La moda y el arte, una misma cosa. Cancela en su muestra. Trabajó con Saint Laurent y Kenzo./FERNANDO DE LA ORDEN |
Por Lulia Villaro
Delia Cancela dibuja mujeres. Las primeras que encontramos al
entrar en Galería Van Riel están solas: comparten con nosotros un
momento de su intimidad, de introspección doméstica. Puertas adentro de
casa, están detenidas, miran sin observar: su entorno de objetos
familiares nos permite entenderlas como nuestras contemporáneas. Más
adelante hay una segunda serie de dibujos. Damas antiguas, acaso abuelas
de las de los primeros cuadros, estas mujeres son noche, bosque; sus
cabelleras se confunden con el follaje de los árboles que las circundan;
parecen vivir el amor y el desamor de una forma diferente: las
primeras reflexionan; las segundas se desangran. Las mujeres de Cancela
atraviesan todo el espectro de emociones: las hay tranquilas,
taciturnas, nostálgicas e incluso amenazantes. En el medio de esta
exploración emocional, la artista –que además de ser un referente del
pop argentino y de la psicodelia del Instituto Di Tella en los ‘60,
tiene tanto en el campo de la plástica como en el de la moda una
trayectoria internacional– se permitió enamorarse: estas obras son
también confesión de su amor por el color, por la pintura y por un
artista tan íntimo y psicodélico como ella, a su manera: Pierre Bonnard
(1867-1947). Esto es la muestra “Te odio, te amo-Te amo, te odio (y cómo
llego a amarte a pesar de todo)”, que está presentando la artista –Las obras son por momentos apacibles pero también inquietantes… ¿Por qué esta tensión?
–Cuando
dijiste apacible me acordé inmediatamente –riéndome porque yo no dejo
de tener humor a pesar de todo, ahí está la risa, la vuelta de tuerca–
de una película francesa que se llama La vie est un long fleuve tranquille (La vida es un largo río tranquilo). Justamente la película no es un fleuve tranquile
y la vida es eso, lo que me lleva a esto es la vida… Yo amo la calma
pero no soy una persona calma, amo la armonía pero no soy una persona
armónica… Todos vivimos un poco así y eso es lo que me lleva. En esta
muestra hay dos series. Trabajé todos estos años sobre la mujer y la
condición femenina; en la primera serie tomé las mujeres en el siglo XIX
, son como ilustraciones de mujeres que están o sufrientes o
majestuosas pero nunca están como tienen que estar. Trabajé hasta el año
pasado así y estaba muy embalada. Y en el medio me pasó algo: entré en
una historia como de amor hacia el dibujo, la pintura, el arte y
hacia (Pierre) Bonnard. Este amor a Bonnard empezó como este amor que
tengo hacia la pintura. Entré en su mundo y me di cuenta de que era mi
mundo también. El mundo de Bonnard es como un mundo de tiempo detenido.
Su pintura está detenida. Yo también soy así. En los dibujos de la
segunda serie están integrados todos los Bonnard en los que yo me
inspiré, pero en I-pads, en computadoras, porque eso es el mundo de
ahora… él los hubiese puesto también… –¿Qué le devuelve su experiencia en el diseño de modas y el contacto con la tela a la hora de concebir estas imágenes?
–Uno
no tiene por qué encerrarse en una categoría y a mí la moda me
emociona. Cuando trabajé haciendo ropa lo hice como artista. Lo que hago
es trabajar con la imagen, no con la ropa. La creación de una colección
es trabajar con la imagen total. Lo mismo que hacés con la pintura. Yo
trabajo sobre telas, dibujo sobre telas en vez de papel. Lo que sí, en
estos últimos trabajos no me interesó nada qué llevaban puestos mis
modelos. Mis modelos fueron la gente que me rodeaba: así como Bonnard
trabajaba con su mujer, yo trabajé con mis asistentes, con mis gatos y
mis objetos. Quise ver cómo podía trasmitir en el dibujo mi amor hacia
el color y la pintura. Creo que lo logré bastante bien, estoy contenta.
–Usted
ha sido parte, en los años ‘60, de las experiencias del Instituto Di
Tella, ¿qué persiste en sus obras y en sus búsquedas actuales de esos
años?
–Hay un manifiesto que se llama “Nosotros amamos”
que escribimos para uno de los premios Di Tella, ahí hablamos de lo que
nosotros amábamos en ese momento y ahí está todo: hablamos del pelo, del
color, de las camisas con flores, con rayas, de la moda, de Alicia en
el país de las maravillas, y al final dice: “amamos los boy boys, los girl boys, las girl girls…”
y es todo un juego de palabras donde decimos de alguna manera que
estamos abiertos. Eso es lo que yo guardo. Para mí han sido muy
importantes los años londinenses. Muy importantes. Los años de acá
fueron el kindergarden , como un comienzo, yo era muy joven, muy
tímida. Hay obras muy interesantes de acá, la instalación que hicimos
con Pablo (Mesejean) Love and Life a mí me parece fantástica,
estas cosas (señala una obra ubicada a sus espaldas, en la cual el
dibujo cobra cuerpo y se continúa en la pared como un objeto) vienen de
las pinturas que hacíamos, que salían del cuadro… Las cosas siguen, yo
no creo que uno cambie, se va transformando pero no deviene otra
persona. Todo lo que entra en “la computadora” está ahí, podés
limpiarla, hacer todo lo que quieras, pero queda, ¿no? Te marca...
Walter Benjamín decía “vivir es dejar rastros”. Y dejás y también te
quedan…
Fuente: clarin.com
Fuente: clarin.com
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