Se exponen trabajos fundamentales de la artista, que confirma su vigencia creativa.
Por Julián López
Un prodigioso cambio meteorológico; eso es lo que pudieron
sentir quienes asistieron a la inauguración de la exposición de Josefina
Robirosa, el jueves pasado, en el Centro Cultural Recoleta.
Y no
fue para menos, entrar a la sala Cronopios del centro cultural ubicado
en Junín 1930, en una tarde en que la lluvia agrisaba la ciudad, era
toparse con una bandada de enormes pájaros multicolores que situaban la
exposición no solamente sobre las paredes del recinto. Con un notable
diseño de montaje a cargo de Gustavo Vázquez Ocampo, la muestra, que
expone 39 cuadros, cuatro pinturas sobre esferas de resina de poliéster
de 75 centímetros de diámetro, hace del aire su espacio fundamental: 57
pájaros penden de los cielos del recinto y generan una verdadera
sorpresa para el visitante.
La presencia de personalidades de la
plástica y de la cultura, como los artistas Luis Felipe Noé, Inés
González Fraga, Pablo Siquier y Sara Facio, Magdalena Ruiz Guiñazú y
Norma Morandini, Boy Olmi, Moris, entre otros, daba cuenta de la
importancia del evento.
Es que la trayectoria de Josefina Robirosa define y sintetiza
más de seis décadas de arte en la Argentina. Sus inicios, durante los
50, ya la mostraban como una personalidad definida en un momento de
verdadera expansión creativa y social para el país. Por eso, sorprende
que a pesar de ser una protagonista prominente de un movimiento como el
que generó el Instituto Di Tella, verdadera cuna de la vanguardia en la
década de 1960, la artista nunca se enrolara en colectivos que
enmarcaran su producción o la obligaran a una obediencia estilística
determinada.
La naturalidad con que su producción se adueña del
espacio de la sala Cronopios y la enorme osadía de esa invasión
tridimensional provocan una expectación acechante: detenerse a ver sus
cuadros más clásicos, o la pintura sobre dos láminas de metal de cuatro
por dos metros, por caso, implica dar la espalda a esa furiosa bandada
colorida que hace trama en el vacío.
Tal vez, lo más destacable de
la muestra, que podrá visitarse con entrada gratuita hasta el domingo
14 de octubre, sea que no está pensada simplemente como la retrospectiva
de una de las artistas fundamentales de la plástica argentina
contemporánea, porque, si bien hay mucha obra con historia, veintiséis
de las pinturas corresponden a su conocida serie titulada “Bosques”, en
la que Robirosa, de incansables 80 años, sorprende con una imponente
producción del año 2012, cinco décadas después de aquella primera
muestra individual.
De lo reciente, se destacan estos “artefactos
esféricos de poliéster” —tal como los mencionan en la gacetilla
incluida en el bello catálogo de la muestra— y los casi sesenta pájaros
tridimensionales que agitan el aire de la sala y muestran a Josefina
Robirosa como una tradición, sí, pero también como una notable
innovadora.
Fuente: clarin.com
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