El blanco como soporte. En eso, dice Gachi Hasper, se sostienen sus pinturas exhibidas en Zavaleta Lab.
Por
Cristina Civale
Feliz de haber inaugurado con su muestra el nuevo espacio de
Zavaleta Lab (que dejó su espacio de San Telmo para mudarse a uno muy
cerca de Plaza de Mayo), Gachi Hasper cierra el año con dos tipos de
trabajo: acrílicos de gran formato y acuarelas pequeñas y frágiles. Cada
soporte con un relato similar, cada soporte ocupando cada una de las
dos salas de la galería. Obra abstracta de pura cepa. Para ella pintura y
abstracción son lo mismo y lo explica con mucha claridad: “Son
fundamentales los conceptos que envuelven la conflictiva capacidad de la
pintura para representar, por un lado la perspectiva visual y por otro
lado, servir como herramienta de aprendizaje y acción. Veo a la
abstracción como un proceso de reducción del arte a su esencia de
conceptos y sistemas”.
Esta nueva exhibición, curada por Roberto
Amigo, nos presenta a una Hasper muy madura en su trabajo con la
pintura. Le dice a Ñ : “La pintura, creo, es la manera más descarnada y
demodé de presentar los problemas de la representación del espacio. Me
gusta cuando la manera en que se presentan los problemas y las hipótesis
tiene forma de diagramas. Los significados varían en los casos”.
La
muestra compuesta impacta con sus acrílicos de gran formato, todas
derivadas de acuarelas previas, algunas exhibidas en la misma muestra;
dibujos que sirven a Hasper como bocetos para las nuevas obras inmensas
que luego construirá con la obstinación y precisión de una arquitecta.
Es difícil imaginarla trabajando sola, quizá por la propia fragilidad
que transmite su cuerpo, pero es lo que hace siempre en el arranque de
estas obras de gran tamaño; luego sí puede sumar dos o tres colegas que
aprendieron a pintar con ella y termina la obra, siempre desde su diseño
inicial, realizándola a cuatro o seis manos.
Sín título, 2012, acrílico sobre tela 200x300 cm. |
En esas últimas instancias
a Hasper no le va la soledad y cuando termina y tiene que armar la
muestra prefiere recurrir a un curador. El trabajo del otro sobre su
obra la enriquece al igual que caminar junto a él, esta es la segunda
muestra que cura Roberto Amigo y Hasper está segura de que el resultado
hubiese sido diferente, y probablemente más pobre, sin su aporte tanto
en el despliegue como en el texto que acompaña la muestra. Dice Amigo
sobre Hasper: “La tradición de la abstracción periférica distancia a la
pintura de Hasper de la posibilidad de su interpretación desde la
simulación, la parodia, la anulación crítica de la tradición moderna, la
sublimación esteticista, lo decorativo, lo neo o el diseño. Su acción
es dentro de una modernidad artística inconclusa, que maneja sus propias
temporalidades, que ha aceptado lo lúdico de la forma generada sobre la
lectura crítica, el misticismo, la racionalidad, la cita a los
movimientos eruditos del pasado. Por ello la relevancia de las acuarelas
de Hasper como el territorio de la intuición donde la idea de forma se
materializa”.
Así sucede y todo termina de cerrar (o quizá empieza
a tomar forma) con su particular paleta de colores, no se puede hablar
ni de pasteles ni de flúo, lo colores de Hasper parecen inventados por
ella, no vistos previamente en otras pinturas, son su gran creación y su
gran distintivo y, si uno le pregunta, Hasper simplemente constesta:
“Eso que vos llamás la paleta Hasper es simplemente la luz”. Y es una
definición rotunda que parece humilde pero conlleva toda la soberbia
ganada en una batalla por alcanzar un objetivo preciso y la vanidad no
se impugna en este punto porque está arraigada en ese derecho de haber
conquistado lo soñado.
Una paleta cargada de luz |
Así piensa Hasper el color y así logra sus
colores: “Mucho de mi trabajo en la pintura se basa en el blanco como
soporte de la misma forma que el papel de la acuarela. Reconozco una
predilección por los pigmentos donde se establecen con más claridad la
temperatura de los colores y no trabajo con la paleta primaria, sino con
una paleta muy ampliada. Mucho color estimula el movimiento y eso me
interesa; además el color está bastante desvalorizado desde los
neoplatónicos para acá y se presenta en cadena asociativa como algo
menor, eso también me interesa”.
Segura y contenida en el nuevo
espacio, Hasper –que fue artista de la galería Ruth Benzacar– se anima a
hablar sin tapujos de la relación artista-galerista: “Las galerías
también incorporan y dejan caer artistas todo el tiempo y los artistas
que parecería que formamos un gran harén tenemos que ver si se ocupan de
nosotros o no. La relación galerista -artista es una relación
fluctuante que incluye la química, el éxito de la obra, los celos, la
amistad y el dinero. O sea: no es simple. Me siento muy apoyada por
Zavaleta en esta nueva etapa”.
Como dice Amigo, es una alegría
esta soltura en el armado de lo que se ve en Zavaleta, tan carente de
impronta de querer decir con empecinamiento forzado: “Las obras
exhibidas, datadas en diferentes años de este siglo comenzado, no han
sido exhibidas con anterioridad en Buenos Aires. Su reunión es
caprichosa, no conforman una serie, ni una etapa cerrada de la
producción de Hasper. Simplemente, están aquí, carentes de toda
aspiración redentora, pero refugio para nuestra angustia”.
FICHA
Graciela Hasper
Lugar: Zavaleta Lab, Defensa 269, piso 2,
tel. 4589 5314 / 5315
Fecha: hasta el 28 de diciembre
Horario: lunes a viernes, 12 a 19
Entrada: gratis
Fuente: Revista Ñ Clarín
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