ALICIA, DESDE EL OTRO LADO DEL ESPEJO


Una exposición en el museo británico Tate devela cómo artistas de renombre, como Dalí y Magritte, se apropiaron del clásico de Lewis Carroll y lo llevarón más allá.


Sueños, tiempo y surrealismo se conectan en una muestra maravillosa.
Una muestra en la galería Tate Liverpool revela el otro lado del espejo de Alicia, el personaje creado por el escritor y matemático Lewis Carroll, a través de lienzos, fotografías y películas inspiradas a lo largo de un siglo y medio en el país de las maravillas.
La exposición, que se mantendrá hasta el 29 de enero, parte del manuscrito original que Carroll escribió e ilustró para regalárselo a la niña Alice Liddell en 1864, y avanza a través de obras de autores como el belga René Magritte, el alemán Max Ernst y el español Salvador Dalí.
En el caso del pintor surrealista de Figueres, la muestra reunió los dibujos que esbozó en 1964 para el filme de Walt Disney Destino, una película de animación con reminiscencias al mundo onírico de Alicia que se completó en 2003.
Lewis Carroll fue el seudónimo que utilizó Charles Lutwidge Dodgson (1832-1898), un diácono anglicano aficionado a la lógica y la fotografía que pasó a la historia de la literatura por su obra Alicia en el país de las maravillas y su secuela, Alicia a través del espejo.
Ambas fueron adoptadas tanto por niños y adolescentes que aprecian en ellas un universo mágico, como por matemáticos y artistas visuales que las utilizan a modo de herramientas para explorar ideas sobre la percepción, el lenguaje y la realidad.
Es el caso de los pintores y poetas surrealistas, que en la década de 1930 vieron el reflejo de sus propias obras en el mundo de Carroll, un universo con las leyes de la lógica alteradas en el que los sucesos extraordinarios e inesperados son lo más habitual.
También vieron en el escritor británico a un aliado los artistas psicodélicos de los años 60, que sintieron como los manjares y brebajes que alteraban la realidad de Alicia no podían ser otra cosa que el LSD que inspiraba algunas de sus obras.
Trabajos de la artista y filósofa analítica norteamericana Adrian Piper -Alicia en la madriguera (1966)- y de la creadora japonesa Yayoi Kusama -Happening de Alicia en el país de las maravillas (1968)- ilustran ese periodo.

La extravagante manera en la que transcurre el tiempo en el mundo de Carroll es otro de los temas en el que más artistas se sumergieron.
El tiempo alterado es uno de los lugares comunes de El país de las maravillas, desde la obsesión del personaje del Conejo Blanco por comprobar su reloj a todas horas, hasta en la inusual concepción del paso de los días y las estaciones que expresa la Reina Roja.
"Aquí, casi siempre acumulamos los días y las noches. Muchas veces, en invierno, pasamos hasta cinco noches al mismo tiempo, así luego aprovechamos más el calor", dice la Reina a Alicia en un momento de la novela.
Artistas como el norteamericano Joseph Kosuth recogen esas alteraciones de la lógica en la obra de Carrol en trabajos como Reloj (Uno y cinco) (1965), en el que un reloj real cuelga al lado de otro falso, dibujado en un lienzo y casi indistinguible del primero.
El alemán Torsten Lauschmann expresa también la ilusión de un tiempo falso en una instalación multimedia en la que varias manos humanas modifican a su antojo las cifras de un reloj digital.
El mundo onírico de Alicia provoca en cada artista reacciones distintas, a veces opuestas.
Es el caso de las fotografías bucólicas que inspiró la obra de Carroll a la norteamericana Anna Gaskell -serie Maravilla (1966)-, que contrastan con los lienzos grises y con un ambiente de pesadilla que sugirió a la alemana Kiki Smith -Piscina de lágrimas 2 (2000)-.
La faceta cinematográfica de Alicia en el país de las maravillas está presente asimismo en la muestra en la Tate Liverpool, desde una película de ocho minutos filmada en 1903, hasta el más conocido filme que en 1951 popularizó Walt Disney.

Fuente: infobae.com

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