Tuvo una infancia dura, vino a la Argentina por
error, y aprendió a pintar pasados los 40. Hasta el 31 de agosto exhiben
sus trabajos en al Fundación Standard Bank.
Por
Miguel Petrecca
Lo Yuao es dueño una obra y una historia extraordinarias. Ambas
eran desconocidas y continuarían así de no ser por el impulso de Camilo
Sánchez y Gustavo Ng, dos antiguos alumnos suyos, que hoy son sus
albaceas. En buena medida gracias a estos discípulos se exhiben, en la
Fundación Standard Bank, la muestra La frugalidad con los trabajos de Lo Yuao.
Nació
en Hong Kong en 1933, se embarcó hacia la Argentina en 1954, junto con
otros 80 chinos que tenían el objetivo de instalar una fábrica textil
en San Nicolás. Para la mayoría de esos inmigrantes –que escapaban del
comunismo o la pobreza– Argentina era un destino de tránsito, una parada
antes de llegar a Canadá o Estados Unidos. Entre los pocos que se
quedaron en San Nicolás estaba Lo Yuao. Irónicamente, su viaje fue un
malentendido, porque cuando le hablaron de un barco que iba al Sur de
América, pensó que se dirigía al sur de América del Norte.
Su
derrotero había empezado antes: cuando su padre murió en los meses
previos a su nacimiento y su madre decidió dejarlo al cuidado de su
abuela. Se crió con ella y con su tío, en la pobreza extrema. La
situación se agravó en 1941, cuando los japoneses ocuparon Hong Kong. A
los 7, Lo Yuao quedó huérfano. Estuvo en la calle hasta que se refugió
en el Ejército de Salvación, donde se formó como técnico textil.
Entonces se subió al barco que lo trajo a la Argentina.
Después de
trabajar varios años en la fábrica, Lo Yuao puso una casa de fotografía
en San Nicolás. Mientras, tomaba clases de piano y aprendía a cantar
folklore. Lo Yuao había encontrado una suerte de paraíso. Le propuso
casamiento a una tía de Gustavo, Raquel, quien lo rechazó. Tal vez por
despecho, en los 70 se mudó a Buenos Aires. Fue encargado del bufet de
la Asociación Argentina de Ajedrez, mozo, fotógrafo de sociales y de
peritos caligráficos. Vivía en un minúsculo departamento cerca de
Tribunales y murió en 2007.
Su formación artística se forjó entre
finales de los 70 y principios de los 80, cuando comenzó a estudiar
pintura en la Asociación Estímulo de Bellas Artes. Los cuadros de esa
primera etapa son óleos cargados, que se inscriben dentro de una
estética impresionista, por momentos expresionista.
A mediados de
los 80, conoció a un maestro chino, que estaba de paso por Argentina.
Con él aprendió la técnica tradicional y empezó a utilizar tinta china y
a pintar paisajes y motivos típicos. Pintaba sin parar, y como el
dinero no alcanzaba para comprar el papel de arroz, comenzó a usar
rollos de cocina, servilletas y otros soportes semejantes. Esta decisión
fue fundamental y es una de las claves de la originalidad de su obra.
El encuentro entre esa materialidad frágil y descartable, la delicadeza
del trazo y los motivos atemporales, supone una mezcla sorprendente y
conmovedora. Sus pinturas empiezan a incorporar, también, elementos del
paisaje local (ranchos, vegetación, gauchos) produciendo una síntesis
casi imperceptible y un extrañamiento sutil. Exhiben, también, una
suerte de humor angustiado.
Gustavo conoció a Lo Yuao de chico,
porque su padre era uno de los 80 chinos que llegaron a la Argentina en
aquel barco en 1954. A principios de 2000, con Camilo, empezaron a ir su
casa a tomar clases de caligrafía. Lo visitaban regularmente. “Lo Yuao
se manejaba en un no hacer permanente, en el wu wei de los
taoístas, excepto cuando pintaba” cuentan. Era silencioso, austero,
generoso y agradecido. Decía: “Soy tan chiquito que la muerte para mí no
va a ser un salto, sino apenas como un pasito.” Cuando murió, su cuerpo
fue cremado y sus cenizas enviadas, de acuerdo con sus deseos, a Hong
Kong. Las 30 obras que se exhiben no tienen desperdicio.
FICHA
Muestra: “La Frugalidad”
Organiza: Revista Dangdai.
Curaduría: Agustina Punte y Victoria Tolomei.
Dónde: Fundación Standard Bank, Riobamba 1276.
Cuándo: Hasta el 31 de agosto.
Entrada: Gratis.
Fuente: Revista Ñ Clarín
No hay comentarios:
Publicar un comentario