Las lindas estructuras de hierro y vidrio del Mercado de San Telmo, casi seguramente de origen inglés, donde hoy en día se puede encontrar de todo: baratijas, cosas nuevas, viejas y antiguas surtidas, amén de carnes, pescados, pollos, chivitos, corderos, lácteos, frutas y verduras, etc., etc.. Y también ropa nueva y usada, un par de medias flamantes, bijouterie o un ramo de flores plásticas con chocantes colores fluorescentes y olor a perfume rancio.
Tentadoras frutas, verduras, hortalizas, exquisitos orejones, derivados y "accesorios" llegados desde lejanos lugares del interior del país y también desde otros remotos, exóticos y paradisíacos del planeta.
De vaca, de oveja, de cabra, de búfala... la lista de precios de una quesería con gran variedad de tipos, formas y valores de quesos, con nombres que delatan, a pesar de alguna involuntaria falta de ortografía, un mayoritario origen francés e italiano.
Toda la seductora voluptuosidad y el atractivo colorido de las frutas, propias y ajenas. De cerca y de lejos. Y también concentrados, salsas y derivados envasados. Todo ahí nomás, entrando por los ojos y al alcance de la mano.
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