LOS MISTERIOS DE LA CONFITERÍA EL MOLINO
QUE DESVELAN A LOS ESPECIALISTAS

Los trabajos de restauración de la tradicional confitería comenzarían el año que viene, y hay dos incógnitas centrales para los cuales se pedirá ayuda al público.
La información se recolectará a través de un blog.
EL MOLINO. La confitería conservará el nombre que porta desde 1917.
   EL MOLINO. La confitería conservará el nombre que porta desde 1917.


La seguidilla de desencuentros judiciales y empresariales que marcaron la historia de la confitería El Molino tras su cierre en 1997 está cada vez más cerca de finalizar. Si bien todavía faltan completar algunos detalles de la venta de la propiedad al Poder Ejecutivo, que luego la cedería al Congreso para que se haga cargo de los trabajos de restauración del edificio, se estima que en 2016 se podría comenzar con las obras.

El proyecto de intervención que encarará el PRIE (Plan Rector de Intervenciones Edilicias) de la Cámara de Diputados buscará restaurar la confitería tal como se la conoció en su momento de esplendor. Esto significa encarar una intensa labor de relevamiento de manera tal de conocer cómo eran los espacios y los detalles del edificio de la manera más fiel posible. Además de inspeccionar el archivo histórico y el inmueble en sí mismo, los responsables de la obra también quieren incorporar las vivencias del público para ayudar a reconstruir algunos de los aspectos más complejos y misteriosos de la confitería ubicada en la esquina de las avenidas Rivadavia y Callao.
"La idea es que la restauración de El Molino sea una obra colectiva, un esfuerzo de todos", explica Sergio Kiernan, editor del blog Proyecto Molino. El sitio nació con la idea de mantener al público informado sobre el avance de las obras, como así también de recolectar información que pueda aportar al proceso de restauración, un punto sobre el cual Kiernan hace énfasis. "La confitería fue parte de la vida de infinidad de personas, que festejaron bodas y cumpleaños ahí. En ese sentido, queremos convocar a todo el que tenga fotos del lugar, como así también tazas de café o latas de pan dulce, cualquier objeto, para que se acerque y nos ayude con esta labor", detalla. Desde el apecto de los baños y los colores de las paredes hasta los ornamentos de los ascensores, hay numerosos aspectos sobre los cuales trabajar, sin embargo, hay dos misterios fundamentales que se espera puedan resolverse a través de esta iniciativa.
   CONFITERÍA EL MOLINO. Las tejas cerámicas y las famosas piezas ornamentales doradas. Tras un siglo, apenas faltan algunas.
   F
otos de Sergio Kiernan/Proyecto Molino.

La Confiería El Molino fue diseñada por el arquitecto italiano Francisco Gianotti, y se inauguró oficialmente en 1917. Sin embargo, entre los archivos de la confitería hay un documento que indica que el dueño Gaetano Brenna quería ser parte de los festejos por el Centenario de la Independencia Argentina, el 9 de Julio del año anterior. La escala del evento, sumado a su excepcional ubicación, frente al Congreso de la Nación, convirtieron al edificio en uno de los protagonistas del día.

Dentro de las notas referidas a ese día, se menciona la existencia de 13 esculturas, que representaba a la cantidad de provincias de la época, y que fueron colocadas sobre el frente. "Más allá de la referencia que hay en ese documento, no han quedado rastros de esas estatuas en ninguna parte: no se sabe de qué material eran, qué imágenes tenían, nada", se lamenta Kiernan. Hay material fílmico de ese día que ha sobrevivido hasta hoy, y ahí se observa el reflejo de algo que no se llega a distinguir, y que coincide con una serie de nichos que se encontraron entre el 2° y el 4° nivel, de los que tampoco se sabe nada. "No hay que confundir estas esculturas con el símbolo de prosperidad de la ceres romana que está ubicado sobre la ochava, y que se puso después", aclara.


    CONFITERÍA EL MOLINO. Los vitrales se perdieron y sólo quedan algunos vidrios de protección. Entre los cementos carcomidos se
    pueden ver, intactas, las mayólicas doradas del ornamentoFoto Sergio Kiernan/Proyecto Molino.

La segunda cuestión tiene que ver con los vitrales de la cúpula. El cerramiento de metal que la sostenía ha sobrevivido, como así también algunos de los vidrios de protección que resguardaban. Sin embargo, no hay foto o video que muestra cómo eran los colores y el dibujo. "En las fotos diurnas se ve el reflejo de los vidrios que protegían la cúpula, mientras que en las nocturnas está todo quemado", explica Kiernan.

Hay que agregar que los nombres de quienes puedan aportar datos sobre cualquiera de estos temas serán inscriptos en el Museo de El Molino, una de las adiciones contempladas en el proyecto de restauración, al igual que un centro cultural. Quienes puedan aportar datos, el mail del blog es restauraciondelmolino@gmail.com.

El museo será tanto de la confitería como del edificio. En ese sentido, serán parte de él los departamentos que se encuentran en los últimos niveles, que pueden aportar datos acerca de cómo se vivia durante esa época, unos de los proyectos a los que aspira Kiernan. "Poder reconstruir uno exactamente cómo era sería una cosa increíble, y un gran atractivo para el museo", comenta.

El lugar que ocupa la confitería en la memoria colectiva es innegable, un dato reafirmado por el interés que despierta este proceso de restauración. En 2014 se estrenó el documental Las Aspas del Molino, que reconstruye la historia de la confitería y cuenta con los testimonios de Esteban Ierardo, Rodolfo Livingston, Paula Acunzo, Luis Grossman y Samuel Cabanchik entre otros. Emblema de Buenos Aires, El Molino está cada vez más cerca de revivir.



   EL MOLINO. El grado de deterioro, agravado por 17 años de abandono.
    EL MOLINO. La emblemática esquina porteña recuperará su espelendor a partir de la expropiación.
   CONFITERÍA EL MOLINO. Estado actual de la torre que corona la esquina
   Foto Sergio Kiernan/Proyecto Molino.



Fuente:ARQ. Clarín

GARCÍA URIBURU:
UN HOMENAJE AL MAGO QUE TIÑÓ LAS AGUAS DE VERDE


El artista plástico recibió el Premio Ñ a la Trayectoria Cultural. La ecología, en el centro de sus trabajos.

Momento de alegría. Nicolás García Uriburu con Matilde Sánchez, editora general de Revista Ñ. / Marcelo Carroll
   Momento de alegría. Nicolás García Uriburu con Matilde Sánchez, editora general de Revista Ñ. / Marcelo Carroll


Julieta Roffo

“Muchas gracias a todos, no me esperaba esto. Estoy realmente muy agradecido”, dijo Nicolás García Uriburu ayer en el auditorio del Buenos Aires Design, ante el aplauso de más de quinientas personas, entre ellos el de su hija, Azul. Fue al recibir el Premio Ñ a la Trayectoria Cultural, que en años anteriores distinguió a Griselda Gambaro, Abelardo Castillo, Sara Facio y Clorindo Testa, y que ayer fue para este protagonista del arte plástico argentino.
En un video que se proyectó en la sala, celebraron la decisión desde Eduardo Costantini, fundador del Malba, hasta Juan Carr, director de Red Solidaria, pasando por el humorista gráfico Nik y el periodista Jorge Lanata, que se declaró “fan” de su trabajo. “El mago mayor”, lo definió sobre el escenario Matilde Sánchez, editora general de Revista Ñ, que cuando lo invitó al escenario lo llamó “Nicolás I”. 
El pimer gran acto de magia de este artista de 77 años fue en 1968, con el Mayo Francés recién detonado: durante la Bienal de Venecia, tiñó de verde brillante tres kilómetros del Gran Canal para repudiar el alto grado de contaminación. Lo arrestaron y recién lo liberaron cuando se demostró que la sustancia con que había coloreado el canal era inocua: ya se había ganado a la ciudadanía veneciana y su nombre sonaba fuerte en el mundo artístico. No fue la única tintura verde –el color que eligió para su mameluco tantas veces–: en 2010, mientras oficialmente se festejaba el Bicentenario, García Uriburu coloreó el Riachuelo para alertar por el trágico estado medioambiental de esa cuenca.
En el medio, sus acciones artísticas recorrieron el mundo entero. Pintor de paisajes, de mapas en los que el Sur queda al Norte, de enormes ombúes y larguísimos jardines en clave pop, en 1970 unió cuatro ciudades con su tintura verde: el East River de Nueva York, el Sena de París, el Río de la Plata y, otra vez, el Gran Canal. En 1974 coloreó los puertos de Amberes, en Bélgica, y de Niza, en Francia. En 1981, junto al también artista Joseph Beuys, tiñó el Rhin, en ese momento el río más contaminado de Europa. La misma dupla plantó más tarde siete mil robles en Alemania. Para celebrar el regreso de la democracia, en 1983 Garcìa Uriburu tiñó las aguas del Monumento de los Españoles y de la fuente de la Plaza de los Dos Congresos.
La ecología y el uso abusivo de los recursos naturales desvelaron largamente a este artista, que realizó varias de sus acciones junto a Greenpeace.
Para García Uriburu, el arte es, entre otras muchas cosas, un medio destinado a ampliar conciencias y a corregir realidades. Nada menos que por eso fue celebrado ayer.

Fuente: clarin.com

DESCIFRARON EL GENOMA DE UNA MOMIA INCA
ENCONTRADA EN EL ACONCAGUA

La momia está en Córdoba

Investigadores de la Universidad de Santiago de Compostela consiguieron descifrar parte del genoma de la momia de un niño inca de 7 años que hace unos 500 años fue sacrificado en un ritual, informó la revista Scientific Reports.

La momia del Aconcagua. El niño inca encontrado en 1985 a casi 5.200 metros de altura. (Los Andes)


EL PIONERO DE LA MODERNIDAD CRIOLLA

Tres dimensiones.

Alejo Martínez encabezó el movimiento de la Arquitectura Moderna, que perseguía el objetivo de una sociedad mejor.

San Telmo. Una casa taller que Martínez hizo en 1937 para los artistas Forner y Bigatti.
San Telmo. Una casa taller que Martínez hizo en 1937 para los artistas Forner y Bigatti.

Berto González Montaner*

En un rincón de la Plaza Dorrego, en Bethlem 443 (San Telmo), hay una casa blanca, de líneas puras y de grandes ventanales. Es la casa taller de los artistas plásticos Raquel Forner y Alfredo Bigatti. Sin duda, esta casa que por su arquitectura responde al llamado Movimiento Moderno, contrasta dignamente con sus vecinas. Lo llamativo es que es tan vieja como ellas, ya que su autor, el arquitecto Alejo Martínez la construyó en el año 1937. Para ponerla en dimensión y caer en cuenta de su vanguardismo hay que recordar que por esa misma fecha se estaba construyendo la inconclusa facultad neogótica de Ingeniería sobre la Av. Las Heras y Alejandro Bustillo estaba empezando el neoclásico Banco de la Nación sobre la Plaza de Mayo. Lo complejo de esta casa taller es que tenía que responder a las necesidades de trabajo y de vivienda de esta pareja formada por una pintora y un escultor. Martínez lo resolvió proyectando dos talleres superpuestos conectados por una doble altura que se manifiesta en el gran ventanal vertical que se ve desde la calle.
Pero esta no fue la primera casa rupturista que hizo Martínez. Para esa fecha, ya había hecho casi una decena de casas en Concordia, provincia de Entre Ríos, y algunas otras en Buenos Aires. Hay que destacar que la primera, la Casa Péndola Díaz en Concordia, es el primer proyecto de Arquitectura Moderna que se construyó en el país. Es por esta razón que semanas atrás, el Concejo Deliberante de esa ciudad organizó una movida que culminó en una ordenanza que la declara Ciudad Vanguardista del Modernismo.
Alejo Martínez nació en Montevideo, Uruguay. Estudió en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, donde por aquella época se enseñaba arquitectura. Se recibió en 1922 a los 23 años y como era costumbre se fue a Europa en viaje de estudio. Fueron sus compañeros de aventura nada más y nada menos que Alberto Prebisch, quien años más tarde hiciera el Obelisco y el Cine-teatro Gran Rex; Ernesto Vautier, autor del paisajismo de lo que queda de la Avenida General Paz y, junto a Luis Olezza, del Palacio de los Gansos, en Las Heras y Ugarteche.
Lo cierto es que cuando volvió a la Argentina, sus primeras oportunidades laborales las tuvo en Concordia, contratado por profesionales, políticos y otros importantes miembros de la vida social. No se sabe mucho de él. Sí, que tuvo una participación muy activa en la facultad donde fue presidente del Centro de Estudiantes y en la Sociedad Central de Arquitectos y en su revista, entidad que ya en ese entonces agrupaba a los profesionales. Su primera casa, la casa Péndola Díaz en Concordia, la concluyó en 1925. Luego le siguieron otras, la mayoría concentradas en un entorno de no más de 10 cuadras.
En esas viviendas, Martínez reemplaza el típico modelo de la casa chorizo con patios por el de casas compactas. Y a través de volúmenes desfasados, quiebres y terrazas, logra que todos los ambientes tengan contacto con el exterior, reduciendo perímetro de el costoso muro exterior. Carlos Giménez y Angel Navarro asocian los postulados de Alejo Martínez al manifiesto "Ornamento y delito" del austríaco Adolf Loos. Y en el libro "Alejo Martínez, la experiencia moderna en la Argentina" describen esta manera de hacer arquitectura de la siguiente manera: "los exteriores están tratados con un lenguaje sumamente abstracto, con muy pocos detalles de ornamentación aplicada, enfatizando así el valor plástico de los planos y de los volúmenes netos...".
La segunda etapa de su obra ya la realiza en Buenos Aires entre los años 1932 y 1939, consolidando sus ideas racionalistas en otras casas, edificios en altura para alquiler como el de Rivadavia 5805 (1932), una serie de estudios para viviendas económicas y donde sobresale la mencionada casa-taller en Plaza Dorrego. En lo que podría definirse como su tercera etapa, por años cuarenta, se sumó a la tendencia de hacer una arquitectura de proyección más localista y vernácula, más afín al gusto de la nueva clase media ascendente. Como señalan Giménez y Navarro, "esta clase media mostró preferencias por las formas figurativas del pintoresquismo en oposición a los rígidos modelos académicos tanto como a las formas abstractas e incomprensibles que le proponía la arquitectura de vanguardia".
La gran amenaza que siempre tuvo esta Arquitectura Moderna es ser considerada como un estilo más. Y de hecho muchos la usaron como tal. La vieron solo como una cuestión cosmética. Muros blancos, volúmenes y líneas puras, formas apaisadas, cero decoración... Postulados que además presentaban el beneficio de hacer que las obras fueran más fáciles y rápidas de construir y más económicas. Pero en realidad los objetivos de esta arquitectura eran otros: sus mentores tenían la ilusión y luchaban por construir con esta arquitectura una sociedad mejor. Pero para muchos no es una cuestión del pasado. Como dijo el arquitecto Alvaro Arrese en una entrevista reciente en ARQ, el Movimiento Moderno sigue más vivo que nunca y aún hoy nos seguimos nutriendo de él. Por eso, aunque llegue tarde, bien merecido el reconocimiento a Alejo Martínez, el pionero de la Arquitectura Moderna rioplatense.

* Editor general ARQ

SORPRESA EN EL MAR EGEO.
HALLAN RESTOS DE 22 BARCOS DE LA ANTIGUA GRECIA

Arqueología submarina. Tienen hasta 2.500 años de antigüedad

En plena tarea. Los investigadores, de Grecia y Estados Unidos.
En plena tarea. Los investigadores, de Grecia y Estados Unidos.


Apenas trece días le bastaron al capitán George Koutsouflakis para batir un récord y transformar un desconocido archipiélago en la nueva meca de los buscadores de tesoros hundidos. Los restos de 22 barcos, algunos de ellos con más de 2.500 años de antigüedad, fueron descubiertos entre las islas de Fourni, en el mar Egeo.
A fines de septiembre, una expedición arqueológica integrada por investigadores de Estados Unidos y Grecia pudo confirmar la existencia de los restos de al menos 22 naufragios ocurridos entre el año 700 a.c. y el siglo XVI. Los barcos estaban hundidos en un radio de 44 kilómetros en las agua del Egeo, el mismo mar en el que solo a lo largo de este año ya murieron 454 inmigrantes que intentaban huir a Grecia.
“Preveíamos una temporada exitosa, pero nadie estaba preparado para esto. Los pecios –restos de barcos hundidos– se encontraban, literalmente, por todas partes”, señaló George Koutsouflakis, a cargo de la expedición que realizaron en forma conjunta el Eforato de Antigüedades Subacuáticas de Grecia y la Fundación Náutica RPM. Según el comunicado oficial, la región podría ser considerada como “la capital mundial de barcos naufragados antiguos”.

Tesoro. Lo hallado es de los años 700-480 a.C. y del siglo XVI.
Tesoro. Lo hallado es de los años 700-480 a.C. y del siglo XVI.


Es la primera expedición arqueología subacuática en el archipiélago ubicado entre las islas de Icaria y de Samos, junto a la costa oeste de Turquía. De acuerdo a los investigadores, los pecios pertenecen a la Epoca Arcaica (700-480 a.C.) y finales de la Edad Media (siglo XVI). Entre los hallazgos se encuentran objetos que nunca habían sido encontrados en otros barcos hundidos. Para los investigadores, estos restos –ánforas del mar Negro y de la antigua Roma, otras con forma de zanahoria y tarros de terracota para almacenar salsa de pescado– resultarán de gran importancia para estudiar las rutas de comercio durante la antigüedad.
“El volumen de barcos hundidos en Fourni, una isla sin grandes ciudades ni puertos, habla sobre su importancia en la navegación y los peligros que entrañaba el Egeo oriental”, explicó Peter Campbell, codirector del proyecto, de la Universidad de Southampton.
El equipo tiene planeado volver el año próximo ya que hasta ahora sólo se exploró menos del cinco por ciento de las costas de las islas Fourni.
Según Koutsouflakis, en una temporada habitual de buceo, no suelen encontrar más de unos 5 barcos. Esta vez, fueron 22 y en tan solo trece días. De esta manera, el equipo logró batir un récord y sacar del primer puesto al estudio que en 2008 pudo encontrar 10 naufragios en diez días en torno a la isla de Chios, también en el mar Egeo.




LO QUE NAPOLEÓN VIO DENTRO DE LA GRAN PIRÁMIDE
Y LE DEJÓ ATERRORIZADO

Napoleón, junto a la esfinge.
© Diario ABC Napoleón, junto a la esfinge.

La pirámide de Keops, que es la única construcción que perdura de las siete maravillas del mundo antiguo, sigue revelando nuevos secretos en sus imponentes 146 metros de altura. Un escaneado de la construcción de bloques de pieza caliza indicó hace unos días que podría haber pasadizos ocultos todavía sin descubrir, como evidencia el hecho de que se hayan registrado anomalías de temperatura de hasta seis grados. Un análisis científico que confirma lo que Napoleón Bonaparte intuyó en su propia piel tras pasar siete horas en el tétrico monumento: el misterio impregna cada uno de sus rincones.
Con el objetivo de liberar Egipto de las manos turcas, el prometedor general Bonaparte, victorioso en Italia, desembarcó en el país del Nilo durante el verano de 1798 con más de treinta mil soldados franceses poniéndose por objetivo avanzar en dirección a Siria. No en vano, el joven Napoleón perseguía algo más que objetivos militares y llevó consigo a un grupo de investigadores de distintas disciplinas (matemáticos, físicos, químicos, biólogos, ingenieros, arqueólogos, geógrafos, historiadores...), más de un centenar, para que estudiaran al detalle aquel país de las pirámides maravillosas y los dioses milenarios. Entre ellos figuraban los matemáticos Gaspard Monge, fundador de la Escuela Politécnica; el físico Étienne-Louis Malus; y el químico Claude Louis Berthollet, inventor de la lejía. Es decir, algunos de los científicos más brillantes de su generación acudieron a la llamada del general, de 28 años, sin conocer siquiera el destino del viaje hasta que navegaron más allá de Malta: «No puedo decirles adónde vamos, pero sí que es un lugar para conquistar gloria y saber»

Europa redescubre Egipto

Fue en aquella expedición, entre lo militar y lo científico, cuando Europa redescubrió las maravillas del antiguo Egipto y encontró la llave para entenderlas. Mientras un soldado cavaba una trinchera en torno a la fortaleza medieval de Rachid (un enclave portuario egipcio en el mar Mediterráneo), halló por casualidad la conocida como la piedra Rosetta, la cual sirvió para descifrar al fin los ininteligibles jeroglíficos egipcios. Se trataba de una sentencia del rey Ptolomeo, fechada en 196 a. C, escrita en tres versiones: jeroglífico, demótico y griego. A partir del texto griego fue posible encontrar las equivalencias en los jeroglíficos y establecer un código para leer los textos antiguos.
No obstante, el viaje también sirvió a Napoleón a modo de búsqueda espiritual en una tierra que había perturbado la imaginación de grandes personajes de la historia. Como muchos de sus contemporáneos, el Gran Corso se sentía atraído por el exotismo oriental y había leído una obra muy popular por entonces, «El Viaje a Egipto y Siria de Constantin Volney», publicada en 1794 sobre los misterios de las civilizaciones de la zona.
En medio de las operaciones militares, Napoleón se dirigió a Tierra Santa con el propósito de confrontarse con el ejército turco y, de paso, a descansar por una noche en Nazaret. Y así lo hizo el 14 de abril de 1799, sin que hayan trascendido más detalles de esta particular parada turística. Ese mismo año, en agosto, Napoleón regresó a El Cairo haciendo noche supuestamente en el interior de la Pirámide de Keops. Su séquito habitual y un religioso musulmán le acompañaron hasta la Cámara del Rey, la habitación noble, que en aquella época era de difícil acceso, con pasadizos que no llegaban al metro y medio, y sin ningún tipo de iluminación más allá de las insuficientes antorchas.
Concretamente, la Cámara del Rey es una sala rectangular de unos 10 metros de largo y 5 metros de ancho conformado por losas de granito, paredes y techo lisos, sin decoración, y únicamente contiene un sarcófago vacío de granito, sin inscripciones, depositado allí durante la construcción de la pirámide, puesto que es más ancho que los pasadizos. El general corso pasó siete horas rodeado solo de murciélagos, ratas y escorpiones en la pirámide. Justo al amanecer, brotó de la laberíntica estructura, pálido y asustado. A las preguntas de inquietud de sus hombres de confianza sobre lo qué había ocurrido allí dentro, Napoleón respondió con un enigmático: «Aunque os lo contara no me ibais a creer».
De la pirámide, a la conquista política de París
Resulta imposible saber qué es lo que vio o sintió exactamente Napoleón en esas siete horas, o incluso si el episodio llegó a tener lugar, aunque parece probable que en todo caso el corso creyera sufrir alguna clase de experiencia mística inducida por la soledad, la oscuridad, las temperaturas extremas y los ruidos comúnes que distorsiona el eco. Lo que está claro es que –como han dado cuenta distintas obras de ficción, véase la novela de «El Ocho» (1988) de Katherine Neville o más recientemente Javier Sierra en «El Secreto Egipcio de Napoleón» (2002)– la noche de Napoleón dentro de la Gran Pirámide pareció cambiar su carácter para siempre. Pese a regresar derrotado militarmente a Francia, el corso despegó políticamente en los siguientes meses. En noviembre de ese año organizó el golpe de Estado del 18 de brumario que acabó con el Directorio, última forma de gobierno de la Revolución francesa, e inició el Consulado con Napoleón Bonaparte como líder.
Lo que si tiene una respuesta más accesible es por qué razón quiso pernoctar en el monumento. Según explica el periodista Peter Tompkins en su clásico «Secretos de la Gran Pirámide», «Bonaparte quiso quedarse solo en la Cámara del Rey, como hiciera Alejandro Magno, según se decía, antes que él». Obsesionado durante toda su carrera con otros personajes históricos claves, Napoleón trató de emular las huellas del conquistador Alejandro Magno y del general romano Julio César, que supuestamente habían pasado también una noche en la cámara buscándose así mismos. El conquistador griego, del que se cuenta una infinidad de leyendas de su contacto con otros mitos de la Antigüedad, fundó Alejandría en el año 331 a.C. y consultó el oráculo egipcio, donde recibió al parecer su confirmación como hijo de Zeus-Amón y como conquistador del mundo. Ese mismo año, en Menfis, Alejandro Magno recibió las insignias y títulos de los faraones y realizó sacrificios a las divinidades egipcias.
Sale a la luz el "mayor secreto" de la pirámide de Keops en Egipto, por Infobae


Fuente: infobae

EL GAUCHO, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD


El gaucho, arquetipo de nuestra nacionalidad, en la foto de Francisco Ayerza
El gaucho, arquetipo de nuestra nacionalidad, en la foto de Francisco Ayerza.

Las sociedades tradicionalistas de la Argentina, Uruguay y Brasil impulsan que la figura del gaucho sea considerada Patrimonio de la Humanidad. Tal decisión fue adoptada en una reunión realizada en julio último por la Confederación Internacional de la Tradición Gaucha.
El propósito es encomiable. Sobre todo en tiempos en que cualquier advenedizo procura, sin mucho debate y a veces sin ningún obstáculo, dar vuelta a un país y ponerlo en cero, que es como decir dejarlo sin pasado y sin la historia, que es conciencia de los verdaderos caminos recorridos. La figura del gaucho fue definitoria del paisaje vernáculo de nuestras naciones. Se la puede rastrear hasta comienzos del siglo XVI, lo que no es poco en países en definitiva jóvenes, que comenzaron a gestarse cuando los europeos se encontraron en estas tierras con quienes habían llegado antes no por galeones, sino por embarcaciones seguramente más modestas, procedentes de vaya a saberse qué aguas, o por el cruce del estrecho de Bering.
Cultivar la historia es indagar sobre el presente. Es un modo agradecido de rescatar la acción de quienes nos precedieron. Tener viva en el recuerdo la figura del gaucho es revalorizar lo que la tierra ofrenda a estos tres países del Cono Sur. Está bien que así sea, porque en alguno de los tres, y no hace falta precisar que en el nuestro, el desdén de un retardatario y falso progresismo urbano pretende desde hace años aislar al campo y a sus gentes de los afectos ciudadanos.
A su manera, hay gauchos todavía. Cómo no habría de haberlos si no hay ganadería posible sin ellos y sin la caballada que montan con esmerado arte peones y patrones para el manejo del rodeo, para el uso del lazo y para la doma. Difícil encontrarlos, claro, si se los buscara con el atuendo de Don Segundo, que describía Ricardo Güiraldes: "La blusa corta se levantaba un poco sobre el cabo del güero, del cual pendía el rebenque tosco y ennegrecido por el uso. El chiripá era largo, talar, y un simple pañuelo negro se anudaba en torno a su cuello, con las puntas divididas sobre el hombro...".
No hace falta, sin embargo, andar mucho por la provincia de Buenos Aires para toparse con algún paisano. Ese gaucho en quien se recreaban todos los gauchos todavía asistía, a comienzos de los sesenta, a las fiestas por el Día de la Tradición, que se conmemora hoy, y que se celebraban en La Porteña de Güiraldes, en San Antonio de Areco. Ese hombre, en cuya memoria rendimos homenaje a los gauchos que se han perdido en el tiempo, se llamaba Victorino Nogueira y era el último supérstite de los once domadores y reseros a los que Güiraldes había dedicado la novela memorable.
No hay acuerdo de por qué eso de "gaucho". Si por chaucho, deformación del árabe chaouch por el que se identifica al campesino nómade; si por huajcho, voz quichua para mencionar al huérfano, o por lo que haya sido en realidad. ¿Tal vez por el portugués gauderio, o sea, campesino errabundo? De lo que estamos seguros es del mediano acierto de la Real Academia Española cuando definió "gaucho" como "nombre con que se designa al campesino que, en los siglos XVIII y XIX, habitaba en la llanura rioplatense de la Argentina, en el Uruguay y en Río Grande del Sur, Brasil".
No estamos conformes por completo con esa definición. Desde el norte salteño y los históricos gauchos de Güemes hasta el extremo sur, la paisanada que ha trabajado en los campos argentinos se asimiló sin exclusiones, en la sensibilidad nacional, a quienes participaron de la hazaña cultural de incorporar una inmensa región sudamericana a la cría de haciendas y a los cultivos que dieron a estas tierras la nombradía que aún perdura.
Celebremos la iniciativa de las entidades tradicionalistas. Si el mundo la acepta, la Argentina agregará a su patrimonio un valor de su cultura humanista a lo que ya le ha sido dado, en el renglón de su naturaleza, por el Parque Nacional Los Glaciares, por las Misiones Jesuíticas Guaraníes o por las cataratas del Iguazú, entre otras riquezas de asombro. Y si no, bienvenida de igual modo una idea que rondaba por algunas cabezas desde el encuentro tradicionalista de 1984, en Canelones, porque estimula la idealización y el cariño colectivo por el arquetipo de hombre que ha sido actor esencial en la configuración de nuestra nacionalidad, como lo han inmortalizado Prilidiano Pueyrredón, Carlos Ripamonte, Bernaldo de Quirós y Florencio Molina Campos.


Fuente: lanacion.com