Por Patricia Kolesnicov
Si uno tuviera la infancia que tuvo Christian Boltanski tendría
que dedicarse a algo que tuviera que ver con la memoria. Si uno hubiera
sido concebido en el desván donde el padre se ocultaba de los nazis
después de haber fingido una pelea con la madre y “abandonado” la casa
de un portazo, para volver a esconderse. Si hubiese dejado la escuela de
chico; si no hubiera salido solo hasta los 18 años; si el padre médico
hubiese decidido que para protegerse, en un mundo limpio, era mejor no
bañarse; si uno hubiese crecido en un paisaje de sobrevivientes del
Holocausto, casi analfabeto y pintando como un obseso, es decir, si uno
fuera Christian Boltanski, tendría que meterse a artista contemporáneo y
hacer obra de la propia vida. Eso es lo que él hizo.
Boltanski
estuvo esta semana en Buenos Aires, por iniciativa de la Universidad de
Tres de Febrero y de la curadora Diana Wechsler. A la vez, acaba de
salir Christian Boltanski. La vida posible de un artista, un libro de conversaciones con Catherine Grenier. Y allí cuenta: En
casa había una visión de la vida como demasiado peligrosa, tan
peligrosa que había que estar siempre atento a todo. Teníamos una casa
muy grande y todos dormíamos en el mismo cuarto, nuestros padres en una
cama y nosotros en el piso. Dormí en el piso hasta los dieciocho o
diecinueve años, en una bolsa de dormir. El separarse era considerado
peligroso.
Y cuenta que iban de vacaciones en auto, lejos, a Moscú por ejemplo, pero que “a mi madre le angustiaban los hoteles”, entonces seguían durmiendo juntos pero en el auto, “ muchos días, sin bañarnos, con la ropa sucia, olíamos mal” .
Y
que, como él sólo pintaba y los amigos artistas decían que pintaba mal,
la madre abrió una galería de arte, para que aprendiera a ganarse la
vida. Ahí empezó a ver arte contemporáneo. Aprendió. Tiró los pinceles:
lo suyo serían las instalaciones, cierta forma de intervenir en la vida.
Consiguió los contactos de una galería de arte contemporáneo y mandó a
toda la lista cartas con un cartoncito adentro que decía “Enfermedad”.
Después fabricó, con plastilina, los objetos de su pasado. Quería
“refabricar” el pasado.
Le fue bien, muy bien, y hoy es un artista celebrado, mimado, que da entrevistas en la coqueta confitería del Palacio Duhau.
¿Sus
respuestas a Grenier, en el libro, son ficción? Yo pienso que son
verdad, sin embargo para un artista está la vida y la vida como obra,
como para un santo.
¿Qué quiere decir? Sólo se dice lo que es
lindo, lo que es funcional para dar un mensaje. Por ejemplo, mi primer
recuerdo, un niño que espera en una aduana, habla de un migrante, lo que
nos lleva a pensar en la espera, en la soledad. Pero si mi memoria no
falla, dije la verdad.
¿Sentia que su familia era rara? ¿Qué
significa rara? No bañarse, que un chico decida no ir a la escuela,
dormir todos juntos por decisión, no salir solos...
No me sentía
raro. A veces mis padres me daban un poquito de vergüenza, como a todos
los chicos. Pero gracias a ellos no estoy en un psiquiátrico encerrado.
¿Por
qué? Como yo no quería ir a la escuela, si me hubieran forzado, me
hubiera ido de todos modos, me hubieran mandado a un psiquiatra y poco a
poco hubiera terminado en un psiquiátrico.
¿Y aprendió a leer
después? ¡Yo sé leer! Todavía tengo muchas faltas de ortografía... Pero
tengo una gran cultura autodidacta, escucho muchísimo la radio, radio
France Culture...
Su abuelo se fue de Rusia para integrarse a
Francia. Su padre se hizo católico. Pero lo judío ronda todo el tiempo.
¿Son judíos o no? Es confuso. Si me preguntan, digo que soy judío, pero
nunca entré a una sinagoga, tomé la primera comunión y no soy creyente.
¿Y
por qué es judío? Porque conozco la historia. Le cuento un cuento
jasídico: Hay un hombre que conoce un lugar en el bosque donde prende
una fogata y allí habla con Dios. Sus descendientes conocen el lugar en
el bosque, saben prender la fogata, pero se olvidaron de hablar con Dios
o como hacerlo, pero funciona de todos modos. Otro discípulo conoce el
lugar solamente, ha olvidado el resto. Mucho tiempo después, otro no
sabe ni donde está el lugar en el bosque, ni hablar con Dios; pero
conoce la historia y eso basta para estar en contacto con Dios. Yo
conozco la historia.
¿Porqué es tan central el holocausto en la obra? No es para nada central.
¿Por
qué aparece? Está mi nacimiento y sus circunstancias. A los 3, 4 años
escuché muchas historias sobre la Shoah, porque todos los amigos de mis
padres eran sobrevivientes. Yo conocí el escondite de mi padre, eso
estaba muy presente en mi vida. Para mí, lo catastrófico en la Shoah es
el rechazo de la identidad del otro, el no reconocimiento de su
humanidad.
¿Y de qué se trata su obra? Si se centra en algo, es en
la desaparición. Y en el hecho de que toda mi obra es un fracaso.
Porque yo intento conservar y nada se puede conservar. Yo tengo grabados
45 mil latidos de corazón y no por eso esos 45 mil seres siguen
viviendo, no. Los seres humanos, cuyos latidos yo grabé, están muertos.
Queda la obra.
Hay
algo incomprensible en la desaparición tan rápida de los seres humanos.
Ahora un hombre, desde Tasmania, filma lo que pasa en mi taller día y
noche. Y va a seguir hasta mi muerte. Quiere verme morir en directo.
Pero no me va a tener a mí por eso.
¿Qué es lo que vale la pena
recordar? Siempre dije que trabajaba sobre la pequeña memoria. Lo que
nos constituye es el hecho de saber dónde se puede comer bien en Buenos
Aires por ejemplo. Todas esas cosas mueren con nosotros. Y a partir de
los 50, uno puede hacer un museo de su vida, porque se saben tantas
cosas, tantas pequeñas cosas. Todas estas pequeñas cosas son las que yo
intento preservar.
"BRINDAR EMOCIONES A LA MAYOR CANTIDAD DE GENTE"
Por Mercedes Pérez Bergliaffa
Es una star del arte, Christian Boltanski. Uno de esos muy
conocidos artistas europeos exitosos. Pero hay un par de cosas que lo
distinguen del resto: su humildad, su inmenso gusto por la reflexión; su
interés por las personas.Y el tipo de obra que hace: centrada en lo
humano, en la vida, en la muerte. Miremos sus trabajos: densos, oscuros,
grises, con fotos de personas fallecidas… Si bien Boltanski había
empezado por los 70´, haciendo un tipo de fotografía de “mal gusto”, el
gran salto lo pegó con sus trabajos de principios de los 80. Realizadas
con objetos usados, sobre todo fotografías viejas –Boltanski ama las
ferias y los mercados de pulgas– estas obras son de una escala grande,
gigante, y apuntan a activar la memoria. Para eso el artista utiliza dos
formatos: el archivo y el monumento.
En pareja desde hace más
de treinta años con otra gran artista europea –Annete Messager–, ahora
Boltanski se encuentra, insólitamente, en Argentina.
¿Por qué se
encuentra en Buenos Aires, Boltanski? ¿Es verdad que se debe a que va a
hacer una exposición el año que viene aquí? Bueno, ése es un proyecto,
hacer una exhibición en un museo universitario (el MUNTREF). La verdad
es que hoy estuve mirando por Buenos Aires lugares que me puedan
inspirar, como el Hotel de los Inmigrantes y sus archivos; y también
estuve en Tecnópolis. Pero no puedo decir ahora qué va a nacer de todo
esto, y si va a nacer algo. Sí voy a conocer, mientras siga aquí, otras
personas, otros lugares donde quizás pueda encontrar algo.
No comprendo bien qué cosa específica, cómo artista contemporáneo, le interesó de Tecnópolis.
Había
muchísima gente joven que usualmente no va a ver exposiciones, y que
estaba ahí. Me interesa saber si puedo, de algún modo, tocar a ese
público.
Entonces usted también es un estratega.
Yo solamente reflexiono sobre cómo poder brindar emociones al mayor número de personas posibles.
¿Ese
debería ser el fin del arte? A menudo el arte es hacer preguntas y
también brindar emociones. El arte es algo muy importante.
¿Por
qué? Porque creo que influye sobre la existencia. Es como la filosofía.
Aunque también creo que actualmente el arte se encuentra un poco
perdido, debido a las cuestiones del dinero: es una relación que siempre
existió, pero ahora se habla prácticamente sólo de eso. Creo que sería
bueno pensar cómo luchar contra eso.
Debo decirle que la imagen que tenemos acá de ustede es completamente diferente.
¿Usted pensaba que yo era alguien muy triste..? No. Por sus obras, pensaba que era, más bien, torturado.
Bueno, no. Soy un hombre muy feliz. Y cuanto más envejezco, más feliz estoy.
¿Pero
por qué eso no se ve en sus obras, la felicidad…? Bueno, creo que si
soy feliz, es porque hablo en mis obras de las cosas tristes. Ser
artista es como hacer terapia, hacer psicoanálisis. Y ahora estoy
mejorando.
Fuente; clarin.com
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