EL AÑO DE MAHLER



Se multiplican, aquí y en todo el mundo, los conciertos y homenajes al cumplirse un siglo de la muerte del compositor de colosales sinfonías; él decía que su época aún estaba por llegar.



Gustav Mahler

Por Pablo Gianera
LA NACIÓN

Anna, la segunda hija de Gustav Mahler, tenía, aún muy mayor, un recuerdo preciso de los hábitos alimenticios de su padre. Durante su período final en Nueva York, donde había decidido trabajar después de renunciar a su cargo en la Ópera de Viena, el compositor solía comer bifes muy cocidos, prácticamente carbonizados. Convencido por la causa del vegetarianismo, prefería no enterarse de que estaba comiendo carne pero, a la vez, sentía que la carne le permitía trabajar. Carne, entonces, que no pareciera carne. "Si no sentía placer, no podía ser tan malo", decía la hija.
Habría que evitar la generalización de la anécdota; no entender, por ejemplo, la manía gastronómica como una alegoría de su poética musical. Además de esa combinación de ascesis y hedonismo tan típica de la cultura vienesa de la época, hay sin embargo un punto revelador que contiene, en una escala pequeñísima, ciertos rasgos artísticos y biográficos. Como señaló el filósofo Theodor Adorno en un artículo de 1930: "Mahler no manipula los extremos para derivar un significado común de la figura resultante; los tuerce violentamente hasta que se penetran mutuamente". Ahí coinciden música y vida; Mahler fue un artista de la interferencia, del contexto interrumpido, de lo aparentemente irreconciliable. Es asombroso el modo en que esta particularidad, principio constructivo de casi toda su música, se proyecta sobre su vida.
Hasta su muerte, el 18 de mayo de 1911, fue quizás el hombre más famoso de Viena. Quizá también uno de los más temidos por otros músicos y uno de los más injuriados por la prensa. Tuvo varias campañas en su contra y ante la última, en 1907, el mismo año de la muerte de su hija María, de 4 años, dimitió y partió a Nueva York. Después de abandonar Estados Unidos, ya muy enfermo, recibió tratamiento en París por su endocarditis, pero él quiso morir en Viena. El viaje en tren entre las dos ciudades fue cubierto por los medios de prensa como si se tratara de la agonía de un monarca. Se reclamaba un parte médico en cada estación intermedia. Luego, su música cayó en el olvido público, como si la inminencia de catástrofe que hay en sus sinfonías y en sus canciones (recordemos nada más la Sexta y los Kindertotenlieder ) fuera una acusación que convenía desoír, de lo que emergió tras la Segunda Guerra Mundial. Por eso, nada parece más apropiado que el nombre de la exposición que se inaugura el 17 de mayo en el Deutsche Theatermuseum de Múnich: Un contemporáneo del futuro . En la película Mahler (1974), Ken Russell mezcla hábilmente la vida del hombre con la posteridad del personaje; recordemos, por caso, la escena en la estación de trenes, casi al comienzo, en la que Mahler ve a Gustav von Aschenbach y Tadzio, los personajes de Muerte en Venecia de Thomas Mann en la versión fílmica de Luchino Visconti, estrenada apenas tres años antes. Como señaló justamente Adorno, las sinfonías de Mahler se comunican con lo posterior en virtud de aquello que las separaba de su tiempo.



La época

Mahler había nacido el 7 de julio de 1860, en Kalischt, en la región de Bohemia. Según su mujer, Alma Mahler, Gustav habría dicho, casi como una confesión: "Soy un hombre sin hogar por triplicado: como natural de Bohemia en Austria, como austríaco entre los alemanes y como judío en todo el mundo. Un intruso en todas partes, nunca bienvenido". Nunca, ni aun bautizado como católico para entrar en la Ópera de la Corte de Viena, Mahler renunció a ese origen errante.
En vida, se lo conocía más como director de la Ópera que como compositor. La dirección parecía confundirse para Mahler con el oficio religioso. Para quienes tuvieron la suerte de escucharlas, fueron inolvidables sus versiones de las óperas de Richard Wagner, Wolfgang A. Mozart y Carl Maria von Weber; no menos recordadas, por lo demás, ni discutidas, que sus lecturas de Beethoven al frente de la Orquesta Filarmónica, con sus cambios de instrumentación en la Novena y la interpretación del Cuarteto para cuerdas op. 95 , con la sección de cuerdas completa.
El compositor, en cambio, entraba en funciones cuando el director se tomaba vacaciones. En Attersee o en Toblach solía tener una casita un poco alejada de la residencia principal que alquilaba con su familia. Empezaba a trabajar a eso de las seis de la mañana y almorzaba, solo, allí mismo. Para que no lo molestaran, la casita tenía que estar cercada con una valla de un metro y medio de alto, un kilómetro a la redonda. Una vez, dos trabajadores de la zona traspasaron el cerco e interrumpieron a Mahler para pedirle limosna. Desde entonces, la valla llevó también alambres de púas.
De sus nueve sinfonías terminadas, cinco (las n° 4, 5, 6, 7 y 8) fueron escritas durante los veranos de los diez años en que dirigió la Ópera de Viena. Es difícil decidir ahora hasta qué punto las actividades de director y compositor, tan tajantemente repartidas en el año a lo largo de toda una década, pueden haberse influido y contaminado entre sí. "Si quiere componer, no entre nunca en el teatro", le había confiado Mahler en una conversación privada a un jovencísimo Alban Berg, que lo admiraba hasta la devoción. Lo difícil resulta entonces saber hasta dónde el material ajeno que manipulaba como director se proyectaba luego en el trabajo con el propio. Tal vez nos ayude un artículo breve de Hugo von Hofmannsthal fechado en 1910 y dedicado al trabajo de dirección de Mahler. Hofmannsthal pone al compositor y director en una relación de beligerancia no ya con otros músicos sino con el material en bruto; al proponer esa relación, toca algo que podría entenderse también más allá de su pura pertinencia musical: "Una totalidad caótica, realmente heterogénea se articula rítmicamente y, según las apariencias, en un estado de convulsiones. Las partes hostiles o truncas se juntan y establecen relaciones y reacciones que apenas podían sospecharse; y el amigo de las artes y el filisteo advierten -el primero con fascinación, el segundo con admirada repugnancia- que de muchos elementos muertos puede resultar uno vivo. Tal era el espectáculo del director Gustav Mahler en la Ópera de Viena".




Gustav Mahler, retrato Emil Orlik, 1902



Lecturas

Si algo caracterizó a la cultura de la Viena de fines del siglo XIX y principios del XX, de Arnold Schönberg a Ludwig Wittgensteinpasando por Karl Kraus, fue una crítica del lenguaje en todos los frentes. Esa marca crítica se encuentra asimismo en la obra entera de Mahler. Naturalmente, allí también estaba Sigmund Freud, con quien Mahler tuvo un singular encuentro. Tras enterarse de que Alma lo engañaba con el arquitecto Walter Gropius, el compositor solicitó una consulta profesional con el analista. Se encontraron en la ciudad holandesa de Leiden y caminaron cuatro horas. Fue una sesión móvil en la que el compositor le habló de sus inquietudes emocionales y amorosas. Freud lo culpó por pedirle a una mujer joven que se atara a él y concluyó que el compositor amaba a su madre y la buscaba en cada mujer. Mahler no aceptó el diagnóstico pero, según algunos testimonios, se sintió aliviado. Tiempo después, Freud diría que nunca había conocido a nadie que pareciera entenderlo con tanta rapidez. Pero la comprensión no lo disuadió de, una vez muerto Mahler, enviarle al albacea un recibo en el que reclamaba el pago de 300 coronas por "una consulta de varias horas en agosto de 1910".
Las conclusiones que Mahler compartía con varios de sus contemporáneos de la Viena finisecular tenían orígenes anteriores y sin duda se remontaban a sus lecturas. Según cuenta su discípulo y amigo el director Bruno Walter, no podía vivir sin los poemas "Patmos" y "Der Rhein" de Friedrich Hölderlin, y releía continuamente las Conversaciones con Goethe , de Eckermann. Sin embargo, es probable que tuviera una afinidad de orden superior con Laurence Sterne (amaba Tristram Shandy ) y, sobre todo, con Jean Paul. En honor a una de sus novelas tituló a su Primera sinfonía como Titan .
La desmesura y la discontinuidad de las novelas de Jean Paul, hechas de sueños y organizadas con esa lógica, son anticipadamente mahlerianas. Como en La edad del pavo , Levana , Die unsichtbare Loge y Titan , en las sinfonías de Mahler no hay relaciones simétricas o evidentes entre motivos. Es más, los temas de Mahler no son sinfónicos a la manera en que lo eran, por ejemplo, los de Beethoven. Las relaciones motívicas permanecen latentes. Hay además un trabajo muy estricto con las voces (herencia tal vez de su detallismo como director) que él inauguró y que Schönberg llevaría a su realización plena: capas y capas de líneas que se vuelven alternativamente más o menos audibles. (También en esto se diferencia de su contemporáneo Richard Strauss, que tenía en sus obras una idea mucho más homogénea de la orquesta y que, cuando Mahler hablaba de "redención", se preguntaba: "¿De qué debemos ser redimidos?")
Acaso Mahler concibiera cada sinfonía como una novela, y las nueve completas más el fragmento de la Décima , como un ciclo de novelas. El compositor creía, sin ir más lejos, que las tres primeras sinfonías concluían realmente en la cuarta, con la que formaban una tetralogía. En este sentido, la Sinfonía n° 3 , la más monstruosa -por duración, por audacia, por complejidad emocional- de las obras de Mahler fue desde el principio un caso. Ya en 1901, Mahler le confiaba a Strauss que él era único que podía dirigirla. En la Tercera , no debería pretenderse ningún adecentamiento ni disimulo de las diferenciaciones en la orquesta (casi personajes de un programa luego retirado en el que el compositor "contaba" lo que le habían "contado" las flores, los animales, la noche). En la Sinfonía n° 8 , Mahler tentó además la escritura de una "obra maestra", la construcción de una catedral musical, en un momento en que esa categoría se había vuelto históricamente problemática.
Pero hay también otro Mahler menos espectacular. Friedrich Nietzsche escribió que, dejando aparte al "gran pintor de frescos", Wagner "atesoraba pequeñas preciosidades". Algo no muy distinto pasa también con Mahler. Escondido en las dimensiones colosales, habita un miniaturista. Pensemos nada más en el pasaje para oboe, corno inglés y clarinete en la "Nachtmusik" de la Séptima , o en los muchísimos momentos casi camarísticos de la Octava . La épica choca allí con la lírica.
Una cosa diferente es el arte de la cita, en el que el compositor era un maestro, tan cercano a veces a la técnica del collage . Fue otro compositor, György Ligeti, quien usó esa palabra importada de la pintura para definir el uso que Mahler hacía de ciertos materiales musicales residuales pertenecientes a la esfera del entretenimiento y para proponer una afinidad poética con Charles Ives. (Hay una historia según la cual Mahler habría conocido en Estados Unidos la partitura de la Tercera sinfoní a de Ives y que tenía incluso intenciones de dirigirla con la Filarmónica de Nueva York. La muerte se lo impidió. Sin embargo, nadie pudo hasta ahora convertir en certeza esta especulación.) Mahler demostró así la neutralidad del material musical y la importancia, en cambio, del contexto musical en el que se lo inserta.
El collage , que propicia un sentido por mera contigüidad, constituye también una de las condiciones de posibilidad de la ironía mahleriana. En las partituras, anota a veces "con parodia" y a veces "sin parodia". ¿Qué hacer cuando no anota nada? Casi todo lo que escribió Mahler está mediado por la ironía, entendida no como lejanía cínica, sino como la formuló el romántico Friedrich Schlegel: una perspectiva que se abre en la frase y la niega o la desmiente. La ambigüedad de la ironía excava en lo evidente una ventana al infinito. Esa visión inabarcable se proyecta sobre el compositor. "Creo que nadie conoció realmente a Mahler", escribió el crítico Richard Specht todavía muy temprano, hacia 1913. Cien años después de su muerte, Mahler sigue siendo, pese a todos los abusos interpretativos de los que fue víctima, ese gran desconocido.

@gianera


Gustav Mahler en 1865.



En Buenos Aires, la obra de Gustav Mahler aparece representada en las programaciones de este año. Invitado por el Mozarteum, Gustavo Dudamel dirigirá el domingo 26 de junio en el Teatro Colón la Séptima sinfonía . Por su parte, la Orquesta Sinfónica Nacional ha incluido casi todos los meses, alguna obra de Mahler, siempre con la dirección de Pedro Ignacio Calderón: Canciones de un caminante (20 de mayo), Sinfonía n° 10 (10 de junio), Sinfonía n° 3 (con la mezzo Lucila Ramos Mañé) (1° de julio), Sinfonía n° 4 (26 de agosto), Sinfonía n° 5 (16 de septiembre).
También la programación de la Filarmónica de Buenos Aires refleja el centenario. Con dirección de Enrique Arturo Diemecke, están programadas en la temporada 2011 la Sinfonía n° 1 (26 de mayo), la n° 4 (21 de julio), la n° 7 (16 de junio), la n° 9 (17 de noviembre).
Por último, el Teatro Argentino de La Plata tiene prevista la interpretación de los Kindertotenlieder con dirección de Guillermo Scarabino y el barítono Víctor Torres como solista (28 de mayo) y la Sinfonía n° 1 , con dirección de Alejo Pérez (24 de septiembre).En 2010 (año del 150° aniversario del nacimiento del compositor), la editorial de partituras Universal Edition abrió en su página web el blog Gustav Mahler 2010/2011 ( http://mahler.universaledition.com ), destinado a recoger testimonios de directores especializados en el repertorio mahleriano. El resultado, todavía en curso, es una serie de, hasta ahora, veinticinco largas entrevistas. De ellas, se tomaron los siguientes fragmentos.





Mahler en su juventud.




Daniel Barenboim

"Llegué a dirigir la Quinta sinfonía porque era un chico rebelde, y luego un joven rebelde. Fui en Londres a un concierto en el que Klemperer dirigía la Séptima . Odié la obra y se lo dije: 'No la soporto'. Era Yom Kippur, el Día del Perdón, y Klemperer me dijo: 'Sos terrible, escuchaste la Séptima de Mahler con tal de no ir a la sinagoga'. Luego me dio toda una lección y me hizo notar que yo era tan limitado por influencia de Furtwängler, que a Furtwängler no le gustaba Mahler porque era judío, y todo ese tipo de observaciones exageradas e innecesarias. Básicamente, lo que me dijo fue: 'La única sinfonía de Mahler que no es buena es la Quinta '. Por supuesto, es la primera que dirigí. A pesar de todo."


Simon Rattle

"Hay un solo Mahler que los abarca a todos. Y el hecho es que Mahler proyecta la ironía sobre sí mismo. Dijo sobre la Tercera sinfonía : 'Sé que siempre tuve una adicción a la trivialidad pero en esta pieza fui demasiado lejos. Podría pensarse que todo viene de un corral o de una taberna.' Era irónico. Incluía todo, pero todo era parte de lo mismo."



Antonio Pappano

"Hay catástrofes en todas sus obras. Pero en realidad él sufrió tantas catástofres personales que éstas eran una parte importante de su vida. Es como si hubiera estado destinado a vivir entre catástrofes. Lo formidable de la Sinfonía n° 6 , por ejemplo, es que en el último movimiento lucha directamente con la muerte, digásmolo así. Y resiste una y otra vez. Lo interesante es aquello que la catásfrofe hace del hombre. [...] La idea del superhombre de Nietzsche se reduce en Mahler al hombre. Es cualquiera de nosotros. Cada vida tiene sus luchas. Por otro lado, hay también en cada sinfonía un despliegue espectacular, que él ayudó a volver popular. Es un espectáculo en sí mismo. Las exigencias a la orquesta, la grandeza del conjunto son algo único. Es teatro. Sus sinfonías pueden escucharse como sus pequeñas óperas. Justamente él, el más grande director de opera que existió jamás, no escribió óperas. Bien: éstas son sus óperas."




Riccardo Chailly

"Si uno escucha el Adagio de la Sinfonía n° 10 , creo que encontrará allí la respuesta de hacia dónde habría ido su música. Me atrevería a decir que seguramente hubiera ido más allá de la armonía y, liberado de la carga del sistema armónico, habría alcanzado por sí mismo el sistema dodecafónico. Por lo demás, Puccini hizo eso con Turandot . En los bocetos del finale que me mostró Luciano Berio, hay páginas que muestran series dodecafónicas y que desgraciadamente Berio no incluyó finalmente en su Orchesterfassung . Puccini y Mahler son dos compositores que estaban interesados en lo nuevo, que buscaban siempre avanzar, cada uno a su manera, y expandir su vocabulario musical."


Gustav Mahler



Zubin Mehta

"Analicé toda la Primera sinfonía con Bruno Walter. Fue él quien me habló de la litografía de Callot que Mahler había visto y que tanto lo había afectado cuando compuso la marcha fúnebre del tercer movimiento. Pero la marcha fúnebre desemboca en una danza judía muy vulgar, y Walter entonces me dijo: ?No sea tímido, no trate de que la danza sea simpática, tóquela de una manera vulgar'. [?] Está allí la descripción de los animales que, en la litografía, matan al cazador. Entonces empieza con un canon, 'Frère Jacques' o 'Bruder Martin', pero progresa luego a la danza porque los animales festejan después de matar al cazador."



Michael Tilson-Thomas

"Es evidente que, en la Sexta , él atravesaba una crisis terrible; el carácter de la pieza es tan pesimista, tan desesperanzado... Toda la obra parece una especie de manía, algo así como una manía militarista y las consecuencias de ella. Sabemos que estaba cerca del suicidio, o en todo caso un estado de completa desesperación. Tuvimos la suerte de que llegara a terminarla. En cierto modo, queda allí un mensaje optimista, en el hecho de que no se matara y de que concluyera la sinfonía."


Gustav Mahler, caricatura de Hans Boehler, 1906. (Archivo Carnegie Hall)



Lorin Maazel

"Era un supergenio y estaba adelantado a su época. Algunos nacen con su inteligencia y su mente vuelta hacia el pasado. Creo que, en cambio, Mahler tenía muchas caras: una miraba hacia delante; otra, alrededor y una tercera, sobre su hombro, al pasado. Su música nos parece tan asombrosa justamente porque todo está ahí. Dicho en pocas palabras: era un visionario."



Gustavo Dudamel

"Es graciosa la manera en la que conocí la música de Mahler. Mi padre tocaba el trombón en un grupo de salsa y también en una orquesta. Me acuerdo de que encontré la parte para trombón de la Sinfonía n° 1 de Mahler. Intenté tocarla con el trombón de mi padre. Yo tenía 11 o 12 años y estudiaba violín. Al poco tiempo, un tío me regaló una grabación de la Primera. Fue mi primer contacto con Mahler. E incluso, más tarde, fue también la primera pieza grande que dirigí. [...] Creo que hay oculto en Mahler un niño que la gente no siempre ve. Siempre se le presta atención al Mahler que piensa en la muerte, lo ven de manera trágica. Pero incluso en esa visión trágica de la vida, hay en Mahler algo infantil, hecho de sus recuerdos, los recuerdos de la tierra y la atmósfera en las que creció."

Gustav Mahler en 1909



Pierre Boulez

"En Mahler, uno tiene, por ejemplo, un movimiento que dura 30 minutos, o a veces más, y hay que encontrar una manera de organizar eso. Desde ya, no se puede dejar que corra y decir: 'Bueno, tengo un poco de emoción en este momento; ahora espero que llegue la próxima'. No es posible limitarse a llenar esos agujeros entre emociones. Hay que tener una trayectoria, comprenderla y contar con músicos que entiendan aquello que uno definió como trayectoria. Y sucede además algo muy singular y en cierto modo gracioso: cuanto más entiende uno la forma en sí misma, más espontánea se vuelve la interpretación."



David Zinman

"Mahler no hace concesiones; no se entrega, no es flexible. Permanece siempre leal a sí mismo; siempre en busca de la perfección y la pureza. Eso es lo que más admiro de él. [...] Habría querido ser un gran poeta, y al mismo tiempo Beethoven; una especie de súper Beethoven. Quería describir la vida entera; que su música fuera un universo en sí mismo."



Fuente texto: ADN Cultura LA NACIÓN



ESCUCHE EL ADAGIETTO DE LA 5ta. SINFONÍA DE GUSTAV MAHLER POR LA ORQUESTA FILARMÓNICA DE VIENA, DIRIGIDA POR LORIN MAAZEL:


http://www.youtube.com/watch?v=BMgRjG6nrEs



UNA GUITARRA
DE 7.000 ÁRBOLES EN LAS PAMPAS



Un estanciero argentino los plantó como homenaje a su difunta esposa



Una vista de la guitarra desde el aire / María Emilia Pérez para The Wall Street Journal

Por Matt Moffett

GENERAL LEVALLE, Argentina - Los pilotos miran a menudo con incredulidad cuando vuelan por primera vez sobre esta localidad en las fértiles pampas. Allí, en la monótona llanura, hay una arboleda de cipreses y eucaliptos en forma de una gigantesca guitarra. Tiene aproximadamente un kilómetro de largo.
Detrás de la gran guitarra de las pampas, y los aproximadamente 7.000 árboles que la componen, hay una historia de amor que tomó un giro trágico.
La arboleda con los contornos de una guitarra es obra de Pedro Martín Ureta, un productor agropecuario que ahora tiene 70 años. La obra paisajística es un homenaje a su difunta esposa, Graciela Yraizoz, quien murió en 1977 a los 25 años. "Es increíble ver un diseño tan cuidadosamente planeado, a tanta distancia abajo", dice Gabriel Pindek, piloto comercial de Austral Líneas Aéreas. "No hay otra cosa así".
Ureta, de una familia estanciera con hondas raíces aquí, fue un bohemio en su juventud. Viajó a Europa y se codeó con artistas y revolucionarios. Tras volver al país a finales de los años 60, a los 28 años, fue cautivado por Yraizoz, quien apenas tenía 17 años.

El párroco local casi se niega a celebrar la boda, recuerda Ureta, ya que no creía que el estanciero parecía lo suficientemente comprometido para amar a Yraizoz "todos los días" de su vida. Pero Ureta demostró ser extraordinariamente devoto a Yraizoz, dicen sus amigos e hijos, y la unión fue feliz, aunque breve.




Pedro Martín Ureta y su hijo Ezequiel junto al avión que está punto de sobrevolar el casco de estancia en forma de guitarra de los Ureta.


"Ella era muy emprendedora, vivía haciendo cosas", dice Soledad, de 38 años, uno de los cuatro hijos del matrimonio. "Ella ayudó a guiar a mi papá. Vendía ropa".
Un día durante un vuelo sobre la llanura pampeana, Yraizoz divisó un campo que, por obra de una peculiaridad topográfica, desde el aire parecía un balde, cuentan sus hijos. Fue entonces cuando ella comenzó a pensar en diseñar la propia finca de la familia en la forma de una guitarra, un instrumento que adoraba.
"Mi padre era muy joven, y estaba ocupado con su trabajo y sus propios planes", dice su hijo menor, Ezequiel, de 36 años. "Él decía 'después, hablemos después'".
Yraizoz, sin embargo, no tenía mucho tiempo para esperar. Un día en 1977, se desmayó. Había sufrido una ruptura de aneurisma cerebral, un debilitamiento en la pared de un vaso sanguíneo que terminó por explotar. Murió poco después, mientras llevaba en el vientre a quien hubiera sido el quinto hijo de la pareja.
Hoy, Ureta dice que la muerte de su mujer orientó su vida en una dirección más filosófica. Dice que se retrajo un poco. Leyó sobre el budismo. Ureta parafrasea un verso del cantautor y escritor Atahualpa Yupanqui que le quedó grabada en la cabeza: Galopaba mucho y lo mismo llegué tarde.
Unos años después de la muerte de su Graciela, Ureta decidió cumplir con sus deseos sobre el diseño de la estancia. Como los paisajistas con los que consultó estaban predeciblemente desconcertados, se hizo cargo del trabajo.


Otra vista aérea del casco de la estancia de los Ureta.

La mayor parte de la guitarra, como el cuerpo y la boca en forma de estrella, está hecha de cipreses. Ureta plantó seis filas de eucaliptos para que hicieran de cuerdas, cuyo tono azulado ofrecía un contraste desde la altura.
Plantar la guitarra fue un trabajo de toda la familia, y hacer que los jóvenes árboles crecieran fue más difícil.
Las liebres y los cuises destruían las frágiles plantas. "Es una zona semiárida y hay vientos fuertes y sequías", dice el estanciero. "Tuve que sembrar y resembrar y casi abandoné el proyecto".
Finalmente, Ureta tuvo una inspiración. Puso algunos metales de desecho y mangas protectoras en torno a los jóvenes árboles.
Cuando los árboles finalmente comenzaron a crecer, María Julia, la hija de 39 años, dice que fue lo más parecido posible a que la madre volviera a vivir.


La mujer de Pedro Martín Ureta, Graciela Yraizoz, que murió en 1977, a los 25 años.

Mientras se ocupaba de los árboles, Ureta estaba criando cuatro hijos. Todos los días, manejaba unos 15 kilómetros en su camioneta pickup para llevarlos a la escuela. Cuando la pickup se estancaba en el barro durante la temporada de lluvias, usaba un caballo para sacarla.
Hoy, el hijo mayor, Ignacio, de 42 años, es ingeniero; María Julia es representante farmacéutica; Soledad es profesora de educación especial; y Ezequiel es veterinario. Tiene nueve nietos.
Ureta espero un largo tiempo después de la muerte de Graciela para entablar una nueva relación seria, dicen sus hijos. En los 90, empezó a salir con María de los Ángeles Ponzi, que está a cargo de la farmacia del pueblo. No han contraído matrimonio, pero tienen una hija de 11 años, Manuela. Ponzi dice que aprecia la belleza del tributo a la primera esposa de su pareja.
Ureta nunca ha visto la gran guitarra desde el cielo, excepto en fotos. Teme volar.



Fuente: lanacion.com/The Wall Street Journal



MUSEO DEL CINE:
TRAS 40 AÑOS Y SEIS MUDANZAS,
TENDRÁ SU SEDE DEFINITIVA


El mes que viene abre al público. Hoy la colección está en un depósito de Barracas.

La vieja usina. El Museo Pablo Ducrós Hicken está siendo montado en el edifico donde estaban los departamentos de los empleados jerárquicos de la Italo, en Caffarena 49.

Por Nora Sánchez

Tiene 40 años de historia, pero nunca tuvo una sede propia. Desde 1971, el Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken pasó por seis lugares diferentes, incluyendo al Centro Cultural San Martín y hasta una ex escuela de Balvanera. Actualmente, su colección se encuentra depositada en un galpón de Barracas . Y si bien está abierta a la consulta de investigadores, el público no puede visitarla. Aunque no por mucho tiempo más. El Ministerio de Cultura porteño anunció que, el 22 de junio, el museo que conserva uno de los archivos fílmicos más importantes de Latinoamérica re abrirá en su sede definitiva , en el barrio de La Boca.
El museo funcionará en Caffarena 49, en un edificio anexo a la antigua usina de la Compañía Italo Argentina, que ahora está siendo transformada en la Usina de la Música (será inaugurada parcialmente este año). Este edificio continúa el estilo romántico lombardo de la usina, construida en 1916 de acuerdo al diseño del arquitecto italiano Juan Chiogna. Antiguamente, era el lugar donde estaban los departamentos para los empleados jerárquicos de la Italo. El reciclaje de este anexo, que comenzó durante la gestión de Jorge Telerman, costó $ 4 millones y ahora el Ejecutivo invertirá otro millón para la instalación del museo.
“El Museo del Cine se convertirá en un eje del corredor cultural del sur, que integra al Museo de Arte Moderno, la Fundación Proa y al Centro Cultural de España en Buenos Aires, en el ex-Padelai –anticipa el ministro de Cultura, Hernán Lombardi–. Decidimos instalarlo en el anexo de la usina porque para articular este corredor se necesita una gran diversidad de contenidos. Y sobre todo, que sean contenidos convocantes por sí mismos”.
En algunas paredes del edificio, todavía están los espejos de las salas donde ensayaban los alumnos de baile de la Fundación Julio Bocca, que funcionó hasta hace poco en el lugar. Ahora, en la planta baja estarán las salas de exposición permanente y temporaria, un microcine para 50 personas y un centro de documentación, con biblioteca, videoteca y hemeroteca.
Mientras, en la segunda planta se distribuirán los talleres de conservación y el taller de montaje de exposiciones. También habrá un departamento de museología, curaduría e investigaciones, un centro de catalogación, una isla de edición, un laboratorio de preservación digital y un área de producción audiovisual.
Arriba estarán los depósitos para el patrimonio no fílmico del museo, que incluye más de 400 aparatos de registro y reproducción de imágenes. Hay equipos Lumière, Pathé y Gaumont , pero también cámaras fotográficas caseras, proyectores de cine y moviolas y visionadoras profesionales. El museo también cuenta con 3.000 afiches originales de películas argentinas , 360 bocetos de escenografía y vestuario y 400 piezas de vestuario utilizadas en filmes nacionales. A esto se le suman 60.000 fotografías de películas y personalidades del cine, más de 200 premios ganados por el cine argentino , objetos personales de artistas y 100.000 documentos relacionados con la historia del cine, el teatro y la TV, como recortes periodísticos, contratos y cartas personales.
Sin embargo, las principales joyas de la colección son sus más de 65.000 rollos de película cinematográfica de 16 y 35 milímetros , que incluyen obras desde los años del cine mudo hasta la actualidad. La colección es tan importante que, en 2008, en este archivo se encontró la única copia completa del filme alemán Metrópolis, de Fritz Lang, que se consideraba perdida (ver Metrópolis...). Pero estas joyas no se guardarán dentro del museo, porque estas películas están en soportes de nitrato y acetato, dos materiales muy inflamables. Por eso, el plan es construir o acondicionar otro edificio con las medidas de seguridad necesarias.
El acervo del museo también cuenta con 12.000 latas del noticiero cinematográfico Sucesos Argentinos , que desde 1938 cubren un período de 40 años, y 12.110 latas del archivo fílmico de noticieros de Canal 9, del período 1969-1983.
“Es esencial que el Museo del Cine tenga un lugar acorde a su valiosa colección y a la importancia que la Ciudad le da al cine argentino”, afirmó Lombardi. Y prometió que la larga peregrinación del museo que nunca tuvo su lugar está por terminar.


Metrópolis, en un estante


En Alemania desconfiaron cuando, desde un remoto museo porteño, proclamaron haber encontrado la única copia completa de la película alemana Metrópolis, de Fritz Lang, del año 1927. Pero era verdad. Estaba en un estante del Museo Pablo Ducrós Hicken, debidamente clasificada. Lo que nadie sabía era que se trataba de la copia de 153 minutos. El ex director del BAFICI, Fernando Martín Peña, sospechaba que la copia podía estar aquí, por una anécdota que le confío Salvador Samaritano en 1986. El crítico de cine le había contado que cuando pasó la película en el Cine Club Núcleo, en 1959, él mismo había tenido que presionar con el dedo la ventanilla del proyector para que la copia se viera bien durante “más de dos horas”. Y sólo la versión original duraba 153 minutos.

El peregrinaje


Creado en 1971, comenzó a funcionar en el Centro Cultural San Martín.
En 1978, sus oficinas fueron ocupadas por el Ente Autónomo Mundial 78 y el museo fue trasladado al ex Instituto Di Tella, en Florida 936.
En 1979 volvieron a mudarlo y terminó en el asilo Viamonte, en Junín 1930, que años más tarde se transformaría en el Centro Cultural Recoleta.
En 1983, lo instalaron en el edificio que había ocupado la escuela Carlos Tejedor, en Sarmiento 2573, en Once.
En 1997, fue a dar a Defensa 1220, junto al MAMBA.
En 2005 fue a dar al segundo piso del Servicio Electoral del Correo Argentino, en Salmún Feijóo 555, en Barracas.

Fuente: clarin.com

PUERTAS DEL ARTE, A LA VISTA DE TODOS




El hierro y el bronce, protagonistas en dos edificios históricos porteños.



BELLEZAS. AQUÍ LA DEL PALACIO PAZ, SANTA FE 750.

Por Eduardo Parise

Secreta Buenos Aires

Seguramente los hombres prehistóricos que empezaron a trabajar el bronce y el hierro no imaginaron que aquellos metales de usos cotidianos y tal vez prosaicos, iban a devenir, algún día, en la base de elementos artísticos. Y mucho menos en una ciudad de América del Sur, llamada Buenos Aires. Pues bien: para dar testimonio lo que el talento puede hacer con ellos sobran ejemplos; pero aquí recurriremos a dos que están frente a la vista de miles de personas, pero que muchos no suelen ver.
Son dos grandes puertas dignas de los edificios que las contienen y que también se destacan dentro de la fantástica arquitectura porteña: una está en la ochava de Florida 801 (esquina avenida Córdoba); la otra, en la avenida Santa Fe 750, frente a plaza San Martín. Y para verlas no hay que pagar; alcanza con detenerse y mirar.
La primera es la puerta del Centro Naval, una institución creada en 1882, pero que está en ese lugar desde el 14 de mayo de 1914, fecha de la inauguración del edificio. Símbolo de lo que se conoce como la arquitectura Beaux Arts, fue pensado por el francés Gastón Louis Mallet (1875-1964) y el suizo Jacques Dunant (1858-1939), dos arquitectos que en 1911 ganaron el concurso para su construcción.
Pero el tema aquí no es el magnífico edificio de cinco plantas y dos subsuelos, sino la espectacular puerta del acceso principal. Con una impronta digna del francés Palacio de Versailles, sus dos grandes paneles fueron hechos con el hierro de viejos cañones que trajinaron los campos de batalla en la Guerra de la Independencia. La fundición se realizó en el Antiguo Arsenal Naval que estaba en la Dársena Norte porteña.
En la parte superior del artístico trabajo, sobre la banderola, se observa la figura de un chico jugando que habría sido inspirada en una imagen similar del edificio de la Comuna de París, destruido por un incendio en 1871.
El otro trabajo para deleitarse tiene un tamaño más importante, ya que es el portón principal de lo que fue el palacio imaginado para su residencia por José Camilo Paz, el fundador del diario La Prensa, y diseñado por el arquitecto francés Louis-Marie Henri Sortais (1860-1911), quien para su obra tomó como base la fisonomía del histórico Castillo de Chantilly.
Con sus 35 dormitorios y 18 baños, repartidos en sus doce mil metros cuadrados de superficie, el Palacio Paz (inaugurado en 1914, luego declarado Monumento Histórico Nacional y desde 1938 sede del Círculo Militar) presenta su portón de cuatro hojas, que fue realizado por la empresa francesa Schwartz y Maurer. Igual que el del Círculo Naval, en este trabajo realizado en hierro y bronce se destacan las hermosas filigranas que tienen mucho de la Belle Epoque que tanto admiró Paz durante sus años de embajador argentino en París.
Como se puede apreciar, el arte de la ciudad suele estar a la vuelta de cualquier esquina. Obviamente, estas no son las únicas puertas que merecen ser destacadas. Ya alguna vez se aludió aquí a las del edificio central del Banco Nación, frente a la Plaza de Mayo. Y también se podrán mencionar a otras más anónimas que también tienen su valor artístico. Como ejemplo están las de la entrada de la Basílica de Nuestra Señora de Bonaria (avenida Gaona 1730, en el barrio de Caballito). Las puertas están cubiertas de imágenes de personajes que se destacaron en el pasado de la Argentina. Pero esa es otra historia.



Fuente: clarin.com


EL TORO DE OSBORNE,
PROTEGIDO COMO BIEN DE INTERÉS CULTURAL.




El Gobierno autónomo de Andalucía inscribirá en el Catálogo del Patrimonio Histórico las vallas publicitarias que durante los últimos 60 años han popularizado la marca Osborne. Los grandes toros diseñados a mediados del siglo XX para vender brandy en España gozarán del máximo nivel de protección, por lo que nadie podrá ocultar, modificar o cambiar de sitio estos anuncios.

Fuente: noticiasarteseleccion.com


CURIOSO MAPA
EN LA BIBLIOTECA DIGITAL MUNDIAL



Título: Paraguay, o la provincia del Río de la Plata, con las regiones adyacentes de Tucumán y Santa Cruz de la Sierra

El mapa hecho por el cartógrafo holandés Willem Blaeu, 1571-1638.


El aparatoso título, según los parámetros actuales, es curioso: "Paraguay, o la provincia del Río de la Plata, con las regiones adyacentes de Tucumán y Santa Cruz de la Sierra"

Detalle de la cuenca del Río de la Plata, donde la zona de Tucumán aparece prácticamente pegada a ella.

El sello y la "firma" del cartógrafo.

Descripción


• Este mapa de Paraguay y de la cuenca del Río de la Plata es obra de Willem Blaeu, 1571-1638, fundador de una famosa dinastía de cartógrafos holandeses. Blaeu estudió astronomía, matemáticas y la elaboración de globos terráqueos con el erudito danés Tycho Brahe, antes de establecer su estudio cartográfico en Amsterdam. En 1633, se lo nombró cartógrafo de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. En 1635, junto con sus hijos Joan y Cornelis, Blaeu publicó el Atlas Novus (Nuevo Atlas), un trabajo de 11 volúmenes que constaba de 594 mapas.


Creador
• Blaeu, Willem Janszoon (1571-1638)


Fecha de creación
• 1616


Información de la publicación
• Amsterdam, Países Bajos


Idioma
• Latín



Título en el idioma original
• Paraguay, ó prov. de Rio de La Plata, cum regionibus adiacentibus Tucuman et Sta. Cruz de la Sierra / Guiljelmus Blaeuew excudit


Lugar
• América Latina y el Caribe > Argentina
• América Latina y el Caribe > Bolivia
• América Latina y el Caribe > Brasil
• América Latina y el Caribe > Chile
• América Latina y el Caribe > Paraguay
• América Latina y el Caribe > Perú


Tiempo
• 1500 d.C. - 1699 d.C



Tema
• Historia y geografía > Geografía y viajes > Atlas, mapas, cartas y planos


Palabras clave adicionales
• Indios de América del Sur ; Jesuitas ; Pantanal ; Río de la Plata (Argentina y Uruguay)


Tipo de artículo
• Mapas


Descripción física
• 1 mapa: color, 38 x 49 centímetros


Institución
• Biblioteca Nacional de Brasil


Recursos externos
• http://hdl.loc.gov/loc.wdl/brrjbn.1101

Fuente: Biblioteca Digital Mundial - http://www.wdl.org/



FLORALIS GENÉRICA:
POR PROBLEMAS TÉCNICOS,
LA FLOR MÓVIL YA NO SE ABRE



Está desactivada desde hace más de un año y arreglarla cuesta
$ 500 mil. La Ciudad asegura que le encontrará solución.

INMÓVILES. LOS PÉTALOS DE LA “FLORALIS GENERICA”, DEL ARQUITECTO EDUARDO CATALANO, AYER EN LA PLAZA DE LAS NACIONES UNIDAS, DONDE FUE INAUGURADA EN ABRIL DE 2002.

Por Silvia Gómez

Cuando diseñó la “Floralis Genérica”, el arquitecto argentino Eduardo Catalano buscó quedar en el recuerdo de los porteños. Y lo logró, porque su bellísima flor metálica se transformó en una postal de la Ciudad. Catalano quiso que su creación imitara los movimientos de una flor verdadera: que pudiera abrir y cerrar sus pétalos con la luz del día y la llegada de la noche . Para eso desarrolló un mecanismo que volvió realidad su sueño. Hasta que un desperfecto técnico obligó a desactivar su funcionamiento. Y los $ 486.000 que se necesitan para reactivarlo hacen temer que la flor permanezca como en día permanente mucho tiempo más.
Lo cierto es que fueron una serie de inconvenientes los que terminaron al fin por paralizar la obra de Catalano, ubicada en la plaza Naciones Unidas. El primero llegó casi con el emplazamiento mismo de la flor: inaugurada en abril de 2002, recién pudo ponerse en funcionamiento cinco meses después. Ya en ese momento un desperfecto técnico en uno de los pétalos dificultaba su funcionamiento. Esto había sido observado por Catalano, quien había advertido a la empresa Lockheed Martin, encargada de la construcción y el montaje, que el problema tenía que solucionarse porque finalmente dañaría toda la estructura .
Pero faltaba lo peor, porque la empresa –una compañía multinacional norteamericana especialista en la construcción de aviones– se fue del país y dejó toda la responsabilidad del mantenimiento en el Estado porteño, que es en definitiva el dueño de la escultura.
Con casi 60 años de residencia en Estados Unidos, Catalano solía decir que había “copiado” de la cultura norteamericana la costumbre de la filantropía. Nunca reveló cuanto costó su regalo a Buenos Aires –en su momento se habló de millones de dólares–, pero previó no solo su instalación, sino también su mantenimiento. La empresa Lockheed Martin debía hacerse cargo de mantenerla en funcionamiento durante 25 años.
Como muchas otras plazas y espacios verdes de la Ciudad, el lugar en que está emplazada la flor, está patrocinado por la empresa Tetra Pak. Ayer, desde esa firma, explicaron que el convenio de padrinazgo implica el mantenimiento de las áreas verdes del parque y el funcionamiento hidráulico de la fuente que se encuentra en la base de la escultura, así como también las luces verdes que están esparcidas por toda la plaza.
“Sabemos que el mecanismo funciona , pero se detuvo por prevención ”, explicaron desde la empresa.
El arreglo costaría casi $ 500.000 y el presupuesto fue elaborado por el ingeniero Angel Gúsman, quien fue la persona que aconsejó inmovilizar la flor , para evitar daños mayores. Ayer Diego Santilli, el Ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, le aseguró a Clarín que antes de fin de año la flor volvería a funcionar: “Estamos negociando con el patrocinador para que ponga la mitad o una parte del presupuesto y nosotros el resto. Pero aún si no quisieran poner dinero, la vamos a arreglar con fondos propios”. En Tetra Pak le pusieron paños fríos a la primera idea de la Comuna. “Por el momento es muy aventurado decir que podríamos hacernos cargo de la reparación, o incluso de un porcentaje de la misma”, explicaron desde la Gerencia de Comunicación de la multinacional.
Lo cierto es que hace poco hubo una oportunidad de componer los pétalos de la flor de Catalano. Fue cuando el Gobierno nacional le solicitó un permiso a la Ciudad para montar Tecnópolis, una feria de tecnología en conmemoración al Bicentenario. Una de las contrapartidas para otorgar el permiso era la reparación de la flor. El permiso nunca llegó y entonces la posibilidad de que la “Floralis Genérica” volviera a cerrarse con el atardecer también.


Fuente: clarin.com