Un maestro de la copia que engañó aun a los expertos.
Luego, en 1998, dice Perenyi, dos agentes del FBI se presentaron en su casa preguntando por un par de pinturas vendidas en Christie’s y Sotheby’s, presuntos trabajos del artista marítimo James E. Buttersworth que en realidad eran meticulosas creaciones suyas.
El FBI siguió vigilándolo durante los años siguientes. Si bien nunca se lo acusó, la
vigilancia lo impulsó a lo que califica de "nuevo modelo de negocios": la venta abierta de sus óleos falsificados como reproducciones de los grandes maestros. Ahora los compran quienes quieren la apariencia del arte culto pero sin el precio que ello implica.
Me di cuenta de que la vida que conocía y amaba había terminado", dijo Perenyi, que
tiene sesenta y tres años, haciendo referencia a su carrera de estafador. Una falsificación de Perenyi obtuvo más de 700.000 dólares.
Ahora éste vende un trabajo casi idéntico por apenas 5.000 dólares.
Son el equivalente en el mundo del arte de una circonia cúbica de tres quilates que puede hacerse pasar por un diamante Tiffany.
¿La gente que los compra los hace pasar por auténticos? "Los primeros años
en que traté de vender mis pinturas de forma legítima, no podría decir a
dónde fueron ni qué hizo la gente con ellas", dijo Perenyi.
Si bien muchos venden reproducciones de obras de arte, pocos pueden igualar la habilidad de Perenyi y su pintoresco pasado.
Sus
falsificaciones, señala, financiaron un estilo de vida extravagante que
comprendió viajes por Europa, restaurantes exclusivos, ropa de Versace y
una "completa libertad". Brinda detalles de sus placeres en un libro de
memorias de próxima publicación, "Caveat Emptor: The Secret Life of an
American Art Forger". Se la publicita como una confesión, pero Perenyi
está tranquilo porque sabe que ya ha expirado el tiempo para que se lo
pueda procesar por las falsificaciones.
Perenyi estima que
centenares de sus falsificaciones siguen en circulación. En ocasiones
vislumbra alguna ("Es como encontrarse con un viejo amigo") en un
catálogo de subasta o en una revista. "Extraño la emoción adictiva de
engañar a los expertos", afirmó.
Sotheby’s se negó a hacer
declaraciones. Un vocero de Christie’s señaló que los nombres de los
consignatarios son confidenciales, pero mencionó que un trabajo que
Perenyi dice que es suyo, una pintura de dos picaflores atribuida a
Heade que se vendió en 1993, está en el catálogo razonado del artista,
el compendio definitivo de su obra.
El autor del catálogo,
Theodore E. Stebbins Jr., un curador de arte estadounidense de los
Museos de Arte de Harvard, dijo que si el relato de Perenyi es
convincente reexaminará el trabajo.
John Myatt, un falsificador
británico que pasó cuatro meses en la cárcel en 1999, también vende
"falsificaciones genuinas" a una cadena de galerías propiedad de una
editorial británica.
Artistas como Myatt y Perenyi pueden obtener
precios relativamente altos por las falsificaciones. Perenyi vende sus
reproducciones con marcos y telas minuciosamente envejecidos desde 2.500
dólares en el caso de un pequeño picaflor que firma con el nombre de
Heade- hasta 30.000 dólares por un gran paisaje romano de Giovanni
Panini.
En la Trinity Gallery de St. Petersburg, Florida, donde
se vende el trabajo de Perenyi, el propietario, Allan Abrams, dice que
sus clientes suelen ser "alguna pareja profesional mayor que toda la
vida quiso tener una pintura de determinado artista y que jamás podrá
acceder a más que ésto".
Abrams exige que todos los compradores
firmen un recibo en el que declaran que son conscientes de que están
adquiriendo una reproducción.
Perenyi dijo que desarrolló su
técnica artística solo y que aprendió las técnicas de envejecimiento
cuando trabajó para un restaurador y fabricante de marcos a los
veintitantos años. A través de una rigurosa investigación y mediante
prueba y error, aprendió a simular los elocuentes indicios de la edad.
Uno de sus mejores trabajos, dice, fue una pasionaria al estilo de Heade
que en 1994 Sotheby’s vendió como un descubrimiento a 717.500 dólares.
Junto
a uno de sus John F. Herrings, destacó el brillo del pelaje del caballo
y el nítido detalle del rostro del jinete. "No quiero ser jactancioso",
dijo, "pero estoy seguro de que el propio Herrings se sentiría
orgulloso de poner su firma al pie de esta pintura".
Fuente: clarin.com
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