No sólo en Buenos Aires hay inundaciones. En octubre
pasado el huracán Sandy azotó Nueva York y muchas galerías de arte
sufrieron pérdidas calculadas en miles de millones de dólares...
Pérdida total. Cuando el agua bajó, los dueños de autos dañados
en la última inundación rogaban que sus vehículos fueran diagnosticados
con esas dos palabras por sus aseguradoras, única forma de recuperar su
valor en caso de no tener seguro contra todo riesgo. Una operación
simple, de suma cero: el auto desaparece, su dueño recupera su valor en
dinero. No sólo en Buenos Aires hay inundaciones. En octubre pasado el
huracán Sandy azotó Nueva York y muchas galerías de arte sufrieron
pérdidas calculadas en miles de millones de dólares. El arte destruido
por Sandy estaba asegurado, claro, pero cuando se trata de obras de arte
las cosas son menos simples que con la mecánica automotriz. Cuando una
compañía de seguros acepta que una obra no puede ser restaurada a un
costo razonable y que por lo tanto sufrió destrucción total, compensa a
su dueño por el valor asegurado. Pero se convierte en su nueva
propietaria, y puede hacer con ella lo que le parezca. Inclusive
venderla o subastarla, restaurada o no, en un nuevo mercado: el del
salvage art (arte salvado o rescatado). Algunos detalles de un artículo
publicado sobre el tema por The Art Newspaper dan lugar a la sospecha de
que se trata de un mercado verdaderamente salvaje, con jota. Es difícil
dimensionarlo: las aseguradoras se cuidan muy bien de dar cifras. Pero
en Nueva York hay depósitos repletos de salvage art, obras que las
compañías de seguros declararon destruidas pero que más tarde o más
temprano regresan al mercado. Pérdida total es, parece, un concepto
relativo. Y no falta quien supone que muchas veces se aplica a piezas
rescatables, especulando con una venta posterior. Las aseguradoras juran
que, cuando venden una obra restaurada, informan al comprador sobre la
historia del daño y reparación que atravesó la pieza. Pero nadie se
atreve a afirmar que esa información se transmite en cada nueva venta al
siguiente comprador. Otra muestra de que –como sostenía la nota de tapa
de la pasada edición de Ñ– en el mercado de arte nada es
transparente.
Fuente: Revista Ñ Clarín
No hay comentarios:
Publicar un comentario