CÓMODOS EN LAS MÁRGENES

La Outsider Art Fair ha contribuido a reafirmar la importancia del arte popular y autodidacta. Este año, la feria neoyorkina más excéntrica ofreció una serie vertiginosa de obras sobresalientes para ver y algunos nombres nuevos.

FERIA EXCENTRICA. La división entre arte marginal y canónico se desdibuja.

Por ROBERTA SMITH - The New York Times

La Outsider Art Fair, una joya maravillosamente excéntrica de la corona de las ferias de arte neoyorquinas, tiene renovado brillo. Por primera vez en sus 20 años de historia, se llevó a cabo en un edificio recuperado para el arte: los espacios amplios y bien iluminados de la antigua Dia Art Foundation, en la zona oeste de Chelsea en el West Side de Manhattan. Desde su origen, la feria fue decisiva para reafirmar la importancia y la riqueza del arte popular, marginal y autodidacta del siglo XX ­y ahora del XXI- y para dar a conocer al público artistas virtualmente grandes como James Castle, Morton Bartlett, George Widener y otros. Ha tenido, no obstante, algunos altibajos. Fundada por Sanford Smith en 1993, se llevó a cabo en un primer momento en la planta baja del venerable Puck Building. Los espacios caprichosos e irregulares del Puck parecían hechos a medida para las rarezas del arte marginal, pero en 2008 el edificio dejó de estar disponible. Durante los cinco años siguientes, la feria pasó ­más bien se exilió- al piso superior de un edificio genérico de oficinas, donde perdió esplendor. El año pasado, ese espacio cerró, y Andrew Edlin, marchand de arte y participante en la feria desde 2004, instó a Smith a trasladar la feria a Chelsea. Poco después, Edlin se ofreció a comprarla y se firmó un acuerdo. Teniendo siempre a Smith como consultor, hubo nuevos expositores y otros que se fueron. Voilà: esta es la Outsider Art Fair 2013 transformada. Con sus stands generosos y sus corredores amplios, la flamante encarnación del siglo XXI tiene aires de gran feria. Pero con 40 participantes, no agotó. Tanto las obras como los marchands y los visitantes pudieron respirar. La terraza se decoró con una gran carpa acondicionada donde había refrigerios y se organizaron paneles de discusión. (El programa fue organizado por Valérie Rousseau, historiadora del arte y curadora, casada con Edlin). La feria de este año ofreció una serie vertiginosa de cosas sobresalientes para ver y algunos nombres nuevos impresionantes. Artistas ya establecidos ­Bill Traylor, Martin Ramirez, Adolf Wölfli, Joseph Yoakum, John Kane, la Hermana Gertrude Morgan, Sam Doyle y Widener- dominaron los stands de Ricco/Maresca, Dean Jensen, St. Etienne y Carl Hammer, que también mostró bastones con empuñaduras incrustadas y expresivamente talladas, del artista conocido solamente como Stick Dog Bob por los miembros de un grupo de Black Power de Chicago durante los 60. St. Etienne empapeló los niveles superiores de sus paredes con una cronología fascinante dedicada al surgimiento del arte marginal y el arte autodidacta y su contrapartida europea, el Art Brut. Lo que contribuyó a la claridad de la muestra fue que casi una cuarta parte de los stands presentaran a un solo artista. Gary Snyder hizo un relevamiento de la obra de la pintora Janet Sobel (1894-1968), que trabajó en varias modalidades de una figuración con aire de arte campesino y también realizando abstracciones chorreadas antes que Jackson Pollock. Luise Ross mostró los dibujos en pastel llenos de color y con cuidadosas leyendas al pie de Gayleen Aiken (1934-2005), una artista marginal de Vermont, y un grupo de 26 personajes de dientes salientes casi de tamaño natural pintados en cartón recortado con el título: los Primos Raimbilli, que Aiken realizó para que la acompañaran. Kinz-Tillou dedicó su espacio a la obra de Winfred Rembert, un artista autodidacta nacido en 1945, que crea vívidos retratos de familia y escenas de grupos de trabajadores en los campos de algodón aplicando tintura a grandes planchas de cuero labrado y torneado. C. Grimaldis, un marchand de Baltimore, Maryland, volvió por tercer año consecutivo con las pinturas de Giorgos Rigas, de 92 años, cuyas populosas escenas de vida en la aldea montañosa griega de su infancia son tan buenas como la obra de Grandma Moses. Igual que antes, la feria puso de manifiesto que la línea entre el arte marginal y el canónico se desdibuja cada vez más con cada año que pasa. En Ames, era imposible no maravillarse con los exquisitos, casi soñadores, dibujos en colage de Deborah Barret, que sugieren una mezcla de Jim Nutt y Lynda Barry, así como también las representaciones más naïf, en su mayoría de personas en ambientes urbanos, de Esther Hamerman (1886-1977). En el stand de Edlin, el genio autodidacto Brent Green, conocido en el mundo normal del arte por sus animaciones en stop-motion y sus trabajos de instalaciones de un ambiente Gótico Sureño, colaboró con una escultura colgante con las extremidades flojas en madera tallada y pintada: "Angel With Listening Machine". Laura Steward, una nueva participante de New Mexico, exhibió monedas redondas y cuadradas de plata y peniques fundidos, de Thomas Ashcraft, un astrónomo autodidacta, para utilizar enotras realidades. También allí, una mujer tamaño natural realizada en cuero de coyote al revés (o no, según cuándo haga falta el pelo) por Erika Wanenmacher, que ejerce como bruja y afirma que es un hechizo. La feria también puso en evidencia lo ilimitado que sigue siendo el ámbito marginal. En Henry Boxer, pudieron verse delicadas recreaciones de la Universidad de Cambridge dibujadas por John Devlin, un artista canadiense, que tuvo allí un colapso nervioso cuando estudiaba teología, y las criaturas híbridas presentadas en dibujos de línea con bolígrafo por Mehrdad Rashidi, un artista iraní que vive en Europa. En Cavin-Morris, los intricados dibujos de M’onma, un japonés mayor de 60 años, consistieron en capas de imágenes en telaraña que se asemejan a tatuajes fantasmales y constituyen sin duda algunas de las expresiones más delicadas del horror vacui realizadas en la historia. Y tampoco podían pasarse por alto, sin duda, las increíbles vasijas hechas a mano, decoradas con relieves sinuosos de animales y figuras de Georgia Blizzard (1919-2002) en Tanner-Hill. Se destacaron dos nuevos talladores en madera: John Byam, que exhibió armas y objetos cotidianos pero rugosos cubiertos de aserrín en Edlin; y, en Lindsay, Stephen Sabo(1903-2002), con tableaux en miniatura pintados de diferentes maneras,relieves y esculturas individuales de animales y pájaros. ¿Qué más? Mucho más. Las obras de los artistas marginales japoneses en Yukiko Koide Presents incluyeron los cautivantes dibujos abstractos de Eiichi Shibata, un artista autista inspirado por el jabón y las burbujas. En Institute 193, una galería y editorial sin fines de lucro de Lexington, Kentucky, imposible no mencionar las fotografías panorámicas montadas de Albert Moser y los tumultuosos dibujos en bolígrafo de Beverly Baker. Pocas veces esta feria ha hecho una defensa tan contundente de sí misma, del campo de la actividad artística cuya profundidad apenas sugiere y de la creciente futilidad de mantener a dicho campo aislado del resto del arte actual.


Fuente: Revista Ñ Clarín

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