Textos fundamentales e imágenes a su altura ofrece el Museo Sívori en una exposición ejemplar
Personaje con sombrero y barba alta, Walt Whitman por Antonio Berni.
Personaje con sombrero y barba alta, Walt Whitman por Antonio Berni.
En el principio fue el Verbo y sólo el Verbo. El Antiguo Testamento detalla también el caos lingüístico en la Torre de Babel y el don de lenguas que ardió con la zarza. Pero el Verbo resistió, mutó, se transformó y metamorfoseó antes, durante y después del relato bíblico. Aquel que confirman todos los textos erigidos por el hombre para dar respuesta a las preguntas esenciales, esas inquisiciones que permanecen sin respuesta última, tal vez por siempre jamás.
Pero el Verbo admite ser oral, transmitido y recreado por generaciones innumerables, trazado sobre arcilla dúctil o papiro, fijado en miniados en preciosa labor conventual hasta que Gutenberg dio el salto copernicano que puso la palabra al alcance de todos. Otros avatares -siempre sacros- proveyeron los vitrales al analfabeto o, en lacerías geométricas y alicatados, hablaron de la grandeza de Alá.
Al socaire se escribieron libros prodigiosos, en plétora de ciencia, ingenio y poesía. Y otros lectores, prodigiosos también, leyeron y compusieron en líneas y color su lectura, paralela, afín o divergente, siempre viva. A esta especie llamamos ilustradores, sumaria definición de cantos paralelos.
A ellos rinde tributo la muestra Grandes autores-Grandes ilustradores , organizada por el Museo del Dibujo y la Ilustración y acogida por el Museo Eduardo Sívori, en un necesario preámbulo a la designación de Buenos Aires como Capital del Libro 2011 otorgada por la Unesco. El registro ofrecido recorre la mayor gama de significantes, todos entrañables. Lectura Dantis por Carlos Alonso, celebración de Berni a Walt Whitman, los Evangelios según Víctor Rebuffo y Víctor Dehlez, Eleodoro y Alonso tras Martín Fierro , Juan Batlle Planas en titeo con Alberto Girri, prodigios de Alejandro Sirio sobre la prosa castiza de Enrique Larreta... y tantos más textos fundacionales y lectores-ilustradores de enjundia y prosapia.
Humor y compromiso
Pero también recoge la muestra la incisiva lectura que los periodistas gráficos hicieron del contexto político y social desde El Mosquito y Caras y Caretas . Allí se fundó la raíz de Los Artistas del Pueblo, ligados al compromiso político sin abdicar de la exigencia estética que a diario rendían sobre papel de estraza. Ese linaje proletario y aristocrático fue fogoneado en sus principios por el movimiento anarquista y el gremio de obreros gráficos, baluarte imborrable en plena época cibernética.
Memoriosos, ya extintos, recordaban que en los almacenes de ramos generales alternaban las demandas de insumos prácticos (harina, maíz, arroz, azúcar, aceite) con la encarecida demanda de ejemplares de Martín Fierro , almanaques de Molina Campos y tangos de Juan Maglio, alias "Pacho". Este panteón dice de las afinidades entrañables que no necesitan de legitimaciones conceptuales.
El panorama que oferta el Sívori no se agota con las maravillas expuestas. Habrá ocasión de otras entregas. Hay una sección que alborotará nostalgias y pena por la riqueza de intertextos perdidos. Alguna vez, en quioscos de diarios y revistas, el canillita ponía en manos y al alcance del bolsillo magro las ediciones de Eudeba y CEAL. Carlos Alonso se ocupaba del Comandante Prado, del gaucho Martín Fierro (releído por Cachete González, injustamente relegado). Están presentes los íconos de infancia de la colección Robin Hood, cuyas tapas amarillas creó Pablo Pereyra, el "Indio". Al interior alternaban los prodigios gráficos de Harold Foster ( El príncipe valiente ), el despertar sentimental de Mujercitas , las angustias victorianas, las epopeyas de Salgari.
Muestras como la del Museo Sívori no se prestan a detalles comineros. Hay que dar espacio íntimo a textos y lecturas que nos hablan de nosotros mismos, y en la que nos reconocemos y recordamos con sorpresa. Otros soportes brindan otras posibilidades. Sea en hora buena pero nada sustituirá el texto y las imágenes que precedieron al sueño y al sueño enriquecieron.
Por Elba Pérez
Para LA NACION
Ficha. Grandes autores - Grandes ilustradores , en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori (Av. Infanta Isabel 555), hasta el 20 de febrero
Pero el Verbo admite ser oral, transmitido y recreado por generaciones innumerables, trazado sobre arcilla dúctil o papiro, fijado en miniados en preciosa labor conventual hasta que Gutenberg dio el salto copernicano que puso la palabra al alcance de todos. Otros avatares -siempre sacros- proveyeron los vitrales al analfabeto o, en lacerías geométricas y alicatados, hablaron de la grandeza de Alá.
Al socaire se escribieron libros prodigiosos, en plétora de ciencia, ingenio y poesía. Y otros lectores, prodigiosos también, leyeron y compusieron en líneas y color su lectura, paralela, afín o divergente, siempre viva. A esta especie llamamos ilustradores, sumaria definición de cantos paralelos.
A ellos rinde tributo la muestra Grandes autores-Grandes ilustradores , organizada por el Museo del Dibujo y la Ilustración y acogida por el Museo Eduardo Sívori, en un necesario preámbulo a la designación de Buenos Aires como Capital del Libro 2011 otorgada por la Unesco. El registro ofrecido recorre la mayor gama de significantes, todos entrañables. Lectura Dantis por Carlos Alonso, celebración de Berni a Walt Whitman, los Evangelios según Víctor Rebuffo y Víctor Dehlez, Eleodoro y Alonso tras Martín Fierro , Juan Batlle Planas en titeo con Alberto Girri, prodigios de Alejandro Sirio sobre la prosa castiza de Enrique Larreta... y tantos más textos fundacionales y lectores-ilustradores de enjundia y prosapia.
Humor y compromiso
Pero también recoge la muestra la incisiva lectura que los periodistas gráficos hicieron del contexto político y social desde El Mosquito y Caras y Caretas . Allí se fundó la raíz de Los Artistas del Pueblo, ligados al compromiso político sin abdicar de la exigencia estética que a diario rendían sobre papel de estraza. Ese linaje proletario y aristocrático fue fogoneado en sus principios por el movimiento anarquista y el gremio de obreros gráficos, baluarte imborrable en plena época cibernética.
Memoriosos, ya extintos, recordaban que en los almacenes de ramos generales alternaban las demandas de insumos prácticos (harina, maíz, arroz, azúcar, aceite) con la encarecida demanda de ejemplares de Martín Fierro , almanaques de Molina Campos y tangos de Juan Maglio, alias "Pacho". Este panteón dice de las afinidades entrañables que no necesitan de legitimaciones conceptuales.
El panorama que oferta el Sívori no se agota con las maravillas expuestas. Habrá ocasión de otras entregas. Hay una sección que alborotará nostalgias y pena por la riqueza de intertextos perdidos. Alguna vez, en quioscos de diarios y revistas, el canillita ponía en manos y al alcance del bolsillo magro las ediciones de Eudeba y CEAL. Carlos Alonso se ocupaba del Comandante Prado, del gaucho Martín Fierro (releído por Cachete González, injustamente relegado). Están presentes los íconos de infancia de la colección Robin Hood, cuyas tapas amarillas creó Pablo Pereyra, el "Indio". Al interior alternaban los prodigios gráficos de Harold Foster ( El príncipe valiente ), el despertar sentimental de Mujercitas , las angustias victorianas, las epopeyas de Salgari.
Muestras como la del Museo Sívori no se prestan a detalles comineros. Hay que dar espacio íntimo a textos y lecturas que nos hablan de nosotros mismos, y en la que nos reconocemos y recordamos con sorpresa. Otros soportes brindan otras posibilidades. Sea en hora buena pero nada sustituirá el texto y las imágenes que precedieron al sueño y al sueño enriquecieron.
Por Elba Pérez
Para LA NACION
Ficha. Grandes autores - Grandes ilustradores , en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori (Av. Infanta Isabel 555), hasta el 20 de febrero
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