Pintado por Pablo Picasso a pedido de la República Española, relata el bombardeo alemán, en apoyo de Franco durante la Guerra Civil Española, sobre un pueblo del norte de España. Hoy se lo considera uno de los íconos universales del dolor y el sinsentido de la guerra.
“¿Usted hizo ésto?”, le preguntó, ante una fotografía del Guernica, un oficial alemán a Picasso, en la París ocupada de 1940. “No, fueron ustedes”, le contestó el pintor ícono del arte español del siglo XX.
Es que el cuadro “relata” el bombardeo de la Legión Cóndor
alemana sobre el pequeño pueblo vasco que le da el nombre, durante la
Guerra Civil Española, el 26 de abril de 1937. Poco después, el 12 de
julio de ese año, hace 75, Pablo Picasso mostró la obra, en la apertura
de la Exposición Internacional que se hacía en París. Y el Guernica
se transformó en uno de los símbolos de la guerra. Hoy es objeto de
disputa: lo tiene, y lo quiere conservar, el Museo Reina Sofía. Lo
quiere el otro gran museo público madrileño, el Museo del Prado. Y lo
reclaman los nacionalistas vascos.
Picasso lo pintó en 1937, a
pedido de la República española, que quería mostrarlo en París para
atraer la atención y el favor del público hacia la causa republicana. El
pintor dio el sí –era tan republicano como la mayor parte de sus
colegas– y lo pintó en 33 días en su atelier parisino.
La
recepción de la obra no fue muy entusiasta en París: pasaron años hasta
que esas figuras recortadas golpearan en las mentes y en los corazones.
El Guernica viajó para ayudar a juntar fondos para los
republicanos españoles. Y más tarde, con España ya dominada por Franco,
estuvo exiliado: Picasso decidió dejarlo en el Museo de Arte Moderno
(MOMA) de Nueva York, hasta que volviera la democracia.
Tardó.
Las décadas que se pasó en Manhattan, se las pasó con un cartel que
decía: “Bajo préstamo del pueblo de España”. El cuadro volvió a España
en 1981. Y siguió viajando, aunque ya no en avión sino en flete. En los
primeros años se mostró en el Casón del Buen Retiro, dependiente del
Museo del Prado. Luego, con el nacimiento del Museo Reina Sofía, que
tiene una colección de arte del siglo XX y contemporáneo, fue trasladado
allí.
A Miguel Zugaza, el director del Prado, le gustaría tener algún día el Guernica
, a pesar de que su colección llega hasta el Siglo XIX. Se apoya en
declaraciones del pintor, que alguna vez manifestó su deseo de que su
obra se midiera allí con las obras de grandes maestros como Velázquez o
Goya.
Los nacionalistas vascos también lo quieren. Aducen que la
tragedia ocurrió en su territorio y que tienen un lindo museo para
cuidarlo, el espectacular Guggenheim de Bilbao. Y el pueblo que sufrió
el bombardeo, Guernica, también cree tener argumentos para erigirse en
residencia del cuadro: después de todo, la obra narra el peor episodio
de su historia y más de uno habrá perdido entonces algún bisabuelo.
Para
el 70° aniversario del bombardeo, en 2006, el gobierno regional lo
pidió en préstamo, pero el Ministerio de Cultura se negó, alegando el
delicado estado del cuadro, deteriorado por los viajes que hizo por el
mundo cuando lo custodiaba el MOMA: cada vez que era trasladado había
que enrollarlo porque su tamaño no permitía otra cosa, lo que le
ocasionó daños varios. En 1998, un estudio determinó que la tela
presentaba numerosas rasgaduras y rayones y que trasladarla podría
ocasionarle daños irreparables.
“No nos rendimos. Seguiremos batallando para que el Guernica
esté donde corresponde, aprovechando que tenemos una de las
instituciones más importantes de arte contemporáneo del Estado como es
el Guggenheim”, dijo hace poco el diputado del Partido Nacionalista
Vasco (PNV) Aitor Esteban.
Fuerte, enorme –7,76 por 3,49 metros– y
símbolo del dolor de la guerra sin discusión, atrae a un millón de
visitantes por año al Reina Sofía, donde se exhibe desde 1992 como joya
de la colección. Pero llega a los 75 como eje de una disputa.
Fuente:Revista Ñ Clarín
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