quizás la única manera
de hacer una obra de arte perdurable sea no tomándola demasiado en
serio, distrayéndola”.
También comenta que los argentinos
abrazaron el tango cuando triunfó en París y otros países. “Hasta 1910
nosotros habíamos percibido pero no habíamos sido percibidos por el
mundo. Ocurren entonces hechos que nos alegran y llega la noticia que
nos conmovió a todos: ¡el tango se bailaba en París! Y posteriormente en
Londres, Berlín, Viena, hasta en San Petersburgo”. Pero hubo
reticencias: el Papa, el káiser, ¡la justicia de Ohio! Allí, cuenta
Borges, un profesor fue acusado de enseñar un baile inmoral. Aunque después de desplegar su arte ante el jurado, el tango fue declarado inocente.
Fuente: Revista Ñ Clarín
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