El edificio del Club Español, una obra de arte con raíces holandesas, francesas y argentinas.
Por Eduardo Parise
Si se tiene en cuenta quiénes participaron en su construcción y
decoración, se lo puede considerar como un edificio de nacionalidades
unidas que confluyeron allí para darle a Buenos Aires una obra de arte.
Veamos: lo diseñó un arquitecto holandés; tiene trabajos realizados por
españoles de distintas regiones; en uno de sus sectores trabajó una
artista francesa que fue la primera mujer admitida en la Academia de
Bellas Artes de París y, como no podía ser de otra manera, en su
pinacoteca hay una obra de uno de los argentinos más brillantes: Benito
Quinquela Martín.
El edificio fue inaugurado el 8 de mayo de 1911 y
ocupa dos lotes que, en un remate realizado en 1907, compró el Club
Español, invirtiendo $ 160.000. Está en Bernardo de Irigoyen 172 (la
calle se llamaba Buen Orden), tiene cuatro plantas y la consideran la
sede de la más antigua sociedad de emigrantes españoles que existe en el
mundo.
El Club Español fue pensado por el arquitecto Enrique
Folkers, nacido en Groningen (Holanda), en 1873. Folkers llegó a la
Argentina en 1907 y ese mismo año ganó la licitación internacional
convocada para hacer ese edificio, que, según los especialistas, puede
inscribirse en la categoría de Art Noveau, aunque el resultado final
tenga sumados rasgos del Modernismo catalán, con toques de corrientes
austriacas y alemanas. La construcción se hizo en apenas 28 meses y la
dirigió el ingeniero Ernesto Gramondo.
Describir todas las
riquezas estéticas de este palacio llevaría un espacio ilimitado. Por
eso la mención es para algunos detalles que se destacan. Por ejemplo,
los tres arcos de estilo mudéjar recubiertos con mosaicos venecianos. O
la espectacular escalera de honor de la entrada. Realizada con mármoles
traídos de Italia y España, muestra calados y tallas hechas a cincel. Un
párrafo aparte merece el actual Salón Alhambra que reproduce sectores
de la famosa construcción que está en Granada. En esa área se luce la
obra que hicieron el artista español Francisco Villar y su esposa, la
francesa Lèonie Mathis, aquella mujer pionera mencionada al principio. Y
en la nutrida pinacoteca del tercer piso, entre consagrados de
distintos orígenes, está “Elevadores”, una obra de ese genial artista
que empezó dibujando en la carbonería de su padre adoptivo en La Boca y
después el mundo conoció y reconoce como Benito Quinquela Martín.
Pero
el símbolo del Club Español está en el exterior. Es su impactante
cúpula, de un color entre dorado y cobrizo, donde se luce “Genio alado”,
una obra de Torcuato Tasso y Nadal, artista que nació en Barcelona en
1852 y murió en Buenos Aires en 1935.
Se recuerda que en una mano
sostenía un farol que se encendía en fechas especiales, como el 12 de
octubre. Suyas también son otras dos obras del edificio: “La Navegación”
y “La Recolección”. Las rejas originales de bronce que cubrían la parte
baja de la balaustrada fueron robadas hace diez años. Las reemplazaron
por unas de hierro, pintadas de dorado.
Con una biblioteca que
supera los 20.000 libros, este club del barrio de Monserrat, (declarado
en 2004 sitio de interés cultural de la Ciudad) también supo tener tres
ascensores hechos en hierro y madera y considerados obras artísticas por
su diseño y calidad. Fueron donados en mayo de 1910 por la Infanta
Isabel de Borbón cuando visitó el país en los festejos del Primer
Centenario de la Revolución de Mayo. Dos siguen funcionando allí. El
tercero se le regaló al Gobierno Nacional, fue instalado en la Casa
Rosada y lo usan los Presidentes. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com
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