El triángulo de terreno libre lo decretó Rivadavia en 1821. Lo desvelaba la inseguridad.
Si no me equivoco, en Buenos Aires, hay más de 20 esquinas sin
ochava que resisten la modernización rivadaviana. Aristas como la de los
Altos de Elorriaga, en Alsina y Defensa, o la de Chacabuco e Hipólito
Yrigoyen son símbolos de una batalla perdida contra el progreso hace
casi 200 años.
El 14 de diciembre de 1821, Bernardino Rivadavia
decretó que las construcciones porteñas debían ceder un triángulo de su
terreno para mejorar la visibilidad en los cruces de calles. Es decir,
tuvieron que construir una ochava que los españoles llamaban chaflán y
que para entonces era una moda bien europea. Y, como sabemos, el modelo
europeo estuvo en la cabeza de muchos de nuestros próceres de la
Independencia.
Justamente la esquina de “Independencia” y Salta no
tiene ochava, ni la de Salta y Estados Unidos. Las dos son de la Casa
de Ejercicios Espirituales desde 1795, cuando Bernardino tenía 15 años y
dejaba el secundario. Otra esquina, la de El Viejo Almacén, en
Independencia y Balcarce, tampoco está ochavada.
La verdad es que
Rivadavia, que en ese momento era ministro del gobernador Martín
Rodríguez, sabía que los chanfles podían evitar choques, pero lo que
realmente le preocupaba eran “los atracos frecuentes en las esquinas sin
ochavas, en las que el asaltante aparece de sorpresa”. Con el correr
del tiempo, Bernardino, que como todos sabemos llegó a Presidente, se
dedicaría a contraer grandes empréstitos públicos y a arreglar guerras
ganadas con el Brasil como si se hubieran perdido. Pero, al principio,
estaba dedicado a las pequeñas reformas urbanas mientras le escatimaba
fondos a San Martín, que estaba dedicado a liberar a la Argentina, Chile
y Perú.
¡Oh casualidad! en “San Martín” y Tucumán tampoco hay ochava, ni en Perú y Moreno. Ni en Moreno y Defensa.
Así
las cosas, mientras los porteños aprendían a decir chaflán, chanflán,
chanfle y por fin, ochava; San Martín, sin apoyo de Buenos Aires, dejó
el ejército en manos de Bolívar y la historia ya es conocida. Por otro
lado, en “Bolívar” y Venezuela también se olvidaron de hacer la ochava
rivadaviana. Y hasta le hicieron ¡oleee! a Rivadavia en la esquina de la
avenida que lleva su nombre y la calle Tacuarí.
Volviendo al
tema, es cierto que la ochava estaba de moda a principios del siglo XIX
pero había empezado mucho antes. Su momento liminar fue durante la
reforma de Roma que hizo el Papa Sixto V. Resulta que el Papa quería
facilitar el peregrinaje a las siete principales basílicas de Roma. Para
eso, cruzó la ciudad medieval con avenidas rectas y anchas que unieron
los puntos de interés ¿Qué tiene que ver esto con Bernardino y las
ochavas porteñas? Resulta que en un lugar en el que se cruzaban dos de
sus avenidas (hoy vía del Quirinale y vía Quattro Fontane), el Papa
mandó colocar cuatro fuentes y, para eso, tuvieron que inventar cuatro
ochavas. No quiero decir que Bernardino haya copiado a Sixto, ni que
Sixto inventó la ochava. Más bien, la idea romana de las grandes
avenidas que unen edificios monumentales alimentó el planeamiento de
ciudades y las ochavas fueron un recurso práctico que nadie dejó de
lado.
Lo más notable es que el interés óptico y la seguridad que
desvelaban a Bernardino fueron compartidos por su admirado Jeremy
Bentham. El pensador británico había inventado el panóptico, un sistema
de vigilancia con un solo observador oculto en el centro de una planta
circular que podía ver a todos los reclusos. El sistema alentaba que los
presos se portaran bien porque se sentían observados. El esquema de
Bentham se aplicó en cárceles, fábricas y escuelas de la época. Pero eso
era demasiado para Bernardino, que se dio por satisfecho con las
ochavas.
* Editor adjunto ARQ
Fuente: clarin.com
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