ESTUDIO. LA HABITACION DEL EDIFICIO DEL GRAN SPLENDID DONDE GRABABA GARDEL
Por Eduardo Parise
Al lugar se llega por una escalera corta que tiene una pequeña pero sólida baranda de hierro. Es una especie de altillo de 5 metros de ancho por 25 de largo. De un lado, unos ventanales rematan la parte superior de la habitación y la llenan de luz. Del otro, hay una simple pared con dos puertitas en cada extremo que llevan a la vieja “parrilla” de luces sobre el escenario de lo que fue el cine-teatro. El piso es de pinotea y se mantiene intacto. A los ojos, el lugar está vacío. Pero si uno lo mira mejor se da cuenta que todavía Carlos Gardel sigue en ese lugar poniéndole la magia de su voz a alguna de las cientos de grabaciones que hizo allí y que, por suerte, aún lo sobreviven. La habitación está en la parte superior de lo que fue el Grand Splendid, un ícono de la cultura y el espectáculo porteño. Hoy, ese edificio de la avenida Santa Fe 1860, inaugurado en mayo de 1919, aún se luce como la mayor librería de Sudamérica y una de las mejores del mundo. Pero el objetivo de hoy es aquel recinto donde grababa Gardel, lamentablemente sin acceso para el público. En 1917 el dúo que Gardel integraba con José Razzano empezó a grabar sus temas en un pequeño galpón que se usaba como depósito de las películas del sello Pathé, cerca de lo que hoy es el cruce de Perón y Callao. El dueño de aquel local era Mordechai David Glücksmann (1875-1946), un inmigrante austríaco que había llegado a Buenos Aires con apenas 15 años y para entonces se había convertido en representante de aquel sello. Glücksmann, a quien todos conocían como Max, era un empresario que sabía mirar el futuro con mucha claridad. Así que al ver que esa incipiente industria discográfica y el mundo del espectáculo tenían mucho campo en el país, se lanzó a construir aquel edificio de la avenida Santa Fe, una zona a la que denominaban “el Saint Germain porteño”, en alusión a aquel barrio de la bohemia parisina. Y después de aquellas primeras cincuenta grabaciones realizadas en 1917, dos años más tarde estaba inaugurando ese majestuoso edificio diseñado por los arquitectos Peró y Torres Armengol y construido por los arquitectos Pizoney y Falcope. En el lugar todavía se luce una espectacular cúpula que pintó el maestro italiano Nazareno Orlandi. Detrás de esa cúpula está la sala, ahora vacía, en la que Gardel empezó a grabar en 1920. Lo hacía para el sello Nacional Odeón (hoy EMI) que Glücksmann tenía instalado allí. Y tanto era el entusiasmo del empresario con el cantor que hasta llegó a rebajarle el derecho de elaboración que por cada faz del disco pagaban los intérpretes. En lugar de 15 centavos, Gardel pagaría 10. Aquello permitía bajar el precio de venta al público y, por supuesto, vender más discos. Cuenta la leyenda que en ese lugar, el propio Glucksmann le enseñó a Gardel la forma de darle más potencia a su voz en las grabaciones. Le explicó que poniéndose detrás de una silla y tomándose con sus manos del respaldo, expandiría su caja torácica. Tal vez sea sólo una leyenda. Lo cierto es que esas grabaciones son verdaderas joyas de la música popular. También cuentan otros que, cuando apretaba el sol, aquella habitación era bastante calurosa. Y que algunos vieron al Morocho grabar algunos temas vistiendo sólo calzoncillo y camiseta, algo casi inimaginable para un artista como Gardel que hacía de la elegancia un culto. Esos mismos son lo que recuerdan que una tarde de 1924, allí Gardel debía ensayar para una transmisión de Radio Splendid, que también se hacía desde ese edificio. Y que hasta allí llegó una mujer (la historia le adjudica nacionalidad francesa y el nombre Ivonne) que estaba obsesionada con el cantor y vivía persiguiéndolo. Entonces, para escapar del asedio, el hombre decidió esconderse en un pequeño montacargas ubicado debajo del escenario. La mujer después fue desalojada del lugar pero Gardel no pudo ensayar. Igual, la transmisión radial se hizo a la noche sin problemas, para lucimiento del artista. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com
Nota:
Mordechai David 'Max' Glücksmann fue también el camarógrafo de "Amalia", el primer largometraje argentino, sobre la novela homónima de José Mármol, que fue estrenado en el Teatro Colón de Buenos Aires, en 1914. La puesta en escena, el guión, la adaptación y la dirección fueron del dramaturgo Enrique García Velloso.
En la película participan integrantes de la sociedad porteña de entonces en calidad de actores y los espectadores también fueron representantes de la burguesía local, quienes se integran al espectáculo como a un juego.
Vea "AMALIA, DE ENRIQUE GARCÍA VELLOSO, EL PRIMER LARGOMETRAJE ARGENTINO", asiento hecho en este blog con fecha 16 de agosto de 2010.
http://puesta-en-valor.blogspot.com.ar/2015/02/amalia-de-enrique-garcia-velloso-el.html
http://puesta-en-valor.blogspot.com.ar/2015/02/amalia-de-enrique-garcia-velloso-el.html
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