Seis muestras en el tradicional Centro Cultural. Lo
más nuevo son las esculturas de Paula Rivero, un homenaje a Eloisa
Marticorena y un certamen de fotografía.
Enero sobre el febril asfalto de Buenos Aires es para los
valientes. Si por coraje o por circunstancia se encuentra en la ciudad
durante los primeros días del año, puede darse una vuelta por el Centro
Cultural Recoleta –Junín 1930– donde varias muestras fueron inauguradas
el jueves 20 de diciembre, para hacerle frente al verano porteño.
En la sala 11, las Mujeres Salvajes
de Paula Rivero nos muestran el ajuar completo de una amazona
aguerrida, pero herida por la nostalgia. Partiendo siempre del torso
femenino, la artista realiza estructuras (objetos y dibujos) a mitad de
camino entre el corset y la armadura. Los materiales duros con los que
trabaja en sus objetos (acero, cerámica pulida y muy brillante, resina
que vuelve rígido el papel), guardan siempre un reverso frágil. Los de
metal tienen el interior revestido en piel y sus piezas se encuentran
unidas por tiras de cuero. Los de papel albergan en la superficie la
propia intimidad de Rivero: fueron creados con decenas de sobres y
cartas escritas a mano y enviadas por correo. Las obras nos muestran lo
suave como anverso de lo rígido, y nos dejan pensando sobre la
imposibilidad de protegerse con una coraza sin endurecerse demasiado.
El homenaje a Eloisa Marticorena
resulta acertado en la selección de obras ya que, con pocas piezas, da
una idea del derrotero plástico que siguió, entre 1974 y 1983, la
artista argentina fallecida en el 95. Si atendemos a la cronología de
las obras, entendemos que el paso de la figuración a la abstracción fue,
en la pintora, paulatino pero necesario: sus obras abstractas,
atmósferas sutiles de colores vibrantes, no son más que depuración y
concentración de toda la energía cromática que ya se encontraba latente
en sus pinturas desde los inicios del período. Eloísa desató el camino
de sus deseos pictóricos desde lo narrativo hasta la esencia misma de su
pintura: el color. El espectador podrá seguir su mismo itinerario.
La tercer muestra inaugurada ese día es el certamen fotográfico Gente de mi ciudad
, que cuenta con el trabajo de los fotógrafos Res, Rosana Shoijett y
Esteban Mac Allister y del artista plástico Diego Bianchi, como jurados.
La muestra está compuesta por las obras seleccionadas y refleja una
mirada genuina sobre la realidad urbana de la metrópoli. La presencia en
muchas de las fotografías de problemáticas comunes en la ciudad de
Buenos Aires, como el caos de los trasportes públicos o la
naturalización de las diferencias de clase, no parece ser un lugar
común, sino una inquietud que necesita ser señalada. Pero, lo más
interesante del premio resulta que el estímulo que significa ir en busca
de postales de la ciudad puede ser tanto para profesionales como para
amateurs, un gran ejercicio para ver la realidad con ojos despiertos y
estar muy atentos a todo aquello que nos rodea en el instante presente.
Cabe destacar que estas tres muestras vienen a sumarse a las anteriormente inauguradas: Agualíricas, pinturas de Maia Heidel, que exploran el devenir de los materiales utilizados; Expresiones
, los dibujos poblados de sarcasmo de Gustavo Nemirovsky y una serie de
intensas pinturas del artista plástico y arquitecto Justo Solsona,
completando así una versátil propuesta de arte argentino.
La
intención es verdaderamente valiosa y el espectador descubrirá obras
para él desconocidas, pero no artistas nuevos, ya que poco se indica
sobre los autores en las muestras del CCR. La visita demanda un
espectador activo, que sepa asimilar toda esa variedad de obras y
disfrutarlas aún sin disponer de demasiada información. O bien uno
relajado que se abandone a la experiencia y simplemente dance por unos
minutos con cada pieza, para luego ir por la siguiente.
Fuente: Revista Ñ Clarín
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