“La calle es un territorio psicológico”, dice
Ignatti y recuerda la costumbre de Borges de “salir a caminar sin rumbo
con la mirada atenta y la mente despejada”. Hay una anécdota del
poeta Ulyses Petit de Murat cuando andaba una noche con Borges por
estas mismas calles y al doblar la esquina se les aparece Xul.
Por M.S. Dansey
Un recorrido. Dos museos. Tres curadores. Cuatro artistas. Cinco cuadras de Buenos Aires donde pasa algo raro.
–¿Qué son esas banderas?– pregunta el técnico de heladeras.
–Pensé
que era la visita de algún embajador pero no se de qué país– responde
el encargado del edificio de Laprida al 1200 que difícilmente sepa que
esas banderas son todas una: la Pan-Bandera, obra del artista Daniel
Joglar inspirada en esa costumbre de Xul Solar de universalizar las
cosas.
Xul vivió en esta cuadra, en la casa de Laprida 1212, donde
funciona su museo. En la vereda hay figuras geométricas de colores
brillantes pintadas por Mariano Ferrante. Allí comienza –o termina– el
recorrido de cinco cuadras que une este museo con la Fundación
Internacional Jorge Luis Borges, en Anchorena 1660. En los dos edificios
se puede encontrar parte de la vida y la obra de estos dos genios
universales. Si de Borges no había dudas, la trascendencia internacional
de Xul se confirmó este año con su inclusión en el Palacio
Enciclopédico de la Bienal de Venecia, y con la muestra Xul Solar y Jorge Luis Borges. El arte de una amistad
en la Americas Society, en Nueva York. A partir de esa muestra al
ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, se le ocurrió este
proyecto que estuvo gestionado por Gabriela Urtiaga, Guido Ignatti y
Belén Bauzá.
“No son artistas callejeros –explica Urtiaga– Son
artistas de cubo blanco que tienen alguna experiencia o que pensamos que
podrían funcionar en el espacio público”.
“La calle es un
territorio psicológico”, dice Ignatti y recuerda la costumbre de Borges
de “salir a caminar sin rumbo con la mirada atenta y la mente
despejada”. Hay una anécdota del poeta Ulyses Petit de Murat cuando
andaba una noche con Borges por estas mismas calles y al doblar la
esquina se les aparece Xul.
– Lo noto más alto– dice Borges.
–Siempre
me sucede Georgie, cuando se produce una coincidencia de Venus y Marte
crezco unos diez centímetros– responde Xul y con toda naturalidad siguen
el diálogo.
“Ese espíritu lúdico es el que quisimos evocar con
estas obras”, dice Ignatti. En la esquina de Anchorena y Ecuador –donde
las paralelas se cruzan– está emplazada una escultura de Luis Terán que
parece un juego infantil pero también podría ser un farol quizás
demasiado exótico. “La obra en la vía publica tiene una visibilidad
insospechada. Uno nunca sabe quién va a terminar viendo esto”, dice
Terán. Ni mucho menos qué irá a pensar. Esto es arte en situación de
calle, arte abandonado a la intemperie interpretativa. De noche se
enciende la obra de Gachi Hasper. Como Terán, ella tomó figuras de Xul y
las representó con líneas luminosas suspendidas de los postes de
alumbrado. Dragones y grullas geométricas luchan entre los cables, una
suerte de copa mística se derrama entre los carteles comerciales.
Fuente: Revista Ñ Clarín
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